Los efectos en la salud humana por problemas asociados a la calidad del aire pueden resultar tan perceptibles como el fenómeno mismo: invisibles mientras se acrecientan y con el horizonte turbio cuando la situación es crítica. Particularmente, los municipios del Valle de Aburrá y las entidades responsables del tema deben darle un lugar preponderante en la agenda pública, pues las condiciones geográficas, meteorológicas y demográficas hacen susceptible a esta subregión del departamento de Antioquia de experimentar episodios críticos de contaminación que ponen en riesgo la calidad de vida de sus habitantes, los ecosistemas y, en general, la vida misma.
La preocupación por el aire empezó, a nivel mundial, con la Revolución Industrial, particularmente por la quema de carbón. Desde finales del siglo XIX esta problemática evidenció consecuencias graves en la salud humana que demandó soluciones y, una de ellas, fue pasar de quemar carbón a hacer uso de combustibles líquidos y gases, como señala Óscar Mesa Sánchez, ingeniero civil, maestro y doctor en Hidrología y profesor jubilado de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín.
El interés hacia el tema tomó más impulso en la década de los cincuenta. En Inglaterra se presentó un episodio en el invierno de 1952, en diciembre, cuando por las malas condiciones atmosféricas, las altísimas emisiones de humo de las termoeléctricas, el uso de carbón en las viviendas para la calefacción y demás, llevaron a una altísima contaminación en Londres que incrementó el número de muertes, aproximadamente 4.000 durante la semana, aunque otros estudios estimaron entre 10.000 y 12.000, teniendo en cuanta las ocurridas posteriormente por los efectos retardados. “Fue un episodio que tuvo mucha difusión y preocupación en los medios y empezaba, también, un movimiento de conciencia ambientalista”, cuenta Néstor Yezid Rojas Roa, profesor del Departamento de Ingeniería Química y Ambiental de la UNAL Bogotá.
El profesor Rojas Roa, quien a su vez hace parte del Grupo de Investigación en Calidad del Aire, comenta que “la década de los sesenta también estuvo marcada por ese inicio de movimientos ambientalistas, especialmente por un libro que se dedicaba al uso de pesticidas que estaban reduciendo las poblaciones de animales en los bosques. Ese movimiento tuvo como consecuencia que se empezaran a generar normas importantes a nivel mundial, siendo la más trascendental la Ley del Aire Limpio de los Estados Unidos en 1970. En esa Ley, y por la evidencia científica de ese momento, se empezaron a establecer límites a la contaminación, se inició un mayor monitoreo a partir de una serie de protocolos de medición para empezar a documentar y registrar esa información de la manera más continua posible y se hicieron investigaciones científicas para entender la dinámica de los contaminantes en la atmósfera”.
“En Medellín no es que estemos lejos del problema desde muy temprano”, dice Mesa Sánchez y asevera que, sin embargo, “la conciencia no era mucha y los problemas no se visibilizaban. Por ejemplo, en Guayabal hubo una fábrica de químicos, Sulfácidos S.A., de ácido sulfúrico para baterías y otras cosas y a varias cuadras a la redonda de esa fábrica la contaminación era de tal grado que las cosas metálicas estaban corroídas totalmente, las rejas y hasta los cubiertos. En el aire había ácido sulfúrico gaseoso, SOx que llamamos ahora, era tan claro el impacto que esa fábrica la cerraron. Estamos hablando de los años 80, en el siglo pasado, y así ha habido problemas locales”.
Actualmente, los contaminantes que demandan atención en Colombia, según el profesor de la UNAL Bogotá, son los generados por la combustión, como lo son las partículas PM2.5, los óxidos de nitrógeno y la formación de ozono en la atmósfera. También, los que emite la industria que, aunque se ha hecho una reconversión en Bogotá y Medellín, algunos procesos siguen emitiendo dioxinas y furanos altamente tóxicos como la fundición de metales pesados, además de las producidas por ladrilleras, caleras y carboneras. La situación que llama más la atención es la temporada de quemas, que son muy fuertes y llegan incluso a duplicar la contaminación promedio en las dos principales ciudades del país; la deforestación es la principal emisora de gases de efecto invernadero en Colombia, más que las termoeléctricas y la quema de combustibles por el transporte.
El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (Minambiente), mediante la Resolución 2254 de 2017, estableció los niveles máximos permisibles de contaminantes criterio: material particulado (PM10 y PM2.5), dióxido de azufre (SO2), dióxido de nitrógeno (NO2), ozono troposférico (O3) y monóxido de carbono (CO).
Un asunto urgente de salud pública
“La principal razón por la cual nos debe interesar la calidad del aire es que los contaminantes del aire afectan la salud”, dice el profesor de la UNAL Bogotá y complementa que “cuando inhalamos aire, éste se pone en contacto directo con el torrente sanguíneo en los alvéolos. Ese aire intercambia gases, no solamente oxígeno, sino también esos contaminantes con la sangre y de allí se pueden repartir a cualquier órgano del cuerpo. Muchas veces la gente asocia la contaminación del aire solamente con enfermedades respiratorias, pero realmente puede afectar cualquier órgano del cuerpo humano”.
