Más allá de las reflexiones, es necesaria la firmeza en las decisiones y en las acciones, así como asumir un rol activo y de responsabilidad individual en favor de la preservación de los ecosistemas, los servicios ecosistémicos y la biodiversidad. A esa conclusión llegaron académicos que analizan el panorama existente ante un reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) que llama la atención acerca del 2023 como el año más seco para los ríos del mundo.
En más de tres décadas, el 2023 se consolidó como el año más seco para los ríos del mundo, según el reciente informe “Estado de los Recursos Hídricos Mundiales” de la OMM, que indica que los flujos fluviales han estado por debajo de los índices normales, igual que los embalses, lo que reduce la disponibilidad de agua para la población, la agricultura y los ecosistemas, y ejerce mayor presión para el abastecimiento, de acuerdo con un comunicado de la mencionada organización internacional.
En 2023 se registraron elevadas temperaturas e inundaciones influenciadas por condiciones climáticas naturales, como lo es la transición del fenómeno de La Niña a la de El Niño, y por el cambio climático inducido por el hombre. Celeste Saulo, secretaria general de la OMM, explicó que "a raíz del aumento de las temperaturas, el ciclo hidrológico se ha acelerado. También se ha vuelto más irregular e impredecible y nos enfrentamos a problemas crecientes de exceso o escasez de agua”, afirmó.
Además de la disminución de caudales de ríos, embalses y lagos, la OMM comunicó sobre la pérdida de más de 600 gigatoneladas de agua en glaciares, la mayor registrada en 50 años, y la predominancia de niveles de humedad por debajo de lo normal. Acerca de este último aspecto, el docente Conrado Tobón Marín, del Departamento de Ciencias Forestales de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín, comenta que eso implica un problema global “serio”, dado que esta controla la evaporación desde el suelo y la transpiración de las plantas. Como consecuencia, en algún momento, puede ser posible un “problema de seguridad alimentaria”.
Añade que, pese a que la distribución de la precipitación es un aspecto ligado al ciclo hidrológico global, también determina la disponibilidad de agua regional y local, en lo que tienen que ver las características de las regiones como la posición del territorio continental con respecto a los océanos. En gran parte del planeta está sujeta a ciclos de precipitaciones y a sus magnitudes. En el Huila, por ejemplo, la posición de las dos cordilleras dan sombra al valle seco y por eso allí baja la precipitación, y el otro caso la parte del río Cauca que corresponde a Antioquia, la Cordillera Occidental sirve de bloqueo a las masas de nubes que ascienden sobre el Pacífico, de tal manera que el agua se precipita sobre todo el costado en el Chocó biogeográfico, “donde la disponibilidad pasa a ser exagerada, mientras que en el valle del río Cauca, en esta parte del país, es baja”.
El problema del agua no solo depende de las precipitaciones, sino de la disponibilidad y que los ecosistemas de páramo actúen como reguladores. Además, de que de la seguridad hídrica depende la distribución, se propicia la evapotranspiración, explica Javier Montoya Jaramillo, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Medellín, quien, en ese sentido, es claro en que “tenemos que saber cómo equilibrar la conservación del medio ambiente como los mecanismos productivos”.
En el componente de la disponibilidad no se puede hacer mucho, como dice el docente Tobón Marín, pero sí existe otro sobre el cual se puede tomar acción: el manejo del agua que se precipita y la preservación de ecosistemas y acuíferos que funcionan como reservorios: “Si hay territorios no degradados, con bosques o vegetación nativa, se garantiza la disponibilidad, a través de la infiltración y la recarga de los acuíferos, pero si se destruyen, las propiedades del suelo no es posible que el agua ingrese a él”.
Y es que, cuando las propiedades del suelo son alteradas, explica, la infiltración disminuye y, al hacerlo, parte del agua que cae como precipitación se escurre superficialmente y drena rápidamente hacia los arroyos y quebradas, de ahí las inundaciones, que pueden ser un problema. Otro inconveniente que menciona es que, al no entrar el agua al suelo, no se recargan los acuíferos, motivo por el cual, cuando llegan los periodos de sequía y estos se prolongan, las quebradas se secan.
