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La empatía es la base de la tolerancia. Foto: tomada de bit.ly/3dtcwph

 

El análisis se puede ahondar en varias miradas desde distintas áreas del conocimiento. Los contextos de miedo o desconfianza propician por lo general la intolerancia, que en Colombia se manifiesta por lo general ante la representación negativa de los demás. Para que haya tolerancia, la base debe estar fijada en la empatía, según conclusiones de expertos.

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Hablar de intolerancia implica, precisamente, que haya un contrario. Así lo señala el profesor Óscar Almario García, del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín, para quien al analizar el tema es preciso tenerlo en cuenta como dualidad y una tensión permanente en las sociedades y en la condición humana.

El análisis tiene varias vertientes, pues puede hacerse, por ejemplo, desde la antropología, la filosofía, la psicología e incluso desde la religión y la historia. Según el académico, desde la sociología histórica los grupos humanos que evolucionaron fueron, en principio y por definición, intolerantes.

Dice que “la intolerancia fue una manera de sobrevivir a los demás, a los enemigos, a la devastación, pero si hubiese sido la única variable la evolución humana no se habría dado y esta conduce a otros caminos como el contacto y el intercambio cultural”.

La necesidad de discutir y analizar la intolerancia radica en que es dinámica, de acuerdo con el docente: “se mueven en el espacio, en el tiempo, y para bien y para mal. Lo peligroso es que cuando se entroniza en una sociedad como práctica recurrente se empieza a vivir un fenómeno de normalización o naturalización de ese comportamiento”.

La intolerancia es dinámica, así como la demostración de que no se puede vivir de esa manera y bajo formas de violencia permanentemente, de acuerdo con el profesor, quien expone que cuando se suprime o se declara al otro como enemigo absoluto se está cercano a toda forma de totalitarismo, por lo que pone en riesgo los principios y la vida social misma.

El de la tolerancia es un tema difícil, entre otras cosas porque poco se ha investigado al respecto, aunque ha ganado reconocimiento desde hace aproximadamente unos 20 años con el surgimiento del concepto de la psicología positiva, según Carlos José Parales Quenza, profesor del Departamento de Psicología de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNAL Bogotá.

En psicología, explica el profesor, la tolerancia tiene que ver con la aceptación de la diferencia. Para él, en nuestra nación el concepto contrario se tendría que entender de una forma mucho más amplia, porque “la intolerancia en el país va a un nivel más básico, igual que en otras partes de América Latina, que es la aceptación del otro como persona, representada de muchísimas formas y, en Colombia, varias de ellas son negativas”.

A esto, añade, se suman los contextos sociales interrumpidos y caracterizados por la desconfianza y la competencia, por lo que “las personas están en incertidumbre permanente, amenazados por la presencia de otros y las reacciones hacia ellos son intolerantes”. Es, no obstante, contradictorio según el docente en la medida en que el otro es necesario, por lo que se busca la compañía.

Algo importante que destaca es que la tolerancia, tiene que ver, sobre todo, con apertura de mente y perspectiva, “no con aguantarse cualquier cosa o ser indiferente”.

Son varias las nociones existentes. En una publicación de 1996 en EIAL, un diario interdisciplinario de estudios latinoamericanos, del Instituto Sverdlin de Historia y Cultura Latinoamericana de la Universidad de Tel Aviv, hay un artículo en el que Alisa Meyuhas Ginio analiza las posturas sobre tolerancia del filósofo mexicano Leopoldo Zea y del filólogo y ensayista español Américo Castro.

El artículo subraya que Zea hace un llamado de atención para que el concepto incluya el derecho a la diferencia, porque el matiz de tolerar “se define como respetar y tomar en cuenta las opiniones del otro ‘aunque repugnen a las nuestras’”, lo que implica “condescendencia, indulgencia, complacencia”.

Por su parte Américo Castro, según el texto, entiende la tolerancia como un concepto ligado a la convivencia, y ambos conceptos, asociados a "imágenes históricas y políticas cargadas de diversos componentes emocionales, se complementan”.

Trasfondos históricos y sociales

Según el profesor García, el fascismo apareció como una forma de intolerancia y creció hasta convertirse en el Holocausto o el estalinismo en la Unión Soviética que llevaron a la supresión de libertades y persecuciones de