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Los esfuerzos para velar por un trato digno de los animales se han dado desde la década del 80 en el país, pero la normatividad y penalización se han fortalecido en los últimos años. Aunque algunas iniciativas han sido ejemplo latinoamericano persisten prácticas sobre las que no se ha logrado consenso para su legislación.

En menos de una semana Colombia conoció dos noticias relacionadas con animales: una respaldó su protección y la otra la vulneró. La primera fue la aprobación en cuarto debate de la ley que prohíbe el testeo de cosméticos en ellos (ahora pendiente de sanción presidencial). La otra —la desafortunada— sucedió en Puerres (Nariño) donde cuatro soldados del Ejército Nacional que prestaban servicio militar lanzaron un perro al vacío.

Los soldados fueron retirados de la Institución y son investigados por el Grupo Especial para la Lucha contra el Maltrato Animal (GELMA) que comenzó a funcionar el 12 de diciembre de 2019 y que creó la Fiscalía General de la Nación. La sanción y penalización por maltrato animal es relativamente nueva y con antecedentes de esfuerzos que se han debido corregir.

En 1989 la Ley 84 determinó conductas consideradas como crueldad, pero las sanciones punitivas eran débiles. Fue hasta 2016 cuando se emitió otra ley: la 1774 por la cual se adoptó el Estatuto Nacional de Protección de los Animales y que establece penas de prisión de hasta 36 meses, inhabilidades hasta por tres años para el ejercicio de profesión o tenencia relacionada con animales, y multas de hasta 60 salarios mínimos mensuales vigentes.

Lo que hace la norma “es reforzar las penas y modificar el Código Penal, el cual consideraba a los animales como bienes muebles, como cosas que pertenecían a las personas. Ahora especifica que son seres sintientes”, explica la activista y animalista manizaleña Manuela Ramos Jaramillo.


Sociedad más consciente

Según el profesor Ariel Marcel Tarazona, del Departamento de Producción Animal de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín, las normas surgen como una necesidad “cuando la percepción de las cosas cambia y las que eran aceptables en un pasado ya no lo son, no solamente por el producto final sino por cómo se produjo”.

Ahora, dice, hay preocupación por las relaciones indirectas con los animales —un ejemplo es cómo están representados en el uso de cosméticos— y a partir de esa inquietud se ha trascendido de la reflexión acerca de la alimentación a base de productos de origen animal o sobre el vínculo que se crea con las mascotas.

Esa consciencia se ha extendido al punto de tener cabida en la legislación. Sin embargo, “el debate todavía es profundo”, dice el senador Richard Aguilar, coautor de la Ley que prohíbe la experimentación, fabricación, importación y exportación de productos cosméticos testeados en animales.

La norma fue aprobada por unanimidad con 99 votos a favor y ninguno en contra, y si bien el consenso es destacable, cree que este solo se da en torno a ciertos temas: “Por ejemplo, presenté un proyecto para prohibir las corridas de toros y no hemos logrado las mayorías”, agrega.


Defensa animal desde las curules

Para el senador, las nuevas generaciones están a favor del ambientalismo y el animalismo, y es una tendencia que cada vez toma más fuerza. De hecho, asegura que “este proyecto de ley se logró avalar porque el 38 % del Congreso se renovó, llegaron generaciones nuevas, personas jóvenes”.

En la búsqueda de extender el mensaje de la protección animal, la juventud se ha atrevido a romper esquemas, según Mauricio Gómez Muñoz, director de Defenzoores, una entidad sin ánimo de lucro creada en 1996 por estudiantes de la Universidad de Antioquia para promover la convivencia respetuosa con animales.

Ese ya es un tema muy importante en política y de ella se ha excluido al ciudadano “con el cuento de que es horrible, pero cuando vencimos ese paradigma otros dejaron de hacerlo y la cuestión empezó a ser relevante a nivel nacional”, dice al referirse a la labor que iniciaron en 2008 con Álvaro Múnera, quien fue concejal de Medellín.

Otra de las ciudades donde la defensa animal se ha afianzado desde las curules es Manizales. Actualmente —y por tercer periodo consecutivo— Jhon Hemayr Yepes Cardona es concejal en la capital caldense, donde la tauromaquia se considera como una importante tradición, motivo que lo llevó al activismo para reclamar la abolición.

Es común que a él la comunidad le reporte algún maltrato animal. Varias personas utilizan las redes sociales. El concejal lamenta que son pocos casos los que terminan en sanción. Uno de los motivos es que no se hace una denuncia formal: “la gente cree que basta con publicarlo en Facebook o informar a un CAI”.

Para poner una denuncia es fundamental tener pruebas, explica. Las instancias varían según la gravedad de los casos, pues una opción son las inspecciones de Policía, pero cuando el daño ocasionado al animal compromete su vida o su salud a largo plazo, se debe acudir a la Fiscalía General de la Nación.


Colombia, ejemplo en la región

Medellín ha sido pionera en varias iniciativas de bienestar animal. Algunas fueron la sustitución de caballos carretilleros por vehículos con motor y la creación de La Perla con programas de esterilización temprana e identificación con microchip.

Colombia ha sido ejemplo latinoamericano en Bienestar animal, según el profesor Tarazona. La historia se remonta al 2010, cuando por primera vez se hizo un evento de gran magnitud —el Encuentro Nacional de Investigadores de las Ciencias Pecuarias (ENICIP) — abordó el tema como eje principal.

Asegura que en ese momento “en Colombia no se hablaba de Bienestar animal y este ni siquiera existía (como asignatura) en las carreras profesionales. En solo una década ya tenemos normatividad, el tema está en los currículos de los programas de Zootecnia y Veterinaria, eventos y posgrados. El país se demoró en entrar, pero cuando sucedió lo hizo con todo, con un montón de reformas”, asegura.

El país también es el primero en América Latina en legislar sobre la prohibición de testeo de cosméticos en animales, según Aguilar.


¿Qué falta?

Para Santiago Henao Villegas, veterinario, doctor en Bioética, presidente del Tribunal Nacional de Ética Profesional y docente de la Universidad CES, hay dos elementos que “son los más críticos y que se deben analizar con mayor cuidado”.

Un asunto en el que considera hay atraso es en el transporte animal adecuado, así como en el fortalecimiento de los protocolos de sacrificio para el consumo.

“Los animales deben pasar por un proceso que sea lo más tranquilo posible. Además, porque cuando sufren en el sacrificio, su carne pierde calidad y dura menos tiempo porque se altera el pH de la carne”, asegura.

Otra deuda que hay en el país con el bienestar animal es una normatividad más contundente que incluya animales de espectáculos como gallos de pelea o con prácticas como el coleo, según el docente Tarazona, quien también menciona el toreo, del que según él, “científicamente hay evidencia de que es cruel y doloroso”.

“No podemos seguir defendiendo lo indefendible y lo seguimos respaldando desde el arte, la cultura y la tradición cuando ya el mundo debe evolucionar hacia otro tipo de entretenimientos que no le impliquen dolor, sufrimiento o maltrato a los animales. Es como si siguiéramos respaldando la esclavitud, no se puede, no es moralmente aceptable”, agrega.

Lo que corresponde a la bancada animalista, asegura el senador Aguilar, es precisamente “generar más consciencia y hacer mayor esfuerzo para evitar prácticas de antaño en las que está intrínseco el maltrato animal”.

30 de junio de 2020