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La decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de limitar a Huawei para adquirir productos de ese país por considerar que la multinacional china puede significar riesgo para la seguridad nacional, alertó a los usuarios de la marca, que en 2018 el mandatario les prohibió usar a sus agencias. La sucesión de hechos ha derivado en un conflicto comercial.

Será “una especie de guerra larga, de desgaste a nivel comercial, económico y político que, ojalá, no termine en un conflicto militar, pues podría darse en el Estrecho de Taiwán y en el Mar del Sur de China”, dijo el profesor Hernando Matallana Laverde, de la Escuela de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, en el programa Debates Económicos de U.N. Radio.

Sin embargo, lo ocurrido con Huawei no es necesariamente una situación nueva, como lo expone Camilo Ignacio Coronado Ramírez, profesor de la Escuela de Economía de la UNAL en Medellín, quien explicó que las raíces de este conflicto son profundas.

La Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, dice, también tuvieron repercusiones en China, en el sentido de buscar una apertura ante un modelo económico que sufría consecuencias del atraso en comparación con otros países de similar tamaño y expectativa de crecimiento económico.

Así, comentó, “China empezó a abrirse a sus primeros ensayos de una economía con apertura de mercado y a recibir inversión extranjera, por la que llegó la transferencia tecnológica. En principio fue la fábrica del mundo, con mano de obra barata sinónimo de productos malos. Luego empezó a convertirse en una economía competitiva, lo que superó, con creces, la expectativa norteamericana”.

Según el profesor Coronado Ramírez, China ha sido líder de la formación de un banco asiático y su funcionamiento llevó incluso a rivalizar, por los montos que manejaría, con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que han instado, tanto a esa nación como a Estados Unidos, a finalizar hostilidades.

Para el profesor Matallana Laverde, si bien China ha sacado a una gran población de la pobreza, las desigualdades en su economía interior se han expandido así como la gran destrucción de sistemas ecológicos y ambientales. “El precio del desarrollo industrial de China es sobre la población y la naturaleza”, afirmó.

Esa misma dinámica, agregó, es la que ha convertido a China en una potencia. “Los superávits comerciales, los procesos de realización y de ganancias se traducen en acumulación acelerada y la convierten, en 30 años, en una economía mayor a la de Japón o Alemania en producción industrial y servicios”.

De esa manera, se origina un cambio de una economía agrícola a una de industria manufacturera y de servicios, añadió: “Es un proceso grande de transformación en el que hay presencia importante del Estado. Y si bien hay empresas privadas, la mitad de la economía está controlada o guiada por el Gobierno o empresas estatales”.

En el caso de Estados Unidos ha sido diferente, explicó el profesor Coronado Ramírez: “una cosa es el Gobierno y otra muy distinta, las multinacionales que se aprovecharon del esquema de globalización para llevar sus plantas de producción de mano de obra barata a otros rincones del planeta, incluido China, y que, mientras eso le generó grandísimos beneficios, sus intereses diferían de los del pueblo norteamericano, a la que hoy, la coyuntura actual, pone del mismo lado”.

“Por eso hoy vemos que se le ponen corta-pinzas para el uso del sistema Android o de ciertos elementos tecnológicos que le hacen daño a las empresas líderes chinas”, agregó. Estados Unidos no solo ha fallado en eso, sino en muchas otras cosas, consideró el académico. Las más radical es haber transferido tecnología “de manera tan inocente”, de “haber subestimado la capacidad de aprendizaje de los chinos en materia tecnológica, pero también en materia de políticas económicas para propiciar un crecimiento económico rápido que pudiera ponerlo en jaque”.

Y es que la hegemonía que había prevalecido era la del país norteamericano. El profesor Matallana Laverde explicó que, con su moneda, Estados Unidos fue hasta los años 70 el país acreedor y para imponer su hegemonía monetaria sobre el mundo, tuvo que aplicar un sistema de préstamos y créditos a la economía mundial.

A su vez, para que las naciones deudoras del país norteamericano fueran viables económicamente, debieron tener la capacidad de poder exportar más de lo que importan de Estados Unidos a fin de que la diferencia en dólares les permitiera saldar sus obligaciones.

“Esa es la contradicción fundamental de un país hegemónico: tiene que expandir su crédito y, al mismo tiempo, permitir que los países en los cuales quiere desarrollar su hegemonía puedan tener superávits comerciales”, manifestó.

El caso es, argumentó el profesor Coronado Ramírez, que a Colombia la situación la ha afectado desde hace varios años, pues China se convirtió en su segundo socio comercial, superando a la Unión Europea incluso por encima de Estados Unidos, “y eso, porque tenemos un vínculo comercial muy estrecho en materia de petróleo y carbón”.

“Colombia cada vez más, no solo exporta a China sino que importa en exceso bienes tecnológicos, ya no son las baratijas de hace unos 20 años por las que tantas empresas quebraron en el país, en el que los chinos se están convirtiendo en inversionistas importantes”, complementó.

En conversación con el programa U.N. Análisis de U.N. Radio, el profesor Camilo Díaz, de la Facultad de Ciencias Económicas y coordinador de la Unidad de Análisis de la U.N., explicó que las guerras comerciales se caracterizan porque una parte toma una medida unilateral y la otra trata de responder con otras iguales o superiores en cuanto a severidad de los hechos.

“Vemos que la administración Trump lleva sanciones incluso a empresas específicas, pero China ha creado una lista negra de organizaciones con intereses americanos dentro de su territorio”, expuso.

Eso, afirmó, tiene implicaciones, principalmente en el comercio internacional, pero lo que de él deriva es en la producción y en el crecimiento de ambos países. “Por esa vía podría presentarse un contagio hacia el resto de economías, especialmente la de Colombia o las que dependen de la exportación de materias primas básicas como el petróleo o el cobre, puesto que en la medida en que China tenga esa desaceleración económica, va a demandar menos esos productos, afectando los precios de esos commodities”.

También así lo consideró Duván Emilio Ramírez Ospina, decano de la Facultad de Ciencias Contables, Económicas y Administrativas de la Universidad de Manizales, quien cree que en Colombia el efecto negativo se puede dar en la medida en que se busquen otros mercados en el mundo, especialmente latinoamericanos, para los productos que no se estén exportando a Estados Unidos.

“Especialmente, a Ecuador o Perú, que en este momento son socios comerciales importantes de Colombia y allí podría llegar, de alguna manera, la competencia de productos chinos que no logran ubicarse en el mercado norteamericano”, ejemplificó.

No obstante, planteó que también puede ocurrir algo positivo que se daría si productos que estén ingresando a Estados Unidos y que provienen de China se pueden reemplazar por elementos colombianos pese a que estos no son de precios tan competitivos. “Depende de qué tanta habilidad tengan los empresarios del país de aprovechar ese vacío”.

Como el profesor Matallana Laverde, Ramírez Ospina cree que el conflicto comercial entre las dos naciones no se solucionará pronto y que los efectos serán a mediano plazo. Concluyó que “la forma de contrarrestarlos sería a través de medidas que tome el Gobierno Nacional bien sea tratando de sostener la industria colombiana o con elementos que permitan incentivar las exportaciones hacia Estados Unidos”.


25 de junio de 2019