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Paola Andrea Arias Gómez ha ganado varias becas y reconocimientos. Foto: cortesía.


Desde el pregrado Paola Andrea Arias Gómez, ingeniera civil y magíster en Ingeniería – Recursos Hidráulicos de la UNAL Medellín, tuvo inquietud por la hidrología, área que la condujo a estudiar el cambio climático. Como autora participa por primera vez en la elaboración de un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), fundado en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Al IPCC, que busca una amplia representación de científicos de varios países, llegó Paola luego de ser postulada por uno de los miembros del secretariado y de que se evaluaran hojas de vida de más de 2.000 personas, de las cuales se seleccionaron 900.

Es la única mujer colombiana en el IPCC, aunque del país también hay un hombre en el Primer Grupo de Trabajo del que ella hace parte. Se trata de Daniel Ruiz Carrascal, también egresado de la UNAL Medellín. En informes anteriores estuvo en el Segundo Grupo de Trabajo el profesor del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Sede, Germán Poveda Jaramillo.

Actualmente, Paola trabaja en el desarrollo del próximo reporte global AR6, del cual participa como autora del capítulo referente al ciclo hidrológico, asunto que corresponde al primero de los tres grupos de trabajo del IPCC.

Para ella ha significado un reto. Dice que lo ha sido incluso tener todas las conversaciones y discusiones académicas en inglés, pues aunque estudió en Estados Unidos, dice que no es fácil expresar las ideas tal cual son pensadas. En las reuniones las jornadas y las diferencias horarias también se tornan agotadoras.

Nada de eso, sin embargo, la desfallece. La experiencia la ha vivido —asegura—con una premisa: “aportar lo que yo sé, pero aprender lo más que pueda”. Aún se sorprende y lo disfruta porque incluso ha conocido a quienes han sido una especie de ídolos. “Ahí hay académicos de quienes yo leía los papers y son unas leyendas en determinados temas. Eso ha sido muy enriquecedor”, recuerda.

A contracorriente

¿Cómo fue que una ingeniera civil terminó investigando sobre cambio climático? Algunos se lo podrán preguntar. “Típicamente un ingeniero civil se reconoce construyendo vías y eso es un poco su quehacer convencional”, afirma Paola. Esta profesión, sin embargo, abarca cuatro grandes áreas: estructuras, suelos, vías y aguas.

Al incluirse ese último componente y “el ciclo hidrológico propiamente, varios nos hemos dedicado a entenderlo y por ahí, en mi caso, va el área orientada hacia el cambio climático”, comenta.

El tema que trata de descifrar con cada estudio no es minúsculo. Es atribuido a las acciones antropogénicas que, en un siglo, han repercutido en el incremento de las temperaturas y ha traído consigo, por ejemplo, el derretimiento de los glaciares. En el caso colombiano se proyecta que las zonas nevadas desaparezcan en unas dos o tres décadas, como no solo lo ha advertido el IPCC sino también el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible o el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).

El cambio climático no es lejano ni lo viven exclusivamente otras naciones u otros continentes. El aumento del nivel del mar y la erosión en las playas son efectos que se han empezado a notar en zonas antioqueñas como la subregión de Urabá, pero la investigadora señala que hay “casos extremos” como los de países insulares del Pacífico que tienen riesgo de desaparecer porque se los puede tragar el mar, así que sus poblaciones deberán buscar nuevos territorios para asentarse.

El ciclo hidrológico, explica Paola, se ha venido intensificando y eso hace que las zonas tradicionalmente secas lo sean más y en las húmedas se refuerce esa misma característica.

Otra consecuencia es la alta concentración actual de dióxido de carbono (CO2), la cual en promedio es de 416,21 ppm (partes por millón), según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA).

Esa concentración “no la tenemos desde hace dos millones de años. Quien habitaba en ese entonces el planeta era el Homo erectus, no el Homo sapiens”. Eso quiere decir, añade, que somos la primera generación en vivirlo.

En Colombia los usos del suelo son los que más aportan emisiones de gases efecto invernadero, con un 60%.

Sobre los propósitos de mitigación del cambio climático que ha planteado Colombia, cree que las intenciones han estado, pero las soluciones —como lo considera—deben ser estructurales y tienen que ver, directamente, con el cambio del sistema capitalista y con una voluntad política manifiesta y efectiva.


La ciencia, su convicción

Después de poner su foco en la hidrología, Paola estudió también la Maestría en Ciencias de la Tierra y de la Atmósfera en el Instituto de Tecnología de Georgia y el doctorado en Ciencias Geológicas en la Universidad de Texas (Estados Unidos). “Los raros”, cuenta, “éramos los ingenieros, casi todos eran químicos o físicos”.

Fue en ese momento cuando se convenció de la importancia de la investigación para el ejercicio de la docencia, pero, sobre todo, reafirmó la necesidad de que los seres humanos -todos- desarrollemos un pensamiento científico. “No importa si eres médico o periodista”, ejemplifica.

