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Policía y Ejército se han apostado en comunas y en territorios del país para controlar los aislamientos sociales obligatorios. ¿Este mecanismo coarta las libertades individuales? Académicos lo analizan.

La masiva asistencia a un sepelio que recorrió calles de Bello (Antioquia), celebración de un culto en una iglesia cristiana en el barrio Costa Hermosa de Soledad (Atlántico) o más recientemente, la adecuación del remolque de una volqueta como piscina en un sector de San Javier, en Medellín (Antioquia), han sido algunos de los actos calificados de indisciplina social durante la cuarentena y se han conocido porque se convierten en virales, a través de las redes.

“La gente no hace caso”, es algo que “a veces nos queda fácil decir”, menciona Alejandro Gómez Barrera, director de la Maestría en Salud Pública de la Universidad El Bosque, pero añade: “¿por qué no lo hace? ¿por simple voluntad de controvertir o transgredir una regulación? Hay quienes lo hacen por eso, pero no es la generalidad y hay zonas que no son iguales a otras”.

Según Alberto Castrillón, profesor del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín, el Gobierno no puede seguir asumiendo la pandemia como una posibilidad de administrar sin sensibilidad hacia las diferentes formas de vida social que tienen los distintos lugares de Colombia.

Asegura que “no es lo mismo producir un confinamiento con cierto tipo de biopolítica para una población que vive en estratos 5 y 6, que una para personas de otros estratos y que tienen condiciones laborales y económicas completamente diferentes”.

Gómez Barrera dice que las acciones de salud pública deben estar encaminadas a proteger el bien de toda la sociedad, o por lo menos, el de la mayoría, y sobre el cuidado en colectividad, según el profesor Castrillón, la pandemia ha permitido identificar los oficios de lo común, entre ellos los que tienen que ver con salud, educación y liderazgos sociales, que han demostrado ser prioritarios para el bienestar comunitario.

Sin embargo, para David Osorio García, director del Departamento de Antropología y Sociología de la Universidad de Caldas, si bien existe el cuidado colectivo, este es producto de un proceso de enseñanza también colectivo, y en general en Colombia no se ha “madurado” a esa visión, lo que, dice, “no es una culpa del Gobierno, sino una estructural”.

Comunicación e información para el autocuidado

Para Gómez Barrera, hay cosas que no se están analizando a profundidad. Una de ellas, afirma, es que hay un error en pensar que el mensaje por sí solo debe generar el mismo efecto, de manera homogénea, en la población. En ese sentido plantea, basado en estudios que ha hecho con su grupo de investigación, que la comunicación se debe pensar como un proceso sostenido que se hace con el otro.

¿No llegan bien los mensajes o no se entienden? La comunicación de crisis es uno de los temas que ha analizado Daniel Hermelin Bravo, estudiante de doctorado en Ciencias Humanas y Sociales de la UNAL Medellín y profesor del Departamento de Comunicación Social de la Universidad Eafit. Informarse bien, asegura, también es una forma de autocuidado. Sin embargo, manifiesta que el tema es complejo y que en él influyen factores socioculturales, como los que han referido antes los otros analistas.

Destaca también la importancia de la comunicación para la reflexión y cuestionamiento ante hechos como el pronunciamiento de Trump sobre ingerir o inyectarse cloro para combatir el COVID-19, lo que desató casos de envenenamiento en Estados Unidos. Pero a la par, aunque afirma que estar bien informado es fundamental, reconoce que no todos los ciudadanos lo hacen a fin de tomar decisiones. Eso es peligroso en el sentido en que “el rumor se extiende tan rápido como los virus”.

Control policial versus libertades individuales responsables

Desde el 1 de junio, y durante 14 días en las calles de la localidad en Kennedy, integrantes de la Policía y el Ejército Nacional hacen control ante el cierre total decretado en ese sitio, una de las zonas con más casos de COVID-19 en la capital colombiana. Según el Observatorio de Salud de Bogotá, al 3 de junio del 2020, en esa ciudad había un 33,7% de los casos reportados en Colombia, y de esa cifra, en Kennedy había 25,6%.

