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La Policía tiene unidades especiales y especializadas. Foto: tomada de cutt.ly/CfV8ST1


La confianza en la Policía se puede recomponer si esta actúa en relación al bienestar de las comunidades a las que se deben, según analistas. En ese sentido reclaman un rol protagónico de la ciudadanía para estipular cómo hacer la transformación de la Institución para la que plantean se requiere reforzar la formación en humanidades.

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El reciente asesinato de Javier Ordóñez en Bogotá por policías a quienes la Fiscalía General de la Nación les imputó cargos por homicidio, tortura, y les fue ordenada la detención, reavivó inconformidades que se venían dando por hechos como los abusos de autoridad en la marcha del 21N en 2019 y, además, el cuestionamiento de la necesidad de una reforma a la Policía Nacional.

Esa institución es un órgano formado constitucionalmente con funciones civiles y para una relación permanente con la ciudadanía, según el profesor Édgar Ramírez Monsalve, del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín, en ese sentido considera que los abusos de poder “no son, como se ha dicho, un asunto de manzanas podridas”.

“En Colombia hay una larga tradición de violaciones y abusos de fuerzas de parte de organismos armados del Estado. La Policía lo ha hecho y, por ende, ha deteriorado su imagen y confianza ante la ciudadanía en general”, agrega.

No se trata de algo nuevo. Pablo Emilio Angarita Cañas, investigador del Grupo de Investigación sobre Conflictos, Violencias y Seguridad Humana de la Universidad de Antioquia, expone que, en más de 100 años de existencia, la Policía ha tenido algunos momentos “más oscuros”.

“En departamentos como Boyacá o sectores del Tolima se le denominó como Chulavita porque estaba muy aliada con el Partido conservador y se convirtieron en lo que, en lenguaje de hoy, se llamaría grupos paramilitares. Participaron en la matanza de liberales y en la Guerra Civil”, cuenta.

Según el Libro Seguridad y Reforma Policial en las Américas, de Lucía Dammert, la Policía tuvo una crisis en 1993, cuando el nivel de desconfianza bajó al 21% y “marcó un punto de quiebre para la institución”.

“El repunte de la violencia de a fines de los años noventa explica la abrumadora acogida de la ‘Seguridad Democrática’ presentada por Álvaro Uribe, que lo condujo a la presidencia en el 2002”, desde cuyos lineamientos generales “ha desarrollado una política de seguridad donde el rol de la policía está subordinado a la estrategia de la contrainsurgencia”, añade el texto en otro apartado.

El libro expresa, además, que a pesar de lo que eso pueda implicar, en ese momento no había preguntas acerca de si era necesario o posible continuar con el proceso de desmilitarización para construir una identidad civil de la Institución.

Estructura y funcionamiento

La Policía es una institución fortalecida. Colombia Check reporta que: al 16 de agosto del 2017 la Policía estaba conformada por 183.333 personas. En 2019 aumentó a 185.840, le dijo el Ministro de Hacienda y Crédito Público, Alberto Carrasquilla, al periódico La República.

Según Dammert cuenta en su libro, la policía colombiana como se conoce actualmente fue resultado de la reorganización iniciada a mediados de los años 50. Más tarde, en 1991, la Constitución la definió como “un cuerpo civil armado permanente que responde al gobierno nacional y forma parte de la fuerza pública”.

A diferencia de las europeas o canadienses, la Policía colombiana depende del Ministerio de Defensa y tiene doctrina similar a la del Ejército, por ejemplo, por los rangos, pero también por el tipo de armas que usa.

Así lo expone Angarita Cañas, quien recuerda que, cuando a la Policía se le dio la función de combatir el narcotráfico, en la década del 80, la Institución comenzó a utilizar armamento pesado y de combate.

“Esa práctica impacta necesariamente sobre la mentalidad. Es decir, si portas un arma de largo alcance, primero debes prepararte y saber usarla; no como para tenerla de adorno o lucirla. Ese tipo de armas son hechas para el combate en la lógica de dar de baja al enemigo”, añade.

Precisamente para el docente es un error la militarización de la institución, pues está convencido de que un contexto violento como el colombiano, “no se trata de que el remedio sea peor que la enfermedad”.

