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Según la Gobernación de Antioquia la Policía ha registrado 12.784 casos de violencia intrafamiliar. Foto: bit.ly/2KEUzrf

 

Las diferentes violencias contra las mujeres son, en esencia, propiciadas por el sistema patriarcal. Por eso, según especialistas en temas de género, se requiere transformar imaginarios errados y volcarse a las nuevas masculinidades que, al diferir con las estructuras de poder tradicionales, entran en sintonía con el respeto por las mujeres y lo femenino.

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El 25 de noviembre de 1960 fueron asesinadas Patria, Minerva y María Mirabal, de 36, 34 y 25 años, bajo órdenes del entonces presidente de la República Dominicana, Rafael Trujillo Molina, contra cuya dictadura luchaban ellas. Años más tarde, en 1999, Naciones Unidas (ONU) asumió la fecha como el Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer.

Según el organismo, una de cada tres mujeres en el mundo sufre violencia sexual o física principalmente por parte de sus parejas. En un artículo publicado en su sitio web expone que, “aún así solo dos de cada tres países han prohibido la violencia doméstica, en 37 no se juzga a violadores si están casados o se casan posteriormente con la víctima y en otros 49 no existe una legislación que proteja a las mujeres de ese lastre”.

El mismo organismo señala que desde que surgió el brote por covid-19 los datos revelan que la violencia contra las mujeres y las niñas se ha agudizado, por lo que califica la situación como “una pandemia en la sombra”.

Gladys Rocío Ariza Sosa, médica y doctora en Salud Pública de la UNAL, y actual profesora del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, explica que la violencia contra la mujer por lo general tiene que ver con un desbalance en el que ella está en desventaja.

No obstante, la sexual o la física no son las únicas formas de violencia. Otra que existe, aunque que no es fácil de identificar, según la docente, tiene que ver con la ideología del amo y el esclavo, que contribuye a su propia dominación sin darse cuenta: “Eso mismo nos (puede) pasa(r) a las mujeres, pero el feminismo es como ponerse unas gafas, ver todos los detalles, las formas. Y quitárselas es ver borroso”.

Las violencias contra la mujer, explica, se han constituido como un problema de salud pública en la medida que tiene un significado social, un impacto colectivo y la posibilidad de evitarse. Las repercusiones principales están asociadas al desarrollo social, los proyectos de vida y la garantía de los derechos humanos.

Según el Observatorio de Asuntos de Mujer y Género de la Gobernación de Antioquia, entre enero y octubre del 2020, la Policía Nacional ha registrado 12.784 casos de violencia intrafamiliar.Otros tipos de violencias son por ejemplo las homofóbicas o transfóbicas, que se ejercen con el fin de excluir del sistema a los cuerpos que se consideran como no normativos y que no solo tienen fundamento en la discriminación y en el prejuicio sino en el odio, según María Camila Correa Flórez, profesora de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario.

El plural hace la diferencia, dado que los pagos injustos a las mujeres son violencia económica, así como la manipulación, el sometimiento o el abuso son violencia psicológica. Incluso está la violencia cultural simbólica, que tiene que ver con bromas, chistes, piropos o incluso canciones que cosifican a las mujeres y a lo femenino, según Andrés Marín Correa, director de Caballito de Mar, proyecto social para la promoción de masculinidades no hegemónicas.

Acceso a la justicia

“Menos del 40% de las mujeres víctimas de delitos violentos denuncian estas agresiones por desconfianza en la respuesta que obtienen del sistema”, según la ONU.

En Colombia, refiere Correa Flórez basada en el reconocimiento que ha hecho el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención Belém do Pará, hay varios avances normativos que buscan proteger, prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres y todas sus manifestaciones. Sin embargo, en varias ocasiones las normas se quedan en el papel, en el sentido en el que hay desconocimiento por parte de los operadores judiciales para resolver problemas con enfoque de género.

“El acceso a la justicia es una barrera que impide la sanción de las violencias basadas en género. Hay otro problema y es el de la falta de educación y comprensión. Todavía quedan muchos prejuicios frente a los comportamientos, actitudes y percepciones que se tienen de las mujeres en la sociedad; eso es caldo de cultivo para discriminar y violentar”, asegura.

En ese sentido, recomienda que se debe garantizar capacitación a funcionarios en temas de género, dado que se pueden presentar casos de revictimización en diferentes etapas, no solo cuando hay una denuncia sino cuando se abre el proceso, o cuando la víctima debe enfrentarse con el agresor.

