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Desde España el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales de la Universidad Autónoma de Barcelona, manifestó recientemente que el confinamiento por Covid-19 puede ser una trampa ecológica para la fauna. Analistas explican si esto es real y reflexionan acerca de la aparición de animales silvestre en áreas urbanas y sobre el rol de las ciudades en su conservación.

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Quienes aún no han visto animales silvestres en las calles de ciudades confinadas ante el Covid-19 seguramente sí lo han hecho en noticias o imágenes difundidas en redes sociales. Ciudadanos de todo el mundo han compartido videos y fotografías de fauna que transita por las vías de las urbes. En Colombia, algunos avistamientos han sido de animales como el oso palmero u hormiguero en Paz de Ariporo, en Casanare; un zorro cangrejero en el patio de una casa, en Bogotá, y delfines en las bahías de Cartagena y Santa Marta.

Sin embargo, no hay que ir muy lejos. En Antioquia, específicamente en el área metropolitana del valle de Aburrá, fueron fotografiados, por ejemplo, dos zorros perro al oriente de Medellín, e incluso el alcalde Daniel Quintero compartió en su cuenta de Instagram la imagen de un currucutú. “La naturaleza sigue mostrándonos toda su belleza durante esta cuarentena”, escribió en la publicación.

Pero, ¿el aislamiento humano puede constituir una trampa para los animales? El Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales de la Universidad Autónoma de Barcelona dice que sí, pues la situación de quietud urbana les puede dar una falsa percepción de que las ciudades son lugares adecuados para vivir. Un biólogo de esa Institución ha puesto el ejemplo de aves, pues manifiesta que ahora pueden criar en sitios donde antes no lo hacían y la reproducción podría fallar una vez se recupere cierta normalidad.

En Colombia, un país ubicado en el Trópico y uno de los más biodiversos, donde los ciclos reproductivos de la fauna se pueden dar a lo largo del año, el de los animales silvestres es un caso que se debe analizar “con mucho cuidado”, según Gabriel Jaime Colorado Zuluaga, profesor del Departamento de Ciencias Forestales de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín. Dice que si bien hay evidencia de que se están atreviendo a entrar más a las ciudades, es posible que también hayan estado ahí, pero ahora, por la disminución del ruido y la circulación de gente y de vehículos es más notorio; “no necesariamente significa que antes no estuvieran”.

Los felinos como pumas o tigrillos son ejemplos de fauna silvestre registrados en las laderas del área metropolitana del valle de Aburrá, aunque estos, por las condiciones habituales de la ciudades, no ingresan a ellas. No obstante, algunas especies se pueden adaptar a estar cerca de humanos.

Con respecto a la situación, el docente afirma que “hay grandes preguntas: ¿es esto cierto?, ¿está ocurriendo realmente a nivel global o lo habíamos oscurecido por nuestra actividad humana cotidiana? No lo vamos a saber con certeza, claramente, hasta que hagamos más estudios; se necesita conocer mejor sobre las condiciones de la fauna durante el Covid-19 y también cuando no lo haya”.

¿Qué va a pasar después? Es algo que no se sabe muy bien. Expone que hay animales que pueden moverse fácilmente como las aves o los delfines y que, simplemente, pueden irse a otros sitios cuando finalice la cuarentena, pero hay otros que pueden tener serios problemas para regresar a lugares más apropiados.

El profesor Colorado Zuluaga afirma que hay grandes inquietudes, por ejemplo, en países europeos hasta donde han llegado jabalíes que pueden ser agresivos, atacar personas y además, podrían quedar confinados en parques grandes o en quebradas, por lo que lo más seguro es que deban ser devueltos a los bosques cercanos a los que no podrían regresar por sí mismos al momento en que las condiciones en las ciudades regresen a lo habitual.

Perros y gatos también pueden representar riesgo para la fauna silvestre

En general, las ciudades son en muchos casos trampas ecológicas, según el docente, quien explica que esto se produce porque a los animales les da la sensación de que en ellas pueden encontrar refugio o alimento, pero realmente deben enfrentar obstáculos. Refiere estudios que demuestran que la siembra de ciertas plantas exóticas que producen abundantes frutos rojos atraen aves y pueden incluso establecer sus nidos allí, pero en muchas ocasiones, son sitios expuestos a alta depredación por parte de aquellos que sí habitan la ciudad como lo son gatos o perros.

