El declive de las poblaciones de polinizadores como las abejas pone en riesgo el futuro de los alimentos. El cambio climático y la expansión de la frontera agrícola son algunas amenazas, pero la desinformación representa también, en cierto modo, un riesgo. Expertos analizan la situación actual y dan pautas para conservarlas.
No importa que, en promedio, las abejas midan 12,7 milímetros y Mauricio Silva, 1 metro con 60 centímetros; con respecto a ellas él se siente muy inferior aunque el tamaño no tiene nada que ver. El apicultor y su esposa, Diana Arboleda, son como un par de salvadores que desde el corregimiento San Sebastián de Palmitas (de Medellín, Antioquia) hacen lo posible por salvaguardarlas.
Las abejas tienen la gran capacidad de transportar polen desde los estambres hasta los estigmas de las flores, donde germinan y fecundan los óvulos de las flores, facilitando así la producción de semillas y frutos. El proceso se llama polinización y de él depende más del 75% de los cultivos en el mundo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés).
Ese rol fundamental es cada vez más escaso. La combinación del creciente uso de herbicidas y pesticidas, el incremento de monocultivos que limitan la diversidad de flores y el cambio climático ponen en riesgo a especies de polinizadores, al punto de que varias en el mundo están siendo llevadas a la extinción por diferentes presiones; muchas de ellas ocasionadas por el hombre.
La conclusión es de la primera Evaluación global de polinizadores, un estudio que realizó el Panel Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES por sus siglas en inglés), cuyos resultados se conocieron el 26 de febrero de 2016.
El hecho ha llevado a la reflexión internacional. ¿Es posible un mundo sin polinización? Un laboratorio de la Universidad de Harvard (en Cambridge, Estados Unidos) desarrolló un polinizador robotizado. “Pero cualquier alternativa similar implica costos o externalidades no calculadas que tendrán implicación en el bienestar humano por el alto valor que probablemente deberán asumir los consumidores para la adquisición de los productos obtenidos de estos procesos de polinización artificial”, menciona un grupo de investigadores del Instituto Humboldt, entre ellos su directora, Brigitte Baptiste, en el capítulo 3 de la Iniciativa Colombiana de Polinizadores – Abejas.
El oficio de alejarlas del peligro
Hay quienes, en general, les temen a los insectos, quizás, por desconocer el rol que desempeñan en los ecosistemas y podrían considerar que la medida más efectiva para alejar a las abejas es atacarlas, insinúa Mauricio al decir que “hasta hace pocos años, tal vez dos o tres, las personas que tenían dificultad con ellas se comunicaban con los bomberos. Lo que hacían era fumigarlas con insecticidas o con una solución de agua con detergente. Todos los casos que atendían significaban la muerte”.
“Se quemaban con candela”, recuerda Juan Diego Arias Montoya, bombero desde hace 10 años en Cañasgordas (Antioquia). Lo hizo hasta febrero del año pasado cuando recibió una capacitación en manejo adecuado de abejas. Sus profesores fueron, precisamente, Diana, quien es estudiante de la Maestría en Medio Ambiente y Desarrollo la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Medellín, y su esposo Mauricio, zootecnista de la misma institución.
Ahora Juan Diego las rescata. Se pone un traje protector, las captura y las reubica en sitios dedicados a la apicultura. Ha quitado varios enjambres de áreas aledañas al tramo del Túnel del Toyo que se construye actualmente y es tal su compromiso que afirma que, desde el Cuerpo de Bomberos se tiene la idea de fabricar los cajones para “montar un apiario nosotros mismos”.
En el valle de Aburrá también han sido capacitados en manejo adecuado de abejas funcionarios de las alcaldías y de los consejos municipales de gestión del riesgo. La idea, dice la subdirectora del Área Metropolitana, María del Pilar Restrepo, “es que profesionales especializados hagan el rescate y trabajo de acompañamiento a los municipios para que aprendan a manejar este tipo de situaciones, de tal forma que no se utilicen las técnicas usadas tiempo atrás”.
Lecciones de las tragedias
A Jairo Antonio Velandia la apicultura lo ha conducido al activismo. Desde hace 30 años trabaja con abejas, pero fue hace cuatro cuando en su predio, en Guasca (Cundinamarca), perdió la mitad de sus colmenas, según él, por culpa de fumigaciones con tractores que realizó una empresa de cultivos de papa.
En Colombia se han registrado varios casos de muerte colectiva de abejas. A finales de agosto de 2018, por ejemplo, campesinos de Tierralta (Córdoba) reportaron la muerte de 1.200 colmenas. Ese mismo año, en Caicedonia (Valle) se produjo un hecho similar que involucró a 1.280 y en Sevilla (Valle) 30 fueron atacadas con veneno en enero pasado por personas no identificadas. Cada colmena de abejas africanizadas como las Apis mellifera, que son las empleadas en apicultura, puede tener hasta mil individuos.
