“El legado de Garzón nos recuerda que no debemos permitir que el miedo silencie las voces críticas y de interés público”.
(FLIP, 2024)
El 13 de agosto de 2024 se cumplieron 25 años del asesinato de Jaime Garzón, misma fecha en que se conmemora el Día de la Libertad de Expresión, que nos recuerda la importancia de proteger las voces críticas para que en su ejercicio de informar no sean foco de agresiones. ¿Cuáles son los desafíos, los cambios y los asuntos pendientes? Académicos analizan ese panorama.
Son 332 agresiones contra la libertad de prensa en 21 de los 32 departamentos de Colombia, las que ha documentado la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) durante el 2024. Entre ellas, 43 estigmatizaciones, 133 amenazas y el asesinato de dos periodistas por el desarrollo de su labor informativa. Los perpetradores, informa, han sido, para el caso de 81 agresiones, funcionarios públicos, y de 69, grupos armados.
La libertad de expresión es uno de los pilares de las democracias, pues garantiza mecanismos para que cada ciudadano pueda expresar su inconformidad frente a un sistema político, un gobierno o un líder, de una manera independiente y respetando ciertos principios, según Doris Gómez Osorio, docente de Comunicación Política en el pregrado de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín. Este es un derecho que involucra otros como el libre desarrollo de la personalidad o la libertad de empresa para el caso de los medios de comunicación, pero también acarrea deberes, de acuerdo con la docente. Uno de ellos tiene que ver con no vulnerar los derechos de otros ni contribuir con tensionar la democracia en el sentido, por ejemplo, de no irrespetar a los grupos minoritarios ni de pasar las barreras del machismo, el racismo, el sexismo, entre otros.
El ejercicio de la palabra ha sido el principio básico de la democracia, incluso desde su visión clásica que se remonta a la antigua Grecia. Para defender ese derecho a expresarse hay que formarse, dice Germán Darío Valencia Agudelo, profesor del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia: “No se puede opinar de cualquier manera”. Y añade: “En momentos en que la guerra comprime y destruye la palabra, la libertad de expresión sufre mucho”.
Para la profesora Gómez Osorio, en la libertad de expresión no caben los discursos de odio. No obstante, advierte que, por el momento que vive el mundo, actualmente la libertad de expresión está en una encrucijada constante y, las democracias, en vulnerabilidad, dados los discursos, la circulación de mensajes xenófobos o machistas que invalidan la participación en la política, por citar algunos casos.
Momentos álgidos para la libertad de expresión
Durante varios años, en la década del 80, el Poder Ejecutivo colombiano declaró la figura de estado de sitio, un régimen de excepción durante el cual se suspenden las garantías constitucionales y, para entonces, hubo mucho control de la información que circulaba, en un contexto latinoamericano de dictaduras cuya acción se centró en la lucha contra comunismo y la subversión, como lo recuerda la profesora Gómez Osorio.
“La libertad de expresión reflejada en personas, organizaciones o medios de comunicación que han sido anti-injusticias del poder estuvieron en Colombia en el centro del peligro y de la violencia, sobre todo cuando se convierte en una resistencia política”, afirma. También, que ese ejercicio, condicionó la vida de líderes sociales y condujo en varios casos al exilio, lo que considera como el peor escenario en una democracia. A su criterio, actualmente el panorama tampoco es alentador, aún el país es sumamente violento y le es difícil reconocer la otredad y las diferentes posiciones políticas.
Jaime Garzón fue un ciudadano que abogó por asuntos estructurales del país y que, “25 años después de su muerte, nos recuerda que hay cosas que no han cambiado, tristemente, como la desigualdad económica”. No obstante, hasta ahora, “nos estamos estrenando en un sistema político que acoge legalmente diferentes posturas. Hasta antes de la firma del Acuerdo de Paz fuimos uno históricamente de derecha y los proyectos hegemónicos en el poder fueron partidos políticos tradicionales. Ese cambio tiene que ver con el Estatuto de la Oposición Política que se creó en 2018”.