Al respecto, el docente Ramírez Monsalve afirma el hecho de que a la Institución “la metieron en tantas cosas” constituye una equivocación, porque “terminó haciendo de todo. Por ejemplo, hay territorios en los que continúa el conflicto y los enfrentamientos con grupos armados donde debería estar el Ejército, no la Policía, que debe ser la de servicio a la comunidad”.

Ruta para la transformación

La formación policial colombiana es más extensa en tiempo y en cursos que la de otros países. “Un patrullero aquí tiene un año para prepararse y listo, para la calle, mientras que en Inglaterra pueden ser solo tres o cuatro meses, pero los novatos van a patrullar con un veterano y aprenden in situ dos años y medio antes de graduarse”, explica Angarita Cañas.

A los policías, cree el profesor Ramírez Monsalve, no solamente hay que darles cursos de inducción para el ingreso, sino que se requiere una formación durante toda la carrera en aspectos humanísticos y de los derechos de la ciudadanía.

De otro lado, cree que se debe articular un plan de formación en el que haya niveles de especialización: “el patrullero no debe cumplir con varios frentes en simultáneo. Es decir, quien esté en la Policía Comunitaria, Infantil o Aduanera debe ser un experto en el campo”. Propone, también, dar un salto a la formación tecnológica y profesional.

¿Es posible una transformación?

Tras analizar pruebas desde 2005 hasta 2019, la Corte Suprema de Justicia le ordenó al Gobierno nacional tomar medidas para garantizar la protesta pacífica y pide prohibir el uso de escopetas calibre 12, armas como la que provocó la muerte de Dilan Cruz en noviembre del año pasado.

El fallo también le ordenó al ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, pedir perdón por abuso de fuerza del Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía (ESMAD). Lo que respondió al respecto fue que no se trata de una directriz sino de actuaciones personales de algunos integrantes. Además, que la Policía continuará enfrentando el vandalismo, así como las formas de violencia.

Ante la posibilidad de una reforma de la Policía, la directora de la Fundación para la Paz, María Victoria Llorente, afirmó recientemente en un diario nacional que si bien es necesaria, las condiciones no están dadas para que se haga en el corto plazo.

El presidente de la República, expone el profesor Ramírez Monsalve, es quien actúa como comandante y jefe de las Fuerzas armadas: “con eso digo que si hay voluntad política en Colombia se puede adelantar un proceso que no es de seis meses ni de tres, ni de solo sacar leyes al respecto. Debe ser una serie de intervenciones sostenibles en el tiempo como política de Estado”.

No solo considera que la transformación debe ser institucional, cultural y política sino también que las universidades públicas deben invitar a reflexionar sobre los currículos de formación y actualización del conocimiento en la Policía. Sus miembros, añade, “deben conocer de historia, sociología, psicología, derecho e incluso de una serie de elementos relacionados con el lenguaje, el trato y las buenas maneras para dialogar”.

En la voluntad del cambio también coincide el investigador Angarita Cañas, quien asegura que “la fuerza de los acontecimientos a veces precipita y lleva a desenlaces más rápidos de los que los analistas prevén frente a una situación”.

Sobre la reforma, asegura, no hay que preguntarse si debe hacerse, sino cómo, para qué, y convocar una consulta sobre cuál es el tipo de Policía que se quiere, no a una comisión de expertos que lo digan “para seguir en las mismas”, pues refiere como ejemplo el caso del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), el cual se acabó, pero no las chuzadas a periodistas o perfilamientos.

Enfatiza en que “solo se recuperará la credibilidad de la Policía cuando cambie la práctica. Es con lo que pase en la calle, con los manifestantes y los ciudadanos, no porque tengan letreros bonitos o discursos pacifistas o respetuosos de los derechos humanos”.

Lo afirma tras mencionar que también generan buenas acciones que son reconocidas por la sociedad, como el rescate de personas. No obstante, asegura que sería ingenuo pensar que la reforma a la Policía no tiene nada que ver con política.

Ambos profesores trabajaron, junto con más investigadores, en un plan para la transformación institucional y cultural de la Policía que se realizó cuando el general Carlos Rosso Serrano se desempeñó como director general de la Institución, entre 1994 y 2000.

(FIN/KGG)


28 de septiembre de 2020