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En 2023, 725 mil niños, niñas y adolescentes perdieron el año escolar, según datos del Ministerio de Educación, situación que genera debate y despierta el interés de la comunidad académica nacional, pues, aún cuando se cuenta con los insumos y las herramientas para una reforma a la Ley Estatutaria de Educación que permita mitigar esta problemática, aún no se hace la tarea. ¿En qué se está fallando?, ¿cuáles son las alternativas para disminuir la repitencia escolar?

 

La participación de las familias en la educación es fundamental para el proceso de aprendizaje según los académicos. Foto Ministerio de Educación.

 

Con un récord histórico en la última década, 725.563 niños, niñas y adolescentes se vieron obligados a repetir el año escolar en el 2023. Esto, no sólo marca un incremento considerable (176.362 estudiantes repitentes en 2019), de acuerdo con datos entregados por el Sistema Nacional de Información de Educación Básica y Media (SINEB), sino que plantea interrogantes sobre los desafíos que enfrenta el sistema educativo en el país.

Para Soreyi María Barrero Castañeda, profesional de apoyo de la Dirección de Bienestar Universitario en temas de pedagogía y administrativos de la Escuela UNAL de la Sede Medellín, esta situación pone en alerta y a reflexionar a todas las instituciones educativas (IE), debido a que el sistema educativo y de evaluación actual está estructurado para que los estudiantes avancen en su proceso educativo, no para que pierdan.

“El Decreto 1290 de 2009 regula el sistema de evaluación en las IE desde primero a once, les brinda autonomía para que creen su sistema, además de unos lineamientos generales, unos elementos comunes para que al momento en que un estudiante decida transitar de una IE a otra se pueda interpretar en qué condiciones llega, qué aspectos a mejorar tiene, de la mano de las familias. Este señala que se deben construir estrategias de apoyo y no esperar a que el estudiante pierda, esto se refiere a que podamos hacer ajustes razonables ante algún tipo de necesidad educativa con una flexibilización curricular”.

Según la Licenciada y Especialista en Pedagogía, si se ponen en marcha todos estos elementos que da el Decreto y este ejercicio se implementa de una manera adecuada, “seguramente estos resultados de repitencia e, incluso, de deserción, cambiarían, se debe revisar el sistema de evaluación porque hay instituciones que tienen una exigencia muy alta académicamente y hay estudiantes que que no tienen la capacidad para rendir bajo esas exigencias”, enfatiza Soreyi Barrero.

Fragilidades

La región que más preocupa y que es oportuno considerar prioritariamente para hacer investigaciones es el Amazonas, según los datos del SINEB, explica Fabio Jurado Valencia, profesor jubilado del Instituto de Investigación en Educación, de la Universidad Nacional de Colombia.

“Departamentos como Guainía, Vichada y Vaupés aparecen con los datos más altos en reprobación y repitencia. Hay que tener en cuenta las particularidades de las regiones, niños, niñas y jóvenes son en un alto índice bilingües debido a que provienen de comunidades indígenas y se encuentran con escuelas monolingües. Hasta la fecha ningún Gobierno se ha interesado por fundamentar programas de formación de maestras y maestros indígenas y de otras regiones que sean bilingües en consonancia con las comunidades indígenas que habitan esos territorios”.

 

De acuerdo con los académicos, todos los menores se adaptan a un ritmo distinto al entorno educativo por factores sociofamiliares y de capital simbólico y cultural en donde habitan. También, es necesario entender que los modelos pedagógicos no aplican para todos y todas, cada alumno tiene sus particularidades y unos principios formativos que es necesario se identifiquen al momento de su matrícula en la Institución. A esto se suman otros componentes de desigualdad económica y social que agudizan la situación.

 

“Creo que otro factor importante que podría explicar esta situación es que la labor docente se encuentra enrarecida por una serie de tareas adicionales de carácter administrativo que deben cumplirse y que en ocasiones le resta tiempo al cumplimiento de otros deberes. Además, debemos tener en cuenta los decretos de racionalización educativa que aplica Colombia desde el 2020 por orientaciones del Banco Mundial para hacer más eficiente el gasto en educación como se denomina, hace que nuestros grupos sean grandes y que, en ocasiones, no sea posible una atención personalizada o sea posible reconocer o identificar qué es lo que pasa con los y las estudiantes en las instituciones educativas”, puntualiza Hilda Mar Rodríguez Gómez, profesora e investigadora en pedagogía e infancia de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia.

De otro lado, el investigador Fabio Jurado resalta otras fragilidades del sistema educativo colombiano, que están tanto en la base de este, en lo que se conoce como educación para la primera infancia o educación inicial y en la parte superior del mismo; es decir, en la educación media que se recibe antes de ingresar a la Universidad.

“En la base, si bien hay un decreto que hace posible los tres grados de educación preescolar, como los denomina la Ley General de Educación: prejardín, jardín y transición, todavía no hay conexión. A excepción de Bogotá no hay iniciativas locales para hacer realidad este nivel educativo que es fundamental para que los demás niveles se vayan ajustando”, expone Jurado, asesor y evaluador en la Maestría en Educación de la UNAL Bogotá.