Para el profesor Valencia Agudelo, el momento más crítico para la libertad de expresión se dio entre 1993 y 2007. Dice que comenzó cuando el entonces presidente César Gaviria “declaró la guerra total y comenzó el crecimiento del paramilitarismo, que empezó a caer hasta 2006 con la desmovilización de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia). Fue el momento más duro, no solo para la libertad de opinión de periodistas, sino de quienes estaban en la esfera pública, de quien se expresaba, que podía ser el profesor, el político, el militante, el líder social o el defensor de derechos humanos”.
Los retos de la actualidad
Lograr comprendernos desde la diferencia sin que medie la violencia es el reto principal, dice la profesora Gómez Osorio. Para avanzar en esa vía y hacia la libertad de expresión, el docente Valencia Agudelo también considera como un gran paso el proceso de paz que se dio con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP), dado que abrió posibilidades para la opinión y el diálogo y, con ello, de no señalar al otro. Ese hecho, afirma, repercutió en que regresaran las voces disonantes y críticas.
“Ya se puede hablar y criticar de un presidente como Santos o Duque y a los partidos políticos se les pudo empezar a decir las cosas como son. La opinión pública se ha transformado”, enfatiza, y, sin embargo, “no ha vuelto a ser la misma, ya no tenemos a esos escritores que mantenían esas posturas contrarias, a esos mismos humoristas políticos”.
Los académicos coinciden en que hay otros retos que atender asociados con el conflicto, la persecución y el asesinato de líderes sociales, pero también las nuevas dinámicas trazan desafíos nuevos con respecto a la libertad de expresión con relación, según Valencia Agudelo, al desarrollo de los medios de comunicación y de la inteligencia artificial.
Otro tipo de discusiones que hay que hacer también tienen que ver con el rol del Estado como regulador y catalizador de la libertad de expresión como derecho constitucional, como lo señala la profesora Gómez Osorio.
A propósito de eso, recientemente la FLIP y Reporteros Sin Fronteras se reunieron con el presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, quien se comprometió con la creación de un canal directo de comunicación para lograr mejor coordinación entre la Presidencia, la Unidad Nacional de Protección (UNP) y el Ministerio de Defensa con el fin de adelantar acciones de protección e investigación para atender casos de violencia contra periodistas.
Las formas de la libertad de expresión
Así como la libertad de expresión, el humor también ha cambiado. A su parecer, este ahora es usado para cautivar, comunicar y entretener, y cada vez más poco para hacer crítica política. Así es como lo considera el profesor Valencia Agudelo.
Los cambios que han traído consigo las épocas inciden, expone Manuel Silva Rodríguez, profesor de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle, para quien parte de la reconfiguración está asociada a las transformaciones tecnológicas que modifican las maneras que tenemos de estar y de habitar en el mundo. En ese sentido, las redes sociales y, en general, “el paradigma digital” se ha instaurado como un nuevo escenario en la historia que da lugar a que quien tenga acceso a un dispositivo pueda emitir cualquier contenido y expresarse.
En su momento, Garzón ejerció la libertad de expresión a partir del humor y el teatro. Actualmente, según el docente, esta se manifiesta de muchas formas de lo que él denomina como prácticas creativas y estéticas, que abarcan formas de representación tanto en el cine como en la literatura, por ejemplo, o la producción de memes, los cómics y la realización de videos por parte de youtubers,
El arte, como se ha entendido en Occidente desde aproximadamente el siglo XVIII, es un lugar de enunciación de las cosas y que tiene unas licencias. Frente al humor, dice, hay disparidad de criterios: unas formas se aceptan y otras se rechazan, e incluso se ha reconocido en él una capacidad subversiva.
Con respecto a esa forma de la libertad de expresión hay necesidad de generar reflexión, plantea, pues llama la atención sobre la pertinencia actual de hacer varias preguntas: “¿de qué es legítimo reírse? o ¿qué está legitimado hoy para ser objeto de la risa?, ¿dónde y por quiénes?, ¿hasta dónde puede llegar cualquier forma de arte?, ¿hasta dónde para sectores de la sociedad está permitido abordar, mediante recursos de comicidad, algunas temáticas o problemáticas?”.
(FIN/KGG)
2 de septiembre de 2024