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Según el Ideam, el huracán Iota estuvo a 18 km de distancia de Providencia. Matthew, en 2016, a más de 120 km de Punta Gallinas. Foto: tomada del Twitter del Ideam.

 

Un panorama devastador: personas angustiadas y destrucción de infraestructura. Hace dos fines de semana el paso del huracán Iota tuvo impacto directo sobre San Andrés y Providencia. Dadas las lluvias que propició, incidió en inundaciones importantes en zonas de Antioquia, Bolívar y Chocó. Sin embargo, especialistas explican que influyeron otras condiciones y que, por la posición geográfica, no es común que Colombia resulte afectada.

Los ciclones tropicales reciben diferentes nombres en las distintas regiones del mundo. Se denominan así en el Océano Índico; en el Atlántico se les llama huracanes; y en el Pacífico, sobre todo en Asia, tifones. Independientemente de la manera de atribuirlos, estos hacen parte de la dinámica natural del sistema terrestre.

Como una aspiradora, así funcionan los huracanes, que son un sistema de baja presión que “atrae los vientos y arrastra corrientes que pueden contener humedad proveniente de otras cuencas como las del Pacífico”, explica Óscar Mesa Sánchez, profesor del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín.

La fuerza del huracán Iota arrasó, a su paso, con San Andrés y, sobre todo, con Providencia, donde según la Presidencia de la República, hubo daños en un 98% de la infraestructura, anuncio que realizó días después, cuando se identificaron afectaciones.

Iota, según el profesor Mesa Sánchez, es el “huracán que batió los récords entre los que más rápido se han intensificado de los que hay registros a nivel mundial”, afirma. El nivel 5 en la escala Saffir-Simpson se caracteriza por velocidad de viento superior a 252 km/h, precipitaciones muy intensas y aumento de la marea.

En ese sentido, explica que son varios los tipos de emergencias que se generan: “es como si a un ejército lo atacaran por aire, mar y tierra. Así embistió el huracán a San Andrés y a Providencia. Eso significa una devastación importante”, agrega.

Iota ha sido el único huracán en Colombia en alcanzar el nivel 5 —el máximo—, dice Santiago Giraldo Cárdenas, ingeniero ambiental y magíster en Ingeniería Ambiental de la Universidad de Antioquia y actual estudiante de doctorado en Ciencias del Océano y la Atmósfera en la Universidad de California, en Los Ángeles (Estados Unidos).

Antes, en el 2016, el huracán Matthew, también alcanzó categoría 5 el 1 de octubre. Dice que según la base de datos de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) no transitó oficialmente sobre territorio marítimo colombiano, aunque su trayectoria, definida por el ojo del huracán, sí generó afectaciones en La Guajira.

Iota, el huracán más reciente que produjo afectaciones, comenzó a adquirir fuerza e intensidad desde el miércoles 11 de noviembre de 2020, refirió Martha Cecilia Cadena, coordinadora de Pronóstico de la Oficina de Pronósticos y Alertas del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).

La génesis de los huracanes

Los huracanes “comienzan como ondas tropicales y si estas encuentran condiciones favorables se van intensificando hasta avanzar a depresión tropical y tormenta, cuando se les asigna nombre”, explica Giraldo Cárdenas. En 2020, dice, han ocurrido 30 de ellas en el Océano Atlántico.

La cifra, añade, “es mucho mayor al promedio, que es de 12 por año”. No obstante, advierte que esto no quiere decir que todas se conviertan en huracanes, de los cuales se han registrado 13 en la región, también más de la media, que son seis. De los de categoría mayor, es decir, 3, 4 o 5, lo normal es que se presenten tres.

Las condiciones que influyen en el desarrollo de huracanes son: trayectorias sobre agua, aumento de la temperatura del mar, ausencia cortante de los vientos (es decir, que vayan en la misma dirección a diferentes alturas y con velocidades similares), como lo expone el profesor Mesa Sánchez, quien explica que la evaporación del agua del mar es la principal fuente de energía de estos eventos que se libera en la condensación.

Los especialistas coinciden en que, para el caso del huracán Iota, adicional a la temperatura superficial del mar en el Océano Atlántico, que ha estado muy caliente durante este año, el desarrollo del fenómeno de La Niña es un factor que ha contribuido a la formación de eventos de este tipo, adicional a la temporada de huracanes que se da entre el 1 de junio y el 30 de noviembre. Sin embargo, no significa que antes o después de esas fechas haya exención de tormentas.

