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Es el espacio en el que se canta, se oye música, se acicala e incluso donde algunos leen o se toman fotos. El baño es ahora imprescindible; es inimaginable concebir, en estos tiempos, una vivienda o una oficina sin él. Un magíster en Arquitectura indagó por las transformaciones que tuvo durante el siglo XX como parte de su investigación de posgrado, encontró cuatro maneras de distribución y la invitación a la reflexión cultural desde ese lugar construido para el aseo y la intimidad personal.

Él ha sido, desde que era un niño, una persona pudorosa y con un interés especial: cada que entraba a un cuarto de baño inspeccionaba si era —lo que consideraba— un área adecuada, ventilada y discreta. Empezó a notar que cada uno de estos espacios eran muy distintos y después investigó sobre ellos. A Gerardo Abril Carrascal, arquitecto y magíster en Arquitectura de la UNAL Medellín, la curiosidad no solo lo llevó a reflexionar en torno a su ámbito profesional, sino también sobre sí mismo.

“Imaginar una vivienda sin cuarto de baño puede parecer inconcebible hoy en día, sin embargo, solo ha pasado más de un siglo desde que existen las condiciones técnicas y sociales para que haga parte de la estructura básica de la misma”, se lee en su libro La nueva habitación: variaciones del cuarto de baño y determinación espacial en el siglo XX, que escribió como resultado de la tesis de posgrado.

Está también ahí plasmado que, el cuarto de baño, “desde su incorporación se ha considerado subsidiario, accesorio o en función de espacios más nobles como el salón y las habitaciones, pero su tecnificación tiene repercusiones en los cambios fundamentales que produjeron el espacio arquitectónico del siglo XX, dándole un protagonismo inusitado en la arquitectura”.

Gerardo dice que, aunque el espacio moderno ha buscado una idea de libertad, el baño y la cocina son los únicos que deben estar anclados a las plantas de las edificaciones. La curiosidad inicial lo condujo a la investigación y esta, a su vez, a identificar cuatro maneras de organización de las viviendas a partir de la ubicación del cuarto de baño, en las que han confluido arquitectos en distintas latitudes y temporalidades, y que también resultaron de la comparación que él hizo de 50 casas situadas, principalmente, en Norteamérica y Europa.

La primera manera de ubicación del baño que registró fue en el centro de los demás espacios, como está configurada la famosa Casa Farnsworth, flotante y construida entre 1945 y 1951 junto al río Fox, en Illinois, a 89 km de Chicago, que diseñó el arquitecto alemán Ludwig Mies van der Rohe para la nefróloga Edith Farnsworth. Un ejemplo más es la denominada Casa de Cristal, de 168 m2, edificada en 1949 en New Canaan, Connecticut, por el arquitecto estadounidense Philip Johnson.

Una segunda forma de ubicación del baño es como mediador de dos espacios, como se componen los apartamentos actuales que, con él, separan el área social y de dormitorios. Un ejemplo reconocido son las casas binucleares del arquitecto Marcel Breuer en la costa este de Estados Unidos. Hay también cuartos de baño que distribuyen los puntos de agua por la casa; es disperso, donde la intención es tener varios puntos de acceso al agua en cualquier espacio, por ejemplo, la casa que Le Corbusier hace para sí mismo en el inmueble Motilor en París, donde el bidet y la ducha invaden el espacio del dormitorio.

Otra característica que encontró el investigador es la incorporación de fenómenos naturales como el sol y las plantas, lo que es un invento californiano que se empezó a percibir como escenario de ocio. Cambian el tamaño y materiales como el enchape cerámico por otros como la madera y vidrios opacos, y dan la posibilidad de incorporar el sol o el viento.

A algo de eso hizo alusión el suizo Sigfried Giedion, un historiador de la arquitectura fallecido en 1968. Plantea que la gran atención que recibe el baño desde la Revolución Industrial (cuando ya contaba con mecanismos innovadores que facilitan llevar el agua a las viviendas, así como tener iluminación y ventilación natural, además de superficies fáciles de limpiar y sanitarios) hace fácilmente “asumible que su identidad se debe a las inquietudes higienistas de finales de siglo XIX”.

El Libro debate esa postura y demuestra lo contrario a la concepción meramente técnica que se había dado en torno a ese lugar íntimo que era abordado desde la ingeniería y la higiene, siempre, en función de otros espacios de la casa. Y es que a la Edad Moderna la precede un momento “casi de pánico” al agua, refiere Gerardo, porque se había dado la Peste negra, la epidemia que se propagó en Eurasia en 1348 y que dejó millones de muertos. “Se creía que a través de los poros ingresaba la enfermedad, entonces no se bañaban”, añade.