Al respecto también llama la atención el profesor de la Universidad CES, Juan David Sánchez Londoño, magíster en Biología de la UNAL, para quien la frecuente aparición de animales silvestres en las ciudades es un fenómeno temporal, pero también el desplazamiento de fauna urbana como palomas o ratas que para buscar alimento han ido a otros sitios distintos a los habituales como parques, en el caso de esas aves.

En ese sentido, considera que a la aparición de fauna silvestre en ciudades “no hay que romantizarla, pero tampoco descalificarla”, dado que hacen parte de procesos naturales como lo es también la transición de la época seca a la de lluvia, que se da entre marzo y abril, periodo en el que ha transcurrido la cuarentena y en el que varias especies se favorecen en términos reproductivos, aunque esto también habría que estudiarlo después.

Datos generados por usuarios de varias plataformas de registro de fauna pueden resultar útiles para ese fin, según el docente. Por ejemplo, en Naturalista, según el Instituto Alexander von Humboldt, entre el 25 de marzo y el 26 de abril se registraron 2.146 especies. “¿Quién imaginaría que fotos aficionadas de aves, mamíferos o plantas serían materia de investigación científica? Interpela en un comunicado ese centro de estudios en recursos biológicos.

Aunque no es la primera vez que se hace, sí lo fue el registro de aves que se hizo recientemente desde ventanas y balcones de viviendas como actividad promovida por el Global Big Day en su versión del 2020. De informaciones así generadas, añade el profesor Sánchez Londoño, se puede inferir la presencia y actividad o hábitos de animales.

Futuro de la conservación

El aislamiento obligatorio preventivo ante la pandemia y el hecho de que la Covid-19 sea una enfermedad de origen zoonótico ha dificultado el trabajo en campo, el futuro de la investigación y, en general, la conservación, según el docente del CES. Lo afirma teniendo en cuenta que es posible que patrocinadores de programas de ese tipo quizás hayan sufrido la crisis económica actual o destinen los recursos para contribuir, por los próximos meses, a otras causas.

En el contexto urbano del valle de Aburrá, afirma, las prioridades deben ser aquellas especies susceptibles de atropellamientos o a encuentros con perros y gatos como lo pueden ser algunas aves, zorros, ardillas y zarigüeyas.

Por su parte, para el profesor Javier Mancera Rodríguez, también del Departamento de Ciencias Forestales de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín, se debe evaluar cómo será la distribución de las áreas verdes urbanas entre las que están los cerros, los corredores de quebradas y zonas verdes, y el ordenamiento de la ciudad, que debe mantener y fortalecer la estructura ecológica para no homogenizar las especies presentes en las ciudades.

Plantea que se requiere destinar más áreas verdes y de mayor tamaño, además cambiar la idea de que el paisajismo “está limitado a las zonas de pastos bien cortados y de especies arbóreas que no son propias de la región sino introducidas”.

Lecciones

La situación por la pandemia ha enseñado sobre la necesidad de consumir información veraz, según el docente Colorado Zuluaga, quien llama la atención sobre noticias falsas que se han difundido sobre apariciones de fauna silvestre en ciudades como delfines en los canales de Venecia.

Para el profesor Sánchez Londoño ha quedado en evidencia la necesidad de aprender a manejar y administrar la diversidad biológica. También, pensar la manera de hacer trabajo de campo responsable ante las restricciones actuales por el confinamiento. Además, que con una pausa de algunas semanas, la fauna muestra señales y evidencia procesos ecológicos como la dispersión de individuos.

Una lección fundamental para aprehender es, según el docente Mancera Rodríguez, “que todas las especies tienen el mismo valor que la nuestra, que se deben respetar todas por igual, que no somos más que otra, y que simplemente hacemos parte de un sistema con múltiples interrelaciones”.

Estudios como el de Joel Martínez Soto, María Montero López y Ana Córdova de la Universidad de Guanajuato, la Universidad Nacional Autónoma de México y el Colegio de la Frontera Norte, muestran los beneficios de la relación naturaleza – salud mental. En su caso lo demostraron con un modelo de ecuaciones estructurales que comprobó que la naturaleza urbana tiene efectos en la condición emotiva y cognitiva de la recuperación psicológica.

El profesor Colorado Zuluaga también lo cree: “es chévere y beneficioso oír el canto de las aves en las ciudades y darnos cuenta que hay fauna deambulando por ella”.

11 de mayo de 2020