Casos como esos llamaron la atención de Jairo Antonio, quien conformó junto con otros apicultores el colectivo Abejas Vivas. Desde allí se promovió la iniciativa de construir un proyecto de ley para la protección de polinizadores que ha sido tramitado en tres debates del Congreso de la República y que habla de la muerte de cerca de mil millones de abejas en el país.
El objeto del proyecto de ley es salvaguardar las abejas y exponer “la importancia que tienen en la vida humana y del planeta, en la seguridad alimentaria y lo que concierne al ambiente, pero le han cambiado el corazón; se le quitaron los artículos que prohíben sustancias como el Fipronil, insecticida muy usado en agricultura y que ha salido en las muestras de abejas muertas que ha habido en el país”, lamenta Jairo Antonio.
La importancia de estudiarlas
En Colombia, la academia es uno de los sectores que más se ha preocupado por la situación, expresan varios investigadores de la U.N. Sede Bogotá en el quinto capítulo del documento de la Iniciativa Colombiana de Polinizadores – Abejas, editado por la profesora Guiomar Nates, del Departamento de Biología.
Afirman que se han realizado investigaciones, cursos y talleres con el objetivo de producir conocimiento científico. Específicamente, la Universidad ha trabajado en taxonomía, palinología (estudio de polen y esporas) polinización y, últimamente, en biología molecular.
Uno de los trabajos que se ha realizado en la U.N. Sede Medellín lo ha adelantado el Laboratorio de Paleoecología, que hizo un inventario de abejas urbanas o sin aguijón que han llegado al campus para obtener lo que necesitan cuando son desplazadas por algunas modificaciones de sus hábitats.
Según la profesora Sandra Uribe Soto, coordinadora del Museo Entomológico Francisco Luis Gallego, en el Campus El Volador se han encontrado hasta el momento unos 190 nidos de cuatro especies nativas representativas (Tetragonista angostula, Nannotrigona sp. Scaptotrigona ef. Limae y Partamona peckati) que están siendo estudiadas desde la perspectiva de la sistemática y la conservación.
Acerca de la divulgación en la sociedad, el profesor del Departamento de Biología y encargado del Laboratorio de Investigación en Abejas de la U.N. Sede Bogotá, Rodolfo Ospina, expone que la información y el discurso se deben ampliar a las abejas nativas sin aguijón como las meliponas.
Argumenta que “la gente cree que el cuidado de las abejas debe ser de Apis mellifera”, que fueron introducidas por los jesuitas en la época de la Conquista según el profesor. “Y, obvio, hay que pararles bolas, pero las que realmente están en extinción son las abejas silvestres, de esto casi nadie habla. Con ellas también se está dando este problema de la desaparición”, complementa. En esta medida, la intensificación de la agricultura y, por ende, la deforestación son grandes amenazas.
¿Desprotegidas legalmente?
La Iniciativa Colombiana de Polinizadores, fue presentada este 22 de mayo por el Ministerio de Ambiente, el Instituto Humboldt y la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca. Es una guía de política pública construida por varios centros de investigación, autoridades ambientales, entes estatales, academia y sector productivo.
En Antioquia se han realizado otros esfuerzos de protección. Un ejemplo es la Ordenanza N° 46 del 21 de diciembre del 2018 mediante la cual se declara a las abejas, insectos de interés ecológico, social y económico en el departamento.
Entre varios propósitos, el documento insta a generar y apoyar prácticas agrícolas y forestales que beneficien la protección de las abejas, además, a realizar campañas de pedagogía para instruir a la comunidad en general sobre la vida de las polinizadoras; su crianza, manejo y beneficios ecológicos.
Así también lo propone el Área Metropolitana del Valle de Aburrá a través del Concepto jurídico N°1 de 2019 emitido el 18 de febrero de este año. En él se sugiere “plantear una estrategia comunicacional y de relacionamiento ciudadano (que puede estar vinculado a programas de eco-huertas urbanas) para que habitantes metropolitanos apoyen la protección de las abejas aprovechando espacios verdes que hay en las casas, edificios o empresas generando hábitats temporales y alimento para estas especies”, dice en el documento.
En todo caso, el análisis debe trascender, según el profesor Rodolfo: “creo que esa consciencia, por el hecho de ser mediática, ha sido un poco sesgada hacia valores románticos. Hay muchas cosas que hacer y discutir; que la gente no vea a los insectos como enemigos, para eso se necesita asistencia técnica para los campesinos”.
Las primeras aventuras de la abeja maya, que salvaba de los peligros a su colmena, quedaron consignadas en la novela de Waldemar Bonsels en 1912. En 2012 cumplió 100 años, muchísimo menos del tiempo que llevan estos insectos en el planeta.
“Siempre pienso en los años de evolución que nos llevan las abejas. Hay reportes de que están desde hace unos 120 millones de años habitando la Tierra y nosotros (los seres humanos), apenas unos 12.000, entonces me siento trabajando con un ser superior”, destaca Mauricio.
27 de mayo de 2019