Ese mismo día, la Alcaldía de Medellín informó que en el sector Sinaí, ubicado en la comuna Santa Cruz, donde se dio un brote de COVID-19, solo podrán circular personas que estén incluidas en las excepciones. Además, comunicó que Policía y Ejército harán cumplir la medida del aislamiento preventivo, la cual incluye toque de queda y ley seca.

Algunas formas que el Gobierno colombiano ha adoptado están relacionadas con autoritarismo y en él recurrentemente viola libertades individuales, civiles y políticas, según el profesor Ramírez Monsalve. “En eso hay una larga trayectoria. Ha habido formas restrictivas y hay que recordar el Estado de Sitio que las conculcaba”. Dice que en Colombia también lo han propiciado grupos armados.

No se trata, sin embargo, de confrontar la libertad como un absoluto, llama la atención el docente Castrillón, pues asegura que es una práctica que tiene que ver con lo cotidiano. En ese sentido, vuelve al argumento de “gobernar lo homogéneo o heterogéneo. Hay que entender que los sujetos tenemos prácticas de libertad distintas y por lo tanto no se deben tener las mismas medidas de control en todos los sectores de la ciudad”.

En ese sentido, plantea que “no hay que ejercer el control con un aparato militar para mostrar que hay un gran poder del Estado sobre la población, sino que hay que utilizar esos mecanismos para respetar los procesos de diferenciación en situaciones de crisis como las que estamos viviendo”.

Señales para llamar la atención sobre realidades sociales

La salud pública, dice Gómez Barrera, no es solo ausencia de enfermedades sino también bienestar, educación, alimentación, y posibilidad de compartir con redes de apoyo cercanas. En ese sentido, ante imposiciones y contextos particulares “comportamientos inusuales (como los de la adecuación de la piscina en una volqueta) representan una manera de la comunidad de expresarse, decir que no está bien y tampoco de acuerdo”.

Lo dijo a Blu Radio Iván Londoño, uno de los participantes en la actividad: "acá la gente se va a morir de hambre y no de COVID. La Comuna 13 es muy grande, el COVID-19 está por sectores, eso básicamente está es por El Socorro y las Independencias. Los que hicimos lo de la volqueta somos los de la misma comunidad, acá nos va a matar es el estrés".

En ciertos contextos se dificulta la autorregulación cuando hay ausencia de condiciones que, en general, la nación no tiene, según el docente Osorio García: “en Colombia no somos como Suiza o países nórdicos”. Para procurar cumplir el aislamiento social a cabalidad, dice, “se deben tener en cuenta también niveles educativos formales y otras condiciones de vida que en general Colombia no tiene resueltas”.

Esa es una que incluso permea la comunicación de las medidas y la efectiva recepción del mensaje sobre el autocuidado. Así lo menciona Hermelin Bravo: “no va solamente en la responsabilidad de expertos de comunicar o de tener acercamientos con el Gobierno para tomar medidas apropiadas o cómo los medios hacen su labor. En nuestro país hemos convivido con muchos riesgos y la coexistencia con ellos está muy marcada, aún el de la subsistencia. Hay muchas personas que no tienen salarios fijos y trabajan para el diario, y es complicado a veces pedirle a la gente que entienda que este riesgo (el virus) también es grande. Debatir con eso es difícil”.

Para el docente Castrillón se hace necesario pedir que se incluyan procesos de diferenciación que se han ido acentuando. En ese sentido refiere la pertinencia de la implementación de pedagogías sociales, mientras que el profesor Osorio García considera primordial generar otro tipo de procesos, y si bien las campañas podrían funcionar, afirma que “asegurar la educación, salud y vivienda digna son los primeros pasos para pedirlo, es muy difícil solicitarlo en condiciones de pobreza”.

Este es debate, para él, paradójico e interesante, en la que no se ha tenido la posibilidad de reflexionar a fondo el tema desde las ciencias sociales. Concluye que “entendemos que las personas deberían autorregularse, pero también sabemos que hay prácticas culturales que si se analizan de manera organizada y sistemática, se pueden dar líneas de trabajo a los gobiernos locales, por lo que el llamado es a la articulación”.

8 de junio de 2020