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Fanáticos de Maradona se congregaron en Buenos Aires para homenajearlo. Foto: Clarín / EFE. Tomada de: bit.ly/37xU6z5

 

Por lo que representó su vida futbolística y personal, aficionados al balompié en el mundo han lamentado la muerte de Diego Armando Maradona. La noticia de su fallecimiento, como el fútbol mismo, ha evidenciado un apasionamiento que trasciende la esfera del deporte. ¿Es un fenómeno social? Especialistas en el tema lo explican.

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“Y un día ocurrió. Un día lo inevitable sucedió. (…) Un golpe que retumba en todas las latitudes. Un impacto mundial. Una noticia que marca una bisagra en la historia. La sentencia que varias veces se escribió pero que había sido gambeteada por el destino ahora es parte de la triste realidad: murió Diego Armando Maradona”.

Así registró un artículo del diario argentino Clarín —el 25 de noviembre de 2020— el fallecimiento de quien aún es un ídolo mundial, un futbolista de auténtica personalidad al que Eduardo Galeano, en su libro Cerrado por fútbol, llamó “un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses”.

Lo que genera Maradona, su muerte y el fútbol —incluidos los enfrentamientos de sus seguidores y la policía o los tres días de duelo nacional en Argentina— lo explica la sociología, que entiende este deporte como un fenómeno de masas, y así lo expone Rainiero Jiménez Martínez, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas (FCHE) de la UNAL Medellín.

El balompié, dice, adquirió relevancia a partir de la década del 80, pero el juego con la pelota es ancestral. En el contexto latinoamericano viene —principalmente— de las culturas prehispánicas aztecas en México, y con el paso del tiempo el fútbol se ha ido constituyendo en una pasión que permea distintas esferas de la sociedad.

El docente hace un símil: “El fútbol se comporta muy parecido a la política, es el enfrentamiento en una cancha entre selecciones conformadas por un grupo de jugadores concebidos como héroes para los aficionados; son los gladiadores contemporáneos”.

Así, el fútbol trasciende las expectativas de un simple encuentro deportivo y se convierte en un fenómeno social y cultural con varias aristas. Situaciones como la transmisión televisiva del partido entre Millonarios y Unión Magdalena la noche del 6 de noviembre de 1985, durante la toma del Palacio de Justicia, ilustra aquello a lo que se refiere el profesor Jiménez Martínez: que la imposición del deporte por la clase política puede llegar a ser un distractor.

El balompié, sin embargo, no tiene la culpa, considera Dany Mauricio González, candidato a doctor en Filosofía y profesor del Programa de Filosofía de la Universidad del Quindío. Para él, “el fútbol no es tan artificial, es un producto social y por serlo tiene vicios y virtudes. Es inevitable que sea usado para ciertos fines. Es el precio que tiene que pagar cualquier cosa que sea popular”.

Quien también está de acuerdo con que el fútbol resulta ser víctima por usarse para anteponerlo a intereses o evadir ciertas realidades es Stiv García Cardozo, politólogo y exprofesor de la asignatura Política y fútbol en la FCHE. Eso, afirma, ha pasado en Colombia, en el resto del mundo y desde hace mucho tiempo.

Hay varios ejemplos que cita: la creación de la Liga Colombiana de Fútbol en el contexto del Bogotazo, el mundial de 1978 en Argentina durante la dictadura o la segunda Copa Mundial de la FIFA en Italia en 1937, cuando Mussolini buscó que el país “quedara campeón sí o sí porque eso mostraba que tenía supremacía de su raza y legitimaba su discurso político”.

Hay quienes se han rebelado. Carlos Caszely fue el jugador que desafió a Augusto Pinochet en 1974 al cruzarse de brazos cuando el dictador saludaba a cada futbolista de la selección chilena durante una recepción antes de la participación en el Mundial de Alemania ese año.

Recientemente, le dijo a La Vanguardia que “el fútbol está manejado por gente de derechas, muy poco democrática, y no les gusta que el futbolista tenga su opinión”.

El lado opuesto de la pasión del fútbol

Como reflexión tras la muerte de Maradona la escritora Carolina Sanín tuiteó: “No es más ‘gran cosa’ escribir libros, o ser científico, que jugar al fútbol. Dejen la esnobería, el requeñeque, el desparpajo de la ignorancia”.

En el fútbol y en los futbolistas recaen señalamientos constantes, según el profesor González, quien plantea que se ha dado una degradación de las virtudes de los deportistas. A él estos postulados le recuerdan una idea de Nietzsche: “Los valores ascéticos, del hombre reflexivo y del que sí se dedica a lo racional, expresa resentimiento de quienes no tienen esa potencia física”.

El fútbol no es solo objeto de controversias, sino que también muestra los opuestos, según Stiven Alzate Heredia, futbolista colombiano y actual jugador en Industriales de Naucalpan Fútbol Club, de México. Para él así lo ha demostrado la figura que ha representado Maradona quien, dice, pasó de la precariedad a los excesos. Eso, considera, sirve para reflexionar acerca de las inequidades, de que no todos tienen las mismas posibilidades.

González también lo cree, pero afirma que en Colombia el hecho se exacerba más: “Acá el salto es impresionante, pasar de no tener comida a comer lo que le dé la gana en cualquier momento. Hay una gran diferencia en calidad de vida”. Es precisamente esa una condición que, expone, también tiene que ver con idolatrar a los jugadores.

Los efectos de igualar y unir

El fútbol puede ser —también— un acto político. Costa de Marfil llevaba cuatro años en violencia y enfrentamientos entre cristianos y musulmanes en una guerra civil desencadenada por un fallido golpe de Estado, cuando en octubre del 2005 el jugador Didier Drogba hizo un llamado a la paz tras la clasificación del equipo de ese país —por primera vez— a la Copa Mundo Alemania 2006.

“Ciudadanos de Costa de Marfil, del norte, sur, este y oeste: les pedimos de rodillas que se perdonen los unos a los otros. Perdónense. Un país en África con tantas riquezas no puede caer en guerra. Dejen sus armas y organicen elecciones libres”, instó el jugador. Una semana después ambos bandos acordaron la tregua.

El jugador Alzate Heredia cree que la función del fútbol debe ser jugar bien y así mismo representar a los equipos, “pero si eso da la posibilidad de hacer algo positivo en una sociedad, obviamente es válido”.

Otro aspecto al que se refiere el profesor González para explicar el fútbol como fenómeno social es que en el balompié hay reglas, aunque no haya árbitro. Por eso cree que ese deporte es una hipérbole de las sociedades en la medida en que permite identificar sus rasgos distintivos por la forma de asumirlo y vivirlo.

El fútbol, agrega, es como un laboratorio con muestras de muchas partes, por lo que es un buen indicador de lo que pasa. Uno de los efectos que destaca es el igualador: la gente siente que puede hablar de fútbol, independientemente de su posición o de nivel formativo.

El fútbol tiene una base sencilla y a la vez compleja, según García Cardozo, “es tan aceptado y tan querido precisamente porque representa esa contradicción que encarna lo humano. Es de muchas posibilidades. Es un espacio acompañado de esa incertidumbre, que es propia de la vida”.

(FIN/KGG)

7 de diciembre de 2020