Escudo de la República de Colombia
A- A A+


Son dos alarmas las que pueden ser activadas en sedes de cuerpos de bomberos: una para dar salida a una ambulancia y la otra para anunciar cuando hay un incendio. Ambas tienen el mismo significado: se debe actuar con rapidez.

Por lo menos el de las dos señales es el mecanismo en Caldas (Antioquia), cuenta Gladis Liliana González Mejía, comandante de Bomberos de ese municipio.

Cuando los bomberos acuden a sofocar el fuego, dice el capitán Andrés Miranda Montenegro, director general de Bomberos de Colombia, “las emociones son bastante complejas porque son incidentes que requieren, primero, de un esfuerzo físico gigantesco; segundo, porque la protección del medio ambiente ha sido una prelación para los bomberos de este país y, tercero, porque buscamos aportar un grano de arena a pesar del calentamiento global y el desajuste climático. Esas son parte de las preocupaciones de un bombero cuando atiende un incendio forestal”.

En el país las conflagraciones de ese tipo han incrementado. Según datos de la Dirección Nacional de Bomberos de Colombia, del 1 de enero al 4 de septiembre de 2019 se han atendido 1.929 incendios. Durante el mismo periodo del 2018, en el país fueron apagados 1.700, aproximadamente.

En la zona andina, en los departamentos de Huila, Tolima, Cundinamarca, Boyacá, Nariño, Cauca y Valle del Cauca, se registra la mayoría de incendios, informa Miranda Montenegro. En la Costa Caribe los lugares donde más se presentan son el Magdalena, la Isla de Salamanca y la Sierra Nevada de Santa Marta. “El 99 % de los incendios forestales en el país, son por acción del hombre”, agrega el director general de Bomberos de Colombia.

Los dos ocurridos recientemente en el cerro El Volador fueron provocados; uno por una colilla de cigarrillo y por personas que iniciaron el fuego. Uno más sucedió en una granja de la Sede: la Estación Agraria San Pablo, ubicada en Rionegro, el cual se originó por la caída de un globo de mecha y quemó un área aproximada de 3,500 metros. “Los que lo vieron pensaron que se había apagado y al momentico comenzó a echar humo y a traquear”, cuenta el encargado de la finca, Otoniel de Jesús Ciro Cano, quien por primera vez vivió una situación así en el sitio en el que lleva 28 años.

Solo cerca del 2 % de los incendios se dan por condiciones naturales, ya sea por rayos o focos de calor que se producen en lugares con temperaturas elevadas de aproximadamente 30°C aunque se pueden presentar también en sitios con temperaturas más y humedades muy bajas, explica el profesor Luis Jairo Toro Restrepo, del Departamento de Ciencias Forestales de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín.

En un capítulo del libro Bosques Andinos: Estado actual y retos para su conservación en Antioquia, publicación del Jardín Botánico de Medellín, los investigadores Álvaro Vásquez, Sebastián González y el profesor Toro Restrepo mencionan que a través de información satelital se observó que la frecuencia de incendios se minimiza con la elevación, siendo los bosques de tierras bajas los más afectados.

“En particular, los bosques del bajo Cauca, hacia Caucasia, Zaragoza, El Bagre, Segovia y hacia el Magdalena Medio, Yondó y sus alrededores, son las regiones con mayor frecuencia de incendios”, se lee en el documento.

De las zonas de bosques, los más propensos a incendios forestales son los secos tropicales, asegura el Profesor, quien a su vez es el director del Instituto de Estudios Ambientales (IDEA) de la Sede. Sin embargo, explica, no son las únicas áreas perjudicadas, dado que el cambio climático puede incidir en que algunas áreas que eran húmedas estén pasando a secas, convirtiéndose, por lo tanto, en susceptibles a conflagraciones. Estas, indica, también están sujetas a temporadas secas como diciembre, enero y febrero así como julio y agosto.

Entre su jurisdicción, la Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia (Corantioquia) comprende municipios con áreas de bosque seco. La autoridad ambiental implementó el Plan Regional de Cambio Climático en el que hay 72 medidas de mitigación y adaptación, “algunas con enfoque de prevención de incendios, porque son cosas que nos ocurren mucho”, afirma la subdirectora de Ecosistemas de la entidad, Ana María Castaño.

La protección del medio ambiente es una de las preocupaciones al momento de controlar el fuego, como mencionaba el director general de Bomberos de Colombia, pues los efectos que estos tienen son diversos. Ese mismo estado de desasociego lo han expresado organizaciones ambientalistas, ciudadanos, gobiernos de países como España y Colombia e incluso las Naciones Unidas (ONU) tras una serie de incendios que, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales -de Brasil-, arrasaron en agosto de 2019 con 2,5 millones de hectáreas de la selva amazónica en ese país.