La contaminación del aire también afecta a otros seres vivos, explica Rojas Roa. De hecho, argumenta, hay organismos que se utilizan como bioindicadores de la contaminación, como los líquenes que crecen en los troncos de los árboles, los cuales son saludables en zonas de baja contaminación, mientras que en zonas donde es alta, no crecen o no lo hacen de la misma manera. “Muchos cultivos pierden productividad y eso es porque los contaminantes, especialmente el ozono superficial, afecta a las estomas, lugares donde se hace el intercambio gaseoso entre las hojas y el aire, y esos tejidos, por decirlo coloquialmente, se queman y dejan de intercambiar gases, teniendo como consecuencia que los cultivos pierden productividad”.
Los contaminantes, luego de ser emitidos, explica el miembro del Grupo de Investigación Calidad del Aire, se transportan a la atmósfera, se dispersan y reaccionan entre sí para formar otros llamados secundarios que pueden ser más tóxicos. Uno de los más importantes es el ozono, formado a partir de los óxidos de nitrógeno y los compuestos orgánicos volátiles o hidrocarburos de bajo peso molecular, los cuales reaccionan en la atmósfera, en buena parte gracias a la radiación solar, y forman este componente y otros contaminantes. El ozono es un oxidante muy fuerte y una persona expuesta a altas concentraciones va a sentir, posiblemente, como primeros síntomas, rasquiña en la nariz, estornudo y tos.
Dentro de los contaminantes primarios, agrega, emitidos especialmente por la combustión y los procesos industriales, el más importante es el material particulado, que son partículas en fase sólida y líquida muy finas que permanecen suspendidas en el aire. Una partícula de polvo es muy gruesa en comparación con las emitidas por combustión que son de un tamaño varias veces menor que el diámetro de un cabello humano, solo las vemos cuando están muy aglomeradas, lo que normalmente conocemos como humo, que cuando se dispersan, ya no son visibles. Otro contaminante significativo es el óxido de nitrógeno, también proveniente de la combustión.
Hay dos contaminantes que en su momento fueron importantes, explica Rojas Roa: el monóxido de carbono generado por malos procesos de combustión y que, en la actualidad, preocupa en espacios cerrados porque al acumularse debido al uso de un gasodoméstico en mal estado, ocasiona a las personas adormilamiento e, incluso, la muerte. El otro, importante en la década de los setenta y ochenta, fue el plomo que utilizado como aditivo de la gasolina se dispersaba por la combustión afectando, principalmente, el sistema nervioso, el cerebro y el aprendizaje. Por la evidencia se prohibió también en otros productos y, en Colombia, la gasolina está libre de plomo desde 1997.
En el Valle de Aburrá, la contaminación del aire se hace más compleja por la geografía. El ingeniero Mesa Sánchez describe que a esta subregión algunos la describen como una “cañada” y agrega que le decimos valle porque tiene una zona más o menos plana, pero es un valle muy estrecho y la circulación del aire es precaria, llevando a que las emisiones de contaminantes en el fondo del valle se queden. A esto se le suma, algunas veces, el fenómeno de inversión térmica.
La temperatura, por lo general, explica, disminuye con la altura y es más caliente cerca al suelo. El aire más cálido es menos denso y puede ascender, lo que hace que no se acumule la contaminación que emitimos en el fondo. Pero en los amaneceres, sobre todo en los días de verano, se presenta una inversión: es más frío el aire abajo que arriba, haciéndolo más denso. “Es como si a esa cañada le pusiéramos una tapa y siguiéramos echando y emitiendo contaminación”.
Los episodios de contaminación fuerte, según Mesa Sánchez, son más frecuentes en marzo y en la transición de octubre a noviembre cuando empieza el verano. También, se acentúa con el fenómeno de El Niño. La inversión térmica acrecienta el problema, pero no es el origen de este. La solución de fondo al problema de la contaminación es controlar y disminuir las emisiones.
La presencia de contaminantes en la atmósfera es problemática, sobre todo, para los seres vivos. Como comenta el profesor jubilado de la UNAL Medellín, “en teoría, la atmósfera actúa como un embalse o alcancía que recibe la contaminación, pero no solamente hay entradas, también hay salidas normalmente por la circulación del viento. En el largo plazo, las entradas y las salidas se igualan y eventualmente habrá días en los que las salidas sean mayores y se limpia el aire, entonces en el largo plazo no hay una acumulación de la contaminación. En las personas el efecto es diferente, porque los contaminantes que aspiré y entraron a mis pulmones, se quedaron ahí y, eventualmente, se vuelven acumulativos”.