Nuevas masculinidades

En general, explica la profesora Correa Flórez, las violencias contra la mujer son una forma de discriminación y están relacionadas con estereotipos que han sido respaldados por la estructura social patriarcal, conocidos como roles de género, que asignan determinadas acciones y actitudes. Es precisamente por este motivo que expresa la importancia de fomentar las nuevas masculinidades.

Marín Correa también está convencido de que “somos los hombres los que debemos pensar de manera urgente y prioritaria cómo combatir todo tipo de violencia. Ahí entran las masculinidades disidentes, no hegemónicas, alternativas”. Asegura que lo importante, independiente del nombre, es reconocer no sentirse cómodo en el esquema de poder en el que tradicionalmente se ha puesto al hombre.

¿Qué hacer? Lo primero, agrega, debe ser desestructurar los sistemas de poder sobre los que está construido el patriarcado. Las formas son variadas: “abrazar la ternura, poner estas conversaciones en la vida cotidiana y con las familias, renunciar a actos como que primero se les sirve a los hombres o que sean ellas quienes lo hagan siempre, evitando actos agresivos naturalizados como piropos o pidiendo a organismos estatales estructuras más sólidas”.

Regalar a niños una cocina de juguete, por ejemplo, es una de las acciones que propone la profesora Correa Flórez para erradicar los roles de género impuestos en la sociedad, a lo que, por su parte, Marín Correa denomina “despelucar la hombría”. “Si erradicamos esos estereotipos desde la primera infancia vamos a empezar a crear generaciones libres de discriminación y violencia”, dice la docente.

Iniciativas y responsabilidades de las instituciones educativas

En las universidades hay instancias para velar por los derechos de las mujeres y la equidad de género. La UNAL Medellín, desde hace tres años, con la llegada de Dolly Montoya a la rectoría, cargo que ocupó por primera vez una mujer en la Universidad, “ha hecho un esfuerzo grande por pensar protocolos, metodología y acompañamiento desde las diferentes instancias de Bienestar Universitario”, según el vicerrector de la Sede, Juan Camilo Restrepo Gutiérrez, “para generar rutas seguras en temas de acoso sexual o violencias de género”.

En la UNAL el Acuerdo 035 de 2012 reglamentó la política institucional de equidad de género y el Acuerdo 13 de 2016, el Observatorio Nacional de Asuntos de Género. En el Acuerdo 25 de 2019 reguló el Comité de Asuntos de Género, que es la instancia asesora de la Sede para promover la cultura institucional de equidad de género.

El Comité desarrolla una agenda propia sobre medidas de redistribución, reconocimiento, y prevención, detección y acompañamiento. En esta última se aplica la ruta de atención ante casos de violencias basadas en género y sexual. “Desde que fue creada se ha activado 48 veces, de las cuales en 47 casos ha sido una mujer la víctima”, manifiesta Manuela Álvarez Ruiz, quien cursa el pregrado de Ingeniería Geológica y es la representante estudiantil ante el Comité de Asuntos de Género de la Sede.

Promovidos por la Alcaldía de Medellín, recientemente el vicerrector de la UNAL Medellín, otros 23 rectores y rectoras de instituciones y 14 jefes de núcleo suscribieron el pacto para la eliminación de la violencia de género, especialmente contra las mujeres en el ámbito educativo. La motivación es propiciar la prevención y atención de todo tipo de agresiones, promover la denuncia, sensibilización y destinar recursos para divulgar los derechos de las mujeres mediante políticas institucionales.

Para la profesora Correa Flórez, “el rol de las instituciones educativas es todo”, pero para ella, la tarea de generar conciencia, transformar los imaginarios y velar por la erradicación de las violencias contra la mujer no debe ser exclusiva de las universidades. Se debe “empezar desde la base: la primera infancia para erradicar estereotipos o prejuicios”.

Velar por la eliminación de las violencias contra las mujeres debe ser, en conclusión, un asunto colectivo y eso es claro para Marín Correa: “No debe ser tarea solo de las feministas, porque la violencia es estructural. La propuesta es que todos y todas encontremos formas de contrarrestarla. Está en nuestras manos lograrlo de manera cotidiana y sencilla, no tenemos que salir a marchar necesariamente. En casa podemos desestimular acciones violentas que a veces no vemos porque el machismo es muy perspicaz y se disfraza de algo natural”.

(FIN/KGG)

30 de noviembre de 2020