A propósito de ese caso, una cuestión delicada tiene que ver con el aumento de dióxido de carbono, lo cual puede contribuir a la acidificación de los océanos. El profesor Gastón Zamora Abrego, del Departamento de Ciencias Forestales de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Sede, lo explica: “no se sabe todavía cuál va a ser el impacto real del incendio del Amazonas por las grandes cantidades de CO2 liberado a la atmósfera, el cual se precipita y se convierte en ácido carbónico que entra a los océanos afectándolos por la alteración de su pH”.

La superficie de los océanos (hasta 100 metros) es la más vulnerable a la acidificación, según el académico: “¿qué implicaciones tiene esto? Que muere el fitoplancton: microorganismos que absorben tanto el calor como el CO2 y producen el 50 % del oxígeno necesario para la vida terrestre. La acidificación de los océanos también es uno de los principales problemas por los que se genera el blanqueamiento de los corales”, agrega.

Datos divulgados en el 2018 por el Instituto Scripps de Oceanografía (de Estados Unidos), indican que para el 2017 el promedio global de concentración de CO2 fue de 405 ppm (partículas por millón); para el 2018, de 410,79 ppm; a mayo del 2019 va en 415 ppm y pronostica que a finales del siglo puede haber un aumento del 40%. “Significa que el pH de los océanos caerá 0,2 unidades antes del 2050, alcanzando los niveles más bajos de los últimos 20 millones de años. El punto crítico para arrecifes de coral es que las concentraciones lleguen a 450 ppm y estamos muy cerca”, cita el profesor Zamora Abrego.

Otras afectaciones más conocidas tienen que ver con la fauna, dado que es difícil que pueda escapar del fuego. Las especies que logran hacerlo más fácilmente, son las aves, las cuales son dispersoras de semillas. También, explica el docente, es más posible que de los incendios huyan los mamíferos medianos o grandes, los cuales tienen mayor capacidad de desplazarse.

Los más afectados, asevera, son los macroinvertebrados como los insectos, fundamentales en el flujo de nutrientes; los mamíferos pequeños, como ardillas y ratones; y anfibios y reptiles, que pueden ser controladores de plagas.

Si bien los suelos pueden sufrir efectos negativos, su recuperación, manifiesta el académico, no es específicamente un problema para los animales: “no porque los suelos no se puedan recuperar, sino porque la fauna no regresaría con facilidad; con la acción del hombre no se da tiempo para que los bosques se regeneren como deben. Además, depende del grado del incendio”.

Con respecto a la flora, el profesor Toro Restrepo, expone algo que, según él, tampoco es bien conocido. Se refiere a que “las afectaciones por glifosato podrían volverse focos de incendios, pues al aplicarlo mata las raíces de todas las plantas propietarias de las hojas donde cayó el herbicida, entonces el suelo queda más poroso y la vegetación totalmente seca, queda como un papel, y esto lo convierte en amenaza”.

Para el académico, debe haber educación ambiental, prevención y políticas de restauración; mecanismos para determinar qué hacer con las áreas incendiadas, las cuales, considera, deben tener control inmediato del Estado “para que no sean tomadas por terratenientes y urbanistas sino por los habitantes de las zonas para incentivar la restauración a través de siembras y controles para que no se vuelvan a producir”.

Recientemente, el representante a la cámara por el Partido Verde Mauricio Toro radicó un proyecto de ley de prevención de incendios forestales en el que trabajó con el Grupo de Investigación en Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas de la UNAL Bogotá, dirigido por la profesora del Departamento de Biología Dolors Armenteras.

En un comunicado de Prensa de la Cámara de Representantes se lee que el proyecto de ley está “enfocado principalmente en reglamentar acciones para prevenir y controlar incendios forestales que deberán ser adoptadas y ejecutadas de manera conjunta y coordinada entre el Estado, la sociedad civil y el sector productivo, en el marco de los requerimientos básicos para la conservación de los ecosistemas y su diversidad biológica”.

Por el momento, en el caso de que se dé un incendio, en el camino y mientras suena la sirena, González Mejía, comandante de Bomberos de Caldas, pensará seguramente en lo mismo, dice: “¿será que es grande o pequeño?, ¿el carro llegará hasta allá o nos toca ir caminando? Y avisaré a la guardia: estén pendientes por si tenemos que pedir apoyo”.

Pero no es necesaria una conflagración para que actúen, según Miranda Mejía, director general de Bomberos de Colombia. La prevención, dice, es una de las tres líneas de acción de la Institución. En ese sentido, recomienda que la eliminación de material vegetal en áreas rurales no se haga mediante combustión, tener precaución en paseos y notificar a autoridades ante la presencia de fuego incipiente.

Si algún ciudadano se entera de la ocurrencia de una conflagración en un lugar cercano de donde esté, pide calma y confianza en ellos, quienes se han preparado para apagarla, aunque reconoce que “obviamente estresa ver un incendio por televisión, pero más aún, verlo en vivo y en directo”.


9 de septiembre de 2019