Activismo por el aire en Medellín
Daniel Suárez Montoya y Daniel Duque Velázquez, cada uno desde sus posibilidades, ejercieron un activismo por la calidad del aire. En 2016, durante la administración de Federico Gutiérrez como alcalde, se presentó una crisis por la calidad del aire que llevó a diversos grupos ciudadanos a movilizarse.
Suárez Montoya, quien es comunicador, cuenta que a partir de una serie de acciones simbólicas “hemos logrado que la ciudadanía entienda que hay una problemática de calidad del aire y, a su vez, ese conocimiento técnico y con otros amigos se avanzó en lo jurídico. Yo soy coadyuvante de la Acción Popular por la Calidad del Aire que está en un momento importante en el Tribunal Administrativo de Antioquia, porque se deben tomar decisiones para los diez municipios del Área Metropolitana y para el Área Metropolitana del Valle de Aburrá y Corantiquia como autoridades ambientales”.
El activista recuerda el texto “Humos setenteros”, de Davis Sierra, y el poema “Medellín, a solas contigo”, de Gonzalo Arango, que relatan sobre la contaminación de la ciudad. “La diferencia entre cuando escribió Gonzalo Arango y la columna de Universo Centro con la actualidad es que en ese tiempo la mala calidad del aire era por la industria, ahora es por el parque automotor. Cambia un poco la problemática, pero el Valle de Aburrá y Medellín han tenido una calidad del aire deficiente desde hace muchos años y la conversación se ha generado de manera distinta en esos dos momentos”.
Para Duque Vélez, abogado y maestro en Procesos Urbanos y Ambientales quien a su vez fue concejal de Medellín en el periodo 2020-2023, “lo que estábamos exigiendo en ese momento eran políticas públicas de corto, mediano y largo plazo para mejorar la calidad del aire. No es justo que en Medellín se estén muriendo personas por enfermedades respiratorias asociadas a la mala calidad del aire, mientras hay cuantiosos recursos del Estado invertidos en ahondar la problemática, como más intercambios viales y más calles para los carros. Empezamos a estudiar un poco la problemática y nos dimos cuenta de que, según los mismos estudios institucionales, aproximadamente el 80% del problema de la calidad del aire, en ese momento, surgía por la manera como nos movilizamos y transportamos nuestras mercancías en el Área Metropolitana. Dijimos, ‘esto tiene que ser una transformación estructural’”.
Con las movilizaciones, destaca Suárez Montoya, “se ha logrado que los 10 municipios en cabeza del Área Metropolitana hayan tenido que generar acciones, documentos y decretos como lo son el Plan Operacional para enfrentar Episodios de Contaminación Atmosférica en el Área Metropolitana del Vallé de Aburrá (Poeca) y el Plan Integral de Gestión de la Calidad del Aire (Pigeca), instrumentos que permiten una mitigación de la mala calidad del aire. Eso ha sido muy importante para generar algo contundente, aunque siguen siendo muy frágiles y débiles las reacciones por parte de las instituciones y también desde la ciudadanía en la comprensión de la necesidad de ser mucho más contundentes con las medidas”.
El exconcejal de Medellín considera que “si uno le hace una evaluación al Plan Integral de Gestión de Calidad del Aire, se da cuenta que el porcentaje de avance es muy bajo y eso ha hecho que el problema de la calidad del aire se siga acumulando y que las acciones del Poeca estén muy desactualizadas. Yo creo que todavía hay muchos retos, hay que exigirle a las autoridades y hacer control ciudadano, pero por lo menos el problema se logró poner en la agenda pública”.
Lo que no se mide, no se controla
Jenny Rocío Ríos Martínez, doctora en Ingeniería de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín e investigadora en ciencia de datos y calidad del aire, trabajó en medidores de bajo costo durante su posgrado, aplicando diferentes modelos de aprendizaje de máquinas, como redes neuronales, árboles aleatorios, regresión lineal y polinómica, en la calibración de estos “con el fin de corregir y mejorar la precisión de las mediciones obtenidas por estos dispositivos”, señala.
“Los medidores de bajo costo para la calidad del aire han ganado mucha atención, especialmente en proyectos de ciencia ciudadana que buscan involucrar a las personas y sensibilizarlas sobre la problemática de la contaminación de aire en diferentes entornos, como el hogar, el trabajo o el medio de transporte. Estos dispositivos permiten recopilar datos en tiempo real desde diversas ubicaciones, ayudando a identificar áreas problemáticas y aumentar la conciencia sobre la calidad del aire que respiramos”, explica la egresada de la UNAL.
Para el profesor jubilado de la UNAL Medellín, “es clave tener buenas mediciones; como dicen por ahí, lo que uno no mida no tiene manera de controlarlo, de resolverlo”. El académico señala que no solamente es medir bien, sino entender cómo es la circulación atmosférica de la contaminación, contar con personas que estudien el problema y, hacia el largo plazo, tratar de buscar tecnologías limpias.
(FIN/SRV)
26 de agosto de 2024