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Se cuida, se conserva, es material o inmaterial, visible e intangible y hace parte de la identidad. El patrimonio es fundamental para reflexionar sobre la cultura, incide en la memoria e impone una serie de desafíos.

 

El bloque 41 se constituye como patrimonio arquitectónico. Fue reconocido como Bien de Interés Cultural de la nación. Foto de archivo de Unimedios.

 

Las costumbres, las tradiciones y las expresiones culturales no son estáticas, viajan de un lado a otro, operadas por individuos que se aferran a ellas y las defienden desde donde se hallen. El arraigo, el sentido de pertenencia, el sentirse parte de, la reafirmación de la identidad, más que búsquedas son manifestaciones de las convicciones y la necesidad latente de participación. De esa forma, y desde el reconocimiento de la diversidad, se teje patrimonio, uno que se construye en la cotidianidad, casi sin darnos cuenta.

Patrimonio es un concepto relativamente nuevo, desconocido 30 años atrás, pero ha tomado fuerza en tanto tiene que ver con un conjunto de elementos culturales que cada sociedad o grupo humano entiende como sus referentes de identidad. En la cultura contemporánea se relaciona con importantes preguntas sobre la identidad en un mundo en donde hay un constante intercambio, impulsado por las grandes masas de desplazamientos de comunidades como las árabes (siria y del África subsahariana) o la diáspora venezolana, por citar algunos ejemplos.

El patrimonio puede ser material o inmaterial. La noción del primero hace referencia a la conformación urbana y arquitectónica y ha sido considerado como privilegiado del reconocimiento que se desprende, por ejemplo, de la arquitectura, la estatuaria y las obras de arte. Por su parte, el patrimonio inmaterial corresponde a las expresiones culturales, la gastronomía o las diversas formas del conocimiento.

El patrimonio se puede construir de forma intencional o no. Por lo general, cuando se diseña una edificación hay ideas y, a partir de ellas, pensamientos más estructurados sobre lo que se desea materializar, lo que se da principalmente con los bienes muebles. Así lo explica Alba Ruth Marín Gómez, jefe de la Sección Documental de la UNAL Medellín.

Se han creado maneras de proteger el patrimonio desde varios frentes, entre ellos, las normas. Algunas que lo rigen son la Ley 163 de 1969, que dicta medidas sobre la defensa y la conservación del patrimonio histórico, artístico y monumentos públicos de la nación; la Ley 397 de 1997, mediante la cual se dictan normas sobre el patrimonio cultural y da origen al Ministerio de Cultura, y la Ley 594 del 2000, por la cual se dicta la Ley General de Archivos y otras disposiciones.

El patrimonio, que es confrontación entre permanencia y transformación, es también susceptible de amenazas y desafíos. La mundialización de la cultura, los consumos y el conocimiento es “un factor arrollador inevitable dramático, que avasalla las cosas ancestrales”, considera León Restrepo Mejía, profesor del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín, para quien la cultura tiene ese gran reto de encontrar los puntos de equilibrio.

Entre significados, memoria y sentido crítico

El patrimonio tiene tres momentos característicos importantes: recordar, conservar lo heredado y coleccionar, siendo este último una acción que se comenzó a dar en la Antigua Grecia. Asociado a él, también está la memoria, de la cual hay distintas formas: una, social y colectiva, que se da en grupos, es inconsciente y se transforma todo el tiempo; otra, la ancestral, que logra repetirse de una generación a otra y requiere de mecanismos técnicos para la conservación, como ocurren con los usos y costumbres de los pueblos indígenas y afrodescendientes, como explica la profesora Diana Luz Ceballos, del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas.

La comunitaria hace referencia a los grupos humanos, donde la memoria colectiva está dada entre generaciones; por su parte, la tradicional supera hasta las tres generaciones o siglos e, incluso, puede ser impartida por historiadores y académicos.

AL igual que la memoria, no hay un solo patrimonio, como se suele creer, por lo que es importante cuestionar, pues no “todos pueden verse representados”. Así lo cree la docente Ceballos, quien llama la atención, específicamente, sobre la idea que se tiene acerca de los bustos de los próceres: “Han sido exaltados de muchas maneras, pero solo hacen parte de una sección de la sociedad y de la historia”. Para ilustrar la capacidad de controvertir lo establecido, menciona como ejemplo el derribo del busto de Sebastián de Belalcázar, en Cali durante, el estallido social del 2021.

La Universidad, creadora y testigo del patrimonio

Durante un conversatorio reciente, Dayana Salazar Mesa, estudiante de Ingeniería Ambiental del Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica (Peama) de la UNAL Tumaco, compartió con la comunidad universitaria términos usados en la costa pacífica nariñense. En el público trataron de adivinar el significado de cada palabra tan particular como “ñaño” o “enante”.

“Reflexionar y compartir sobre las tradiciones y la cultura afro dentro de los espacios de la Universidad es significativo, ya que la academia no es solo un sitio académico. Es uno para que nuestras historias y nuestra cultura sean valoradas, para que los demás se interesen por lo que somos y representamos. Podemos mostrar las alegrías y las luchas de mi comunidad, no solo desde el arte, sino de la resiliencia que mantiene vivas nuestras voces”, dice.

Para una institución como la UNAL, el patrimonio puede ser muchas cosas. Es evidentemente una responsabilidad, pero es, ante todo, una oportunidad, según Restrepo Mejía: “Cada palabra de un profesor, cada enseñanza, acontecimiento o disposición de un espacio universitario debe ser un factor pedagógico. Las responsabilidades de los docentes no son solamente dar una clase y enseñar una fórmula, sino generar sentido de pertenencia y proyección de futuro”.

El patrimonio cultural que existe en la academia debe convertirse, de acuerdo con esto, en una posibilidad para hacer sentir a los estudiantes parte de un capital intelectual que se ha construido durante más de 150 años.

El valor y la pedagogía como retos

Con el patrimonio hay deudas, y en un país como Colombia, donde se destinan pocos recursos para la cultura, lo importante es girar la tendencia de conservación a las políticas claras con respecto a reconocer figuras no hegemónicas, por ejemplo, de acuerdo con la docente Ceballos, quien ve en hechos como el sucedido con los bustos durante el estallido social, oportunidades para hacer pedagogía. Adicionalmente, un desafío muy latente es vincular el patrimonio a la investigación, un asunto en el que Colombia está atrasado en comparación con otros países.

Tanto la profesora Ceballos como el docente Restrepo Mejía coinciden en la relevancia de rescatar la memoria de elementos pedagógicos del pasado, vinculados a carreras profesionales, y valorarlos como patrimonio, así como fortalecer el que ya se tiene, por ejemplo, la maquinaria antigua empleada en la formación de la Facultad de Ciencias Agrarias o las esculturas del maestro Pedro Nel Gómez.

(FIN/KGG)

15 de octubre de 2024