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Exrepresentantes estudiantiles y profesores exponen sus puntos de vista sobre las habilidades que pueden proporcionar los movimientos en áreas diferentes a la academia. Movimientos que, según ellos, han evolucionado de las relaciones ideológicas, políticas e incluso subversivas, a las de diálogo y concertación. Una reflexión a propósito del Día del estudiante caído que se conmemoró el 8 de junio.

Fue en partidos de fútbol que jugaba en el colegio privado La Quinta del Puente (en Floridablanca, Santander) que al ahora abogado Juan Sebastián López, lo inquietaron las desigualdades, dadas las situaciones injustas que enfrentaban algunos de sus compañeros de equipo.

Así se empezó a interesar en el liderazgo, fue personero de esa institución y después, en un viaje a Múnich, en Alemania, se preguntó: ¿Si acá viven tan bien, por qué en Colombia no? Quiso ser abogado, dice, “con el sentido romántico de hacer justicia”. Esa idea tuvo que ver con la decisión de vincularse al activismo estudiantil universitario desde donde expresó inconformidades por temas como el Tratado de Libre Comercio que Colombia estableció con Estados Unidos.

Juan Sebastián fue representante estudiantil de la Universidad Externado de Colombia entre 2010 y 2013, participó en la coordinación del movimiento estudiantil de universidades privadas en 2011, durante las movilizaciones lideradas por la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) contra la reforma a la Ley 30 de 1992, que rige el sistema universitario.

De esa experiencia aprendió “que necesitamos un mundo y un país democrático. Sobre todo, hay que mantenerlo y expandirlo en las universidades”, afirma. “Tanto en las públicas como en las privadas debe haber un derecho al libre discurso y a la libertad de expresión, por supuesto sin pasar los límites legales”, complementa.


Evolución y realidades

Durante los años 20, 30 y comienzos de los 40, el liderazgo estudiantil en Colombia estaba articulado, especialmente, con gobiernos liberales, lo que se rompió con su radicalización en los años 60 “cuando se tornó más opositor, beligerante y vinculado con los grupos de izquierda”, expone Mauricio Archila Neira, profesor del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Bogotá.

En la actualidad, el Movimiento es “más colegiado, menos caudillista, protagónico y, me parece, más autónomo y con elementos de negociación con relación al Estado”, agrega.

Para el académico, las luchas son necesarias y si bien el panorama de las universidades públicas no es alentador, el movimiento estudiantil ha contribuido a que se cualifique la academia, que haya un pensamiento crítico y responsable “que hay que valorar”.

Comprender las situaciones generales contribuye a adquirir posiciones consecuentes con las necesidades de la universidad pública, expone el politólogo Amaury Núñez, representante estudiantil ante el Consejo Superior de la U.N. entre 2013 y 2016.

“Los estudiantes que lideraron el paro del año pasado también lo entendían así, por eso lograron, con mucha argumentación y estadísticas soportar los reclamos que hacían al Gobierno Nacional. Es algo que se ha presentado reiterativamente: tenemos la mejor fuerza de argumentos para controvertir. Afortunadamente es así porque de lo contrario no hubiésemos tenido cómo movilizar”, asegura.

La lucha social está muy emparentada con el mundo universitario, considera Jhon Alexánder Sánchez Taborda, taxónomo vegetal, quien en 2010 fue parte del movimiento estudiantil de la Universidad del Quindío sin pertenecer a alguna organización establecida. Para él, fue “una manera de confrontar la realidad de la parte que nos tocó habitar”.

“Si uno como estudiante no se preocupa por el país y por la propia situación de su universidad, le ha faltado algo muy importante en su quehacer. Los que hemos abanderado luchas podemos decir que es ahí donde se siembra la semillita de buscar una mejor sociedad en su conjunto”, dice la exrepresentante estudiantil de la Universidad de Caldas, María Antonieta Cano, licenciada en Ciencias Sociales y actualmente profesora de la Universidad Militar Nueva Granada.

Pero defender los derechos no es una tarea sencilla de asumir, sugiere Jhon Alexander al hacer alusión sobre lo difícil que esto puede ser en Colombia, donde se dan fenómenos como la corrupción.

Los liderazgos sociales, manifiesta, son un aliciente para mantener viva la esperanza, pero lamenta que sean, según él, una manera de “estrellarse”: “Es darse cuenta de que lo que se logre hacer desde los movimientos es muy íngrimo y aunque es muy importante, es más la sangre que corre. Mientras eso exista aquí nadie va a cambiar nada y eso me parece muy fuerte”.

Los líderes en general son fundamentales, asevera John Mario Muñoz, decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia, pues destaca que además de constituirse como sujetos políticos, reivindican derechos, “lo cual es muy importante porque el déficit es muy alto”.

Como el exintegrante del movimiento estudiantil de la Universidad del Quindío, el Profesor Muñoz reflexiona acerca de la situación de los líderes en el país, quienes “están catalizando un malestar en la sociedad” y asumen sus roles “a sabiendas de que su vidas corren peligro”. En ese sentido, llama la atención sobre la necesidad de escucharlos, respetarles la libre expresión y no estigmatizarlos.

Y es que los liderazgos en las universidades son valiosos, dice el profesor Alcides Gómez Jiménez, del Departamento de Economía de la U.N. en Medellín, quien en su época de estudiante universitario hizo parte del Movimiento en la Sede Bogotá.

“Vivir la universidad no es solo aprobar las asignaturas, es participar de la riqueza que tiene en tantos ámbitos; permite tener una visión global y facilita la elección de las preferencias en varios campos”, expresa.

En las clases, el profesor Archila Neira se lo recuerda a sus estudiantes: “se trata, ante todo, de formar ciudadanos. La Institución tiene una responsabilidad ética en ello; por supuesto que sus compromisos son académicos pero debemos formar personas con tengan criterios para tomar sus decisiones. Parte de eso es formar pensamiento crítico, lo que vulgarmente se conoce como no tragar entero”.

La reflexión, pareciera, no quedar solo en las aulas; también en la música. La canción que escribió Violeta Parra y cantaba Mercedes Sosa, Me gustan los estudiantes, dice en uno de sus estribillos: “me gustan los estudiantes porque levantan el pecho cuando les dicen harina sabiéndose que es afrecho y no hacen el sordomudo cuando se presenta el hecho”.

10 de junio de 2019