Con el paso del tiempo se supo que el problema no era el agua como tal sino la que estaba sucia. En la actualidad, cuando se vive otra pandemia, pero esta vez por Covid-19, la principal recomendación para evitar posibles contagios es lavarse frecuentemente las manos, una acción que tiene como principal escenario el cuarto de baño.

Todas las posibilidades de ubicación que identificó Gerardo son invenciones de la modernidad, pero las tradiciones asociadas son milenarias.

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El baño de la Villa Savoye, un edificio ubicado en Poissy, en las afueras de París, construido en 1929 y diseñado por el arquitecto Le Corbusier, fue el lugar donde Gerardo se hizo consciente de su interés por los cuartos de baño. Ese, específicamente, lo relacionó con lo agradable: “abierto, luminoso, donde el cuerpo y la desnudez se apoderan del espacio, donde pasa algo diferente; es un lugar especial”, dice.

En ese momento aún era estudiante de pregrado, pero fue durante la maestría cuando se dio cuenta de que su interés por el baño tenía un sentido porque, según él, es el espacio que resume las identidades de una sociedad.

Se lo han ayudado a entender películas como The Help que trata sobre criadas en Estados Unidos, muestra cómo la raza negra se ha tenido que enfrentar al rechazo, y el baño ha sido un instrumento para politizar esa discriminación al no permitirles usar el mismo de los blancos sino uno por fuera de la casa.

Sin embargo, también puede ser un sitio para la inclusión. Así lo evidencian aquellos a los que se les ha eliminado la señalética del género. En todos los casos la característica común es la privacidad y el respeto por la misma.

“En el baño la gente canta, se toma fotos ‘selfies’, es el espacio que propicia el tiempo para explorar el cuerpo o reconocerse dentro de una imagen. Hay también en ello un asunto espiritual del ser político e individual que es mediado por ese cuarto”, destaca.

Como el baño no era un espacio tenido en cuenta como protagónico, no había imágenes de ellos, por lo que le fue difícil comprender la espacialidad de los cuartos de baño que hubo entre la década de los años 20 y 60. La publicidad de la época para promocionar sanitarios o tinas fue clave para que el investigador conociera la ambientación del momento, así como también le ayudaron archivos fotográficos de arquitectos de Los Ángeles (Estados Unidos) y relatos desde la sociología y la antropología.

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Las reflexiones que hasta ahora expone son académicas, pero en el proceso Gerardo descubrió el porqué de la relevancia de ese espacio. Entendió por qué cuando era niño le gustaba ducharse en el baño de su abuela, en Ocaña (Norte de Santander), un momento que le significó una experiencia. “No era”, dice, “el típico espacio pequeño y casi debajo de una escalera, sino que era amplio, con un techo muy alto y una lucernaria, entonces cada que me bañaba el agua del chorro quedaba iluminada por la luz del sol, y eso me gustaba mucho”.

Él también dejó de creerse un ‘bicho raro’ por sentir ese interés tan particular y ese asombro, como seguramente lo sintieron en 1853 en Cape May (Estados Unidos), cuando el Mount Vernon Hotel abrió sus puertas al público; era el primero con cuartos de baño en cada habitación y con agua en los sanitarios.

Gerardo no es un estrafalario, ahora sabe que acerca del cuarto de baño hay toda una diversidad, que no es estandarizado, como según él lo hace ver la sociedad. Como el investigador otros arquitectos se han ocupado del tema, incluso ha quedado registro en bienales de arquitectura, en columnas de opinión en el periódico El Espectador o en artículos de El País (de España).

También han pensado al respecto escritores como Manuel Hidalgo, quien publicó el libro de ensayo El lugar de uno mismo, cuya portada dice: “desde niño el hombre empieza a saber que el cuarto de baño es el lugar de uno mismo, un lugar disputado y sometido a sospecha en el que ha comenzado a encontrar, como en ningún otro, espacio y tiempo para sí".

Gerardo lo había sentido en la ducha de la casa de su abuela, pero entonces no lo comprendía. Siendo ya un adulto, aún sin perder el pudor y gracias a la mirada profunda y académica, pudo confirmarlo y, además, abrazarse a esa idea para sí mismo sin permitir perturbarse, pues de lo que ha tenido plena seguridad es que el baño como la arquitectura es “el escenario de la vida”.

11 de mayo de 2020