Escudo de la República de Colombia
A- A A+


La reciente situación de contaminación atmosférica que ha incluido alertas y medidas de restricción de Pico y Placa, motivó al Área Metropolitana del Valle de Aburrá a conformar una comisión científica constituida por varias universidades de la ciudad, entre ellas la UNAL Medellín, en cuyas labores está la asesoría para la implementación del Plan Integral de Gestión para la Calidad del Aire (PIGECA) pensado al 2030.

Expertos hablan sobre la estrategia de Consejo Asesor Científico del PIGECA, con la cual se pretende que actores claves en el territorio, como lo son las instituciones de educación superior, adquieran compromisos con respecto a la aplicación de medidas y al alcance de las metas, según Ana Zulema Orrego Guarín, profesional universitaria del Grupo de Gestión de la Calidad del Aire del Área Metropolitana del valle de Aburrá.

El objetivo principal de la comisión, agrega, es conglomerar el potencial científico “que nos entrega conocimiento técnico para la toma de decisiones y apalancar las medidas que generamos como autoridad ambiental a fin de que sean sólidas y nos digan si vamos por el camino correcto”.

Históricamente el área metropolitana del valle de Aburrá ha sido la región de Colombia con mejor acercamiento entre academia y administración municipal, según el profesor José Fernando Jiménez Mejía, del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín.

Lo menciona teniendo en cuenta que en 1970 ya se tenían, según él, redes de monitoreo de calidad del aire promovidas por las universidades, con gran interés y buena disposición de parte de los alcaldes.

En 1993, añade, se conformó formalmente el grupo Red Aire, un convenio interinstitucional, del cual hacen parte instituciones como la UNAL Medellín, las universidades de Antioquia, de Medellín, Católica de Oriente, EIA, San Buenaventura y el Politécnico Jaime Isaza Cadavid.

Desde las instituciones, destaca María Victoria Toro, docente del Grupo de Investigaciones Ambientales (GIA) de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), se han desarrollado varios estudios científicos que han dado soporte a las decisiones que se han tomado sobre las medidas para la reducción de la contaminación. “Es una unión productiva”, expresa.

El rol de las universidades es, por ejemplo, hacer simulaciones para analizar cuánto se podrían reducir las emisiones aplicando un modelo de Pico y placa u otro.

Los estudios no se limitarán a temas ambientales; podrán abarcar por ejemplo áreas sociales y económicas sobre las que debatirán expertos en espacios de discusión de los que se deben generar productos.

El PIGECA, pensado del 2017 al 2030, consta de estrategias orientadas a reducir niveles de contaminación y mejorar la calidad del aire del Valle de Aburrá a corto, mediano y largo plazo, además de estipular metas e instrumentos de medición.

El Plan tiene 10 ejes temáticos. Los primeros cinco son: generación, aprovechamiento y fortalecimiento del conocimiento científico y la tecnología; planificación y ordenamiento territorial con criterios de sostenibilidad; infraestructura y equipamiento con alta cobertura, seguros e incluyentes para una movilidad activa; transformación hacia un sistema de movilidad de bajas emisiones, e industria sostenible, competitiva y productiva.

Los demás son: protección, restauración y restitución de arbolado urbano, espacio público y ecosistemas; efectividad y cobertura en el control y sanciones a agentes contaminantes; atención oportuna y eficaz a episodios de contaminación del aire, y protección y transformación de zonas sensibles a la contaminación del aire.


Experiencia de articulación en el valle de Aburrá

Según la profesora Toro, la del valle de Aburrá es una experiencia positiva, pues han conocido las maneras de trabajar de países como Chile, Argentina y Brasil, donde se sorprenden de la articulación existente.

Sin embargo, uno de los retos continúa siendo la pedagogía, en lo que es útil el Consejo Asesor, el cual busca hacer un aporte desde cátedras en las que se espera divulgar el conocimiento sobre la calidad del aire de la subregión.

Aunque dice que hay altibajos, para el profesor Jiménez Mejía, estamos en un buen momento: “hay una aparente empatía por consultar a las universidades y pensar este problema en su complejidad. Los científicos son bienvenidos porque se necesita conocimiento claro, por ejemplo, de procesos físicos o de radiación, pero también hay asuntos que tienen que ver con la cultura y la manera de urbanizarnos”.

Las universidades, entre ellas la UNAL, han dedicado incluso programas académicos al estudio de la hidrología y el clima, las investigaciones en esos campos no han parado y ahora lo que se requiere, concluye, es una visión interdisciplinaria.


16 de marzo de 2020