“No es para que todos nos volvamos científicos, sino para tener un pensamiento crítico”, resalta. El cambio climático, así como la pandemia por covid-19 que vive el mundo lo enseñan: hay que buscar, cuestionar, y hay que hacerlo teniendo en cuenta que los seres humanos han sido los principales detonantes de estas situaciones por usar la naturaleza “de manera extractiva e indebida”, agrega.


Moldeó el conocimiento y descubrió su verdadero interés

“Siempre me sentí fuera de lugar en Ingeniería Civil. Digamos que no fue un programa académico en el que sintiera que realmente estaba desarrollando lo que a mí me gustaría hacer”, dice Paola, a quien esta sensación la llevó a ejercer la docencia universitaria, para ella una gran fortuna y una pasión con la que también se encontró en la UNAL Medellín.

Ella tiene la mirada fija, atenta y siempre al frente mientras habla. No es como algunas personas que dirigen sus ojos a un costado mientras recuerdan algo. Y una de las cosas que rememora es que fue profesora por primera vez después de investigar sobre el ciclo diurno de la lluvia en Colombia, durante el pregrado, y mientras cursaba la maestría en Ingeniería – Recursos Hidráulicos. La materia que dictó fue Geometría analítica y vectorial.

“Ahí descubrí que lo que yo quería era ser profesora y buscar la manera de mostrarles a los estudiantes la aplicación que tenían esas cosas que parecían tan abstractas”, recuerda. Después fue docente de cátedra de Álgebra Lineal en la Universidad Eafit y ahora lo es en la Universidad de Antioquia, donde de alguna manera volvió a su área de formación base, pues les da clases a estudiantes de la Facultad de Ingeniería.


Curiosa, como la ciencia misma

Más o menos en séptimo semestre de Ingeniería Civil, el profesor de Hidrología, Óscar Mesa Sánchez le mostró a ella y a sus compañeros, como parte de un parcial, el juguete El pájaro bebedor, usado para entender el concepto del calor latente de evaporación.

Son dos esferas unidas por un tubo que simulan el cuerpo, sostenido de un punto de apoyo. También tiene una membrana que representa el pico, el cual se humedece y con esto simula la acción de beber agua.

Adentro, en el tubo hay un líquido que se evapora fácilmente, que representa el centro de masa y que comienza a subir si al ave se le ‘da a beber’ agua con una temperatura distinta. Cuando el fluido llega más arriba del centro de apoyo (ubicado en la mitad del cuerpo) el pájaro pasa de estar en posición vertical a inclinarse lentamente hasta adoptar una postura horizontal.

El pájaro bebedor vuelve a su posición original cuando el líquido regresa (o baja el centro de masa). El calor latente, debido a la evaporación del agua en el pico del ave, es la fuente de energía que la mueve.

“El grupo quedó muy intrigado con el experimento. En particular Paola me comentó después que el ejercicio le sirvió bastante de inspiración y que fue una de sus motivaciones para dedicarse a la hidrología y el clima”, recuerda el profesor.

Desde muy joven, Paola mostró un interés genuino por la investigación científica, destaca el docente Poveda Jaramillo y afirma: “uno empieza a reconocer fácilmente quiénes son los estudiantes que tienen una inclinación natural, una vocación para eso y desde muy temprano supe que ella tenía esas dotes”.

Él dice sentirse orgulloso de ella, quien después ser su estudiante se convirtió en su colega, pues asegura que como profesora y junto con sus estudiantes, Paola ha producido artículos científicos muy importantes y ha construido una carrera muy interesante, tanto que según el profesor, le dio para ser nombrada en este sexto reporte del IPCC”.

“Cuando supe de eso me alegré mucho por ella, sé de qué va la tarea del IPCC, que se necesita disciplina y trabajo. Es un orgullo que cuesta y al enterarme me puse muy contento porque fue pupila mía, la conozco, sé de su carácter, su vocación por la investigación y su rigor”,agrega.

Paola, agrega el docente Mesa Sánchez, hace parte de una generación de estudiantes “muy competentes, voluntariosos, dedicados y juiciosos”. Sobre la trayectoria de ella resalta que: “cuando un estudiante se destaca, uno siente esa satisfacción semejante a la de cuando los hijos tienen éxitos. En este caso es una relación intelectual, no de sangre, pero se siente igual”.

Esa misma alegría la siente el profesor Poveda Jaramillo con quien Paola sigue trabajando —también con otros colegas de Suramérica— en la construcción del programa de investigación Andex, del que hace parte de comité de dirección científica y con el que se busca estudiar la climatología e hidrología de toda la cordillera de los Andes.

Lo que ha logrado Paola, finaliza el docente, “lo ha hecho con mucha dedicación, persistencia e inteligencia”.

(FIN/KGG)

13 de julio de 2020