Al respecto, el profesor Mesa Sánchez comenta que en un año pueden darse varios huracanes de intensidades bajas: “si sus trayectorias pasan por aguas frías o por tierra este se disipa”, teniendo en cuenta que el “mar es el combustible”.

Iota, agrega, tuvo influjo de vientos del Océano Pacífico y de humedad, por lo que al encontrar las cordilleras se produjeron aguaceros que ocasionaron crecientes en varios ríos e inundaciones en Cartagena, Chocó y Antioquia, eventos adicionales al embate directo que sufrieron San Andrés y Providencia.

Según Giraldo Cárdenas, “Colombia, en particular por su posición geográfica, no se ve muy afectada por este tipo de fenómenos, porque una de las condiciones necesarias para que las tormentas logren velocidades mayores (hasta alcanzar categoría de huracán) es que tengan Efecto de Coriolis significativo y para eso deben estar lejos de la Línea del Ecuador y el país está cerca de ella”.

El efecto Coriolis, explica, tiene que ver con que los vientos tienden a desviarse generando rotación, la cual ayuda que los que están alrededor del ciclón giren más rápido y así el evento se intensifique.

Añade que, si bien no es común el tránsito de huracanes por el territorio nacional, en más de 100 años de registro por áreas del país han pasado más de 57 tormentas, de las cuales solo este año van 30. Los precursores de ellas, que son las ondas tropicales, sí son muy comunes: “en promedio cada año pasan 20”. Tienen efectos en la lluvia, principalmente, e incluso pueden estar asociadas al transporte de aerosoles o de arena del Sahara.

¿Qué se puede esperar?

La temporada de huracanes continúa, según Cadena: “el tránsito de las ondas va a seguir ocurriendo”. La semana anterior el Ideam, entidad de la que hace parte, había informado sobre la detección de una perturbación sobre el Caribe central con probabilidad del 40% de evolucionar a una categoría superior.

Manifiesta en que no se puede bajar la guardia y que constantemente se debe estar pendiente del monitoreo del sistema y enfatiza en que “la temporada de huracanes no ha pasado. Estamos en plena época de lluvias del segundo semestre y es probable que tiendan a intensificarse”.

De hecho, a la semana anterior hubo influencia directa, según Cadena, pues hay algunas bandas nubosas y remanentes de humedad que podrían activar las lluvias, particularmente, en la región Caribe y el norte de la zona andina en los departamentos de Antioquia, Arauca, Boyacá, Cundinamarca, Chocó, Norte de Santander, Santander y el piedemonte de la Orinoquia, sitios particularmente afectados durante el fin de semana del 13 de noviembre.

En un comunicado, de acuerdo con el Centro Nacional de Huracanes, el Ideam anunció el miércoles 18 de noviembre, la existencia de “la consolidación de una amplia zona de baja presión en el suroeste del mar Caribe colombiano, la cual ha aglutinado gran cantidad de nubosidad con lluvias y actividad eléctrica en el área”. Además, explicó que para ese momento hubo un 10% de probabilidad de desarrollarse una depresión tropical (la primera etapa de un ciclón tropical), por lo que recomendó tomar medidas preventivas.

Gestión del riesgo

Según el profesor Mesa Sánchez, por el calentamiento global se ha detectado aumento de la frecuencia de tormentas severas, entre ellas los huracanes y de incremento de la intensidad de las lluvias. Por tal razón considera fundamental aplicar y profundizar las medidas de prevención y mitigación como monitoreo y elaboración de planes de acción, no sólo las de atención de los desastres.

De huracanes se conoce lo suficiente, hay información establecida, por ejemplo, sobre temporalidad y recorridos históricos, según José Humberto Caballero Acosta, profesor pensionado de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín, quien, al hacer referencia a Iota asegura que “estábamos pésimamente preparados, porque es pronosticable con grados de certidumbre mucho mayores que el resto de fenómenos amenazantes”.

Dice que, a pesar de haber buena capacidad de investigación, la gestión del “riesgo no es solo entender, sino que se necesitan acciones y ese es un problema de política”. Se pregunta, entonces, “¿cómo en San Andrés no existía un refugio para resguardar a la comunidad en caso de huracán si es zona de amenaza alta por ellos?”.

(FIN/KGG)

23 de noviembre de 2020