En esas alteraciones es importante los cambios de usos del suelo, sobre todo en lo que respecta a los monocultivos intensos, la deforestación y la urbanización. Todas estas son ejercidas por el hombre, de ahí que haya una necesidad de reflexionar sobre el rol de sus acciones, según Fernando Elí Romero Ordónez, de la Facultad de Ciencias de la UNAL Bogotá.
No obstante, ni la situación alertada por la OMM ni las declaraciones de Saulo deben generar alarma ni crear pánico, llama la atención el profesor Tobón Marín. Como se menciona en el Informe, está de acuerdo en que es fundamental el monitoreo constante y, por ende, cuestiona el hecho de que el análisis de los caudales de los ríos se haya elaborado solo a partir de un año, teniendo en cuenta que lo ideal es hacerlo, por lo menos, para un periodo de 10 años, a fin de conocer el comportamiento modal y, con mayor certeza, las razones.
Expone el caso de Colombia y del panorama que ha evidenciado en investigaciones realizadas con datos correspondientes a 13 años no continuos en bosques andinos y páramos, donde no se ha evidenciado una disminución temporal de la humedad del suelo, que es una de las variables más importantes.
El rol de cada persona: hacerse cargo y partícipe de acciones de mitigación
El calentamiento global es una realidad que debe atenderse con acciones globales, de acuerdo con el profesor Montoya Marín, y, por lo general, están marcadas por la economía. Para él, lo que se puede hacer es incorporar en el diario vivir acciones de menos consumo y afectación al medio ambiente: “Colombia es un país privilegiado en recursos naturales, agua y biodiversidad, sin embargo, esa ventaja se ha venido disminuyendo y si no la conservamos podemos perder la riqueza hídrica. Es importante ser conscientes de preservar nuestros ecosistemas y de la funcionalidad ecológica de cada uno, pues hay unos sobre los que hay mucha presión”.
Es prioritario adquirir una sensibilización frente al tema en torno al cual, según el docente, hay una percepción generalizada de que se trata de un problema “etéreo” en el que no tenemos parte como individuos y que, a lo mejor, no se puede hacer nada. Una de las claves, considera el académico, es adecuar la información técnica y científica para comunicar en las comunidades y promover las investigaciones locales.
Poner en debate estos temas en el marco de eventos como la COP16 es también importante para él, pues Colombia, “al ser un país rico en agua lo es en biodiversidad, por lo que es vital impulsar acuerdos, porque serán asunto de supervivencia”.
El profesor Tobón Marín retoma para comentar con respecto a la disponibilidad del agua, en lo que también tiene su parte el cambio climático, que se refiere a los efectos del aumento de la temperatura de la superficie de la Tierra, que es el calentamiento global. Para él, “la mejor manera para hacerle frente a este y a otros impactos que estamos causando es parar la deforestación. No disminuirla, sino pararla. Así vamos a fijar carbono, a descontaminar el medio ambiente, a ganar agua, suelos, biodiversidad”.
Sobre ese último aspecto, un estudio del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla, publicado en la revista Nature Ecology and Evolution, evidenció que los cambios en la disponibilidad de agua provocan cambios drásticos en la biodiversidad del suelo, incluyendo bacterias, hongos e invertebrados, así como en la productividad de las plantas y en su interacción con microbios. Los resultados de la investigación sugieren que sobrepasar límites de disponibilidad de agua puede ser crítico en la provisión de servicios ecosistémicos primordiales.
El agua cubre casi el 70% de la superficie de la corteza terrestre y su mayoría se encuentra en los océanos y los glaciares, contextualiza el profesor Romero Ordóñez. Solo esa información debe servir para dimensionar y adquirir una sensibilidad sobre la conservación como prioridad: “el cuidado de la naturaleza es una cosa de educación y de respeto, porque el agua, los seres humanos, la flora y la fauna son vida”. Para él la tarea es el cuidado.
En el marco de la COP16 es importante generar sensibilización, coinciden los académicos, pero, adicionalmente, es realmente necesario poner a conversar a quienes hacen ciencia con quienes se encargan de las administraciones de los territorios, como sugiere el profesor Tobón Marín. Y como considera el profesor Montoya Jaramillo, la academia también tiene responsabilidad en impulsar consciencia desde el fomento de la investigación a partir de los problemas sociales y ambientales de cada territorio.
(FIN/KGG)
21 de octubre de 2024