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En la UNAL Medellín Bienestar Universitario ofrece acompañamiento a fin de disminuir la deserción. Foto: Unimedios.

 

La reflexión al respecto debe ir más allá de las preocupaciones académicas y encaminarse también en el contexto social que la produce, según analistas. Las afectaciones que esta puede tener se reflejan en proyectos de vida personales e incluso en la productividad del país.
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La deserción es una de las preocupaciones que ha traído consigo la pandemia por covid-19. Solo en Medellín se identificó que 8.241 estudiantes podrían estar en riesgo de salir del sistema escolar.

Así se lo contó Alexandra Agudelo Ruiz, secretaria de Educación de Medellín a El Espectador a mediados de julio de 2020 y explicó que, del total, 6.524 estudiantes no participan en la estrategia En casa aprendemos y 1.699 manifestaron la intención de cancelar el año escolar.

Los impactos de la deserción son distintos según si esta se da en la educación primaria, básica, media, profesional o posgradual, según el sociólogo y licenciado en Educación, John Muñoz Echavarría, profesor de la Escuela de Construcción de la Facultad de Arquitectura de la UNAL Medellín.

Para él, “recuperar a un niño en la relación con la educación es mucho más difícil que a un joven. Es interesante ese análisis porque cuando se evalúa la deserción y la educación se hace puntualmente, por ejemplo, en la universidad, pero puede ser más grave la de primaria o la de enseñanza en preescolar”.

Plantea que la misma diferenciación o especificidad se debe hacer al evaluar la deserción universitaria, bien sea en pregrado o posgrado. Así como en la educación pública y en la privada. Sin totalizar, quienes hacen parte de la última son quienes en la escala social han tenido una posibilidad de mejores condiciones de vida, de acuerdo con el docente.

En ese sentido cree que propuestas como la de Matrícula cero tienen validez en momentos como el actual, incluso porque cree que puede darse que “los jóvenes no puedan trabajar y, en la medida en que la economía esté cerrada, los padres tampoco podrán sostenerlos y eso se vuelve una cascada”.

El desempleo ha sido una de las consecuencias del confinamiento. Pasó de ser del 9,4 % en junio de 2019 a 19,8 % en el mismo mes del 2020, según el más reciente informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane).

El factor económico es, precisamente, uno de los más relacionados con la deserción, según Juan Carlos Ochoa Botero, director académico de la UNAL Medellín, quien menciona que se ha buscado minimizar los impactos con ayudas estipuladas tanto por el Gobierno como por las universidades.

La deserción se ha considerado como un indicador para medir la educación, explica Hilda Mar Rodríguez Gómez, profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, sin embargo, cree que al ser una cifra o un dato a veces está desprovisto del contexto y “de las múltiples historias que hay detrás de cada una de las personas que se van”.

Por eso cree que “hablar de deserción es referirse también a los dramas humanos que la producen”.

Además, que si bien el Ministerio de Educación obliga a instituciones a implementar estrategias para evitar que los estudiantes abandonen los procesos educativos, las que se ejecutan tampoco resuelven aquellas situaciones que las originan.


Riesgos de la deserción

Las afectaciones de la deserción son varias. La productividad nacional es un ejemplo, según el profesor Ochoa Botero, para quien “no contar con profesionales impacta el crecimiento del país en términos de que no se tiene la cantidad necesaria para mejorar el desarrollo social y económico”.

Por su parte, para las instituciones educativas las implicaciones son académicas y pedagógicas, según la profesora Rodríguez Gómez, por lo que dice que es importante definir por ejemplo los semestres en los que más se da la deserción o programas en los que sea mayor.

En el caso de la UNAL Medellín, afirma Ochoa Botero, basado en un estudio que se hizo para evaluar la deserción entre el 2017 y el 2019, el promedio es del 42 % siendo las carreras de la Facultad de Ciencias Agrarias las que tienen los índices más altos de abandono, mientras que las de Facultad de Arquitectura son las de menos.

Los proyectos de vida son un punto en el que él y la docente Rodríguez Gómez coinciden. El profesor dice que la deserción puede generar frustraciones y la docente cuestiona también el acompañamiento con respecto a la orientación vocacional, pues a las universidades los estudiantes están ingresando cada vez más jóvenes.

Considera que en la educación básica y media se deben fortalecer ciertas habilidades intelectuales y académicas para enfrentar procesos de estudio, pero también que las universidades deben pensar qué necesitan los estudiantes al llegar a primer semestre.

“Idealmente todas las personas deberían saber leer o conocer asuntos básicos de la matemática, pero si no lo saben hay que encontrar una forma específica de enseñanza que permita contribuir”, asegura.

La conclusión del profesor Muñoz Echavarría es que la deserción estudiantil no solamente debe analizarse desde la relación con las instituciones sino desde el impacto social.

“Si se ve el aparato educativo como institución y la educación como forma de desarrollar el concepto de lo humano, se nota que la deserción tiene afectación no solo en los sujetos y en las familias sino en la sociedad en su conjunto”, dice.

El análisis, para él, es primordial teniendo en cuenta que actualmente se está viviendo algo atípico, pues ningún área de la educación tiene experiencia en pandemias.

Expone que a pesar de que la situación muestra la importancia de generar política pública, ese es un asunto que se debe incentivar permanentemente en aras de que los jóvenes puedan construir su futuro.

(FIN/KGG)

24 de agosto de 2020