 

El Ministerio de Educación Nacional considera estos grados como una preparación a la educación formal, espacios y tiempos para el desarrollo del pensamiento creativo, descubrir los entornos, las artes plásticas, la música, el teatro, entre otros.

 

“Esto es lo que en cualquier país se da en ese nivel educativo, más allá de ejercicios rutinarios, como planas o repetir sonsonetes, algo que también hay que cuestionar. En los datos del SINEB, en el año 2023, el 4.70% de los estudiantes de transición repitió el año, esto tiene que ser objeto de indagación porque en ningún documento se señala que los niños de transición pueden perder el año. Este es preparatorio para acceder a la primaria con las diferencias que son inevitables y más aún en un país desigual como el nuestro”, recalca Fabio Jurado Valencia, coordinador nacional de la Red Colombiana para la Transformación de la Formación Docente en Lenguajes.

La otra parte débil está en lo que la Ley General de Educación identifica como educación media que no es como en otros países, agrega. “En México se llama preparatoria, en Estados Unidos y Canadá es el High School, (...) son escenarios que han sido diseñados exclusivamente para la preparación a la vida universitaria o a la vida laboral, para la madurez que demanda el mundo global. En Colombia, los grados décimo y once constituyen la continuación de la secundaria, porque son las mismas áreas y no hay una frontera; además, se distingue entre educación media académica y educación media técnica, que es una distinción arbitraria porque todo está integrado”, señala Jurado.

Las tareas

“Hay que empezar a ser abiertos y comprender cuál es el tipo de población que tenemos, a entender que la calidad académica no está reducida a un número, los estudiantes no son números. Debemos empezar a evaluar por procesos, un estudiante no puede perder porque no presentó las cinco tareas que mandó el docente, esas son pequeñas actividades para evaluar unos logros procedimentales. Pero hay alumnos que no presentan tareas y aprenden, con solo tener una clase sabe dar respuesta de lo que aprendió, entender que los niños tienen otros ritmos y formas, unos son más auditivos, unos más visuales, todos somos diferentes”, manifiesta Soreyi María Barrero Castañeda, especialista en pedagogía de la Escuela UNAL Medellín.

Sin embargo, con lo que se ha investigado en el país, se podría tener un sistema educativo con solidez, robusto, que responda a las expectativas de los niños y jóvenes, reitera el profesor Fabio Jurado.

“El Ministerio tiene todos los insumos para proceder con las reformas que se requieren en el Sistema Educativo Colombiano. La consistencia en los enfoques pedagógicos y curriculares están declarados en la Ley General de Educación de 1994 y en los Lineamientos Curriculares de 1998, allí hay unos acuerdos con investigadores, el profesorado y el Ministerio en torno a la importancia de considerar un enfoque sociocultural, socioconstructivista para la configuración curricular, las pedagogías y la evaluación, esto sumado a los Estándares Básicos de Competencia del 2006. Pero aparecieron gobiernos con otros enfoques relacionados con el aprendizaje inicial de la lectura y la escritura que son contrarios al enfoque sociocultural aprobado en los lineamientos curriculares y en varios documentos del Ministerio de Educación Nacional”.

Y aunque el país tiene las herramientas legislativas para iniciar cambios y disminuir la repitencia, su contexto agudiza la problemática. “Hay zonas de difícil acceso donde los alumnos pasan mucho tiempo del año sin docentes o llegan y rápidamente renuncian porque son lugares complicados sin otra presencia del Estado ni otras instituciones que ofrezcan un acompañamiento integral, el conflicto armado activo que hace que haya cierta presiones, las dificultades familiares, son otros factores que contribuyen a esta situación”, agrega la profesora Hilda Mar.

 

Para combatir la repitencia, es primordial retomar la discusión en torno a la Ley Estatutaria para la Educación que inició en 2024. Ley que es esencial para las reformas que requiere el Sistema Educativo Colombiano.

 

“No escalonar el aprendizaje grado por grado, sino en conjuntos de grados, a esto lo llamamos ciclos. Por ejemplo: transición, primero y segundo conforman un ciclo y el profesorado que pertenece a ese ciclo es quien define criterios de evaluación, modalidades pedagógicas, etc. De otro lado, pensar el currículo como campos de pensamiento, no sería tan abrumador como pedirle a un niño responder por 10 y hasta 15 asignaturas en un año lectivo, en total son cuatro campos de pensamiento: comunicación, arte y expresión; el pensamiento matemático y lógico; el pensamiento histórico social, y el pensamiento científico tecnológico”, añade el profesor del Instituto de Investigación y Educación de la UNAL Fabio Jurado.

En esta situación las universidades tienen un compromiso, no solo el de revisar sus maestrías en educación para que estas respondan a las necesidades de investigación auténticas del país. Además de fundamentar proyectos de acompañamiento que vinculen la extensión, la investigación y el conocimiento de los docentes y los directivos de las instituciones de educación para que la convergencia de saberes permita las transformaciones que se requieren en este campo. 

(FIN/JRDP)

17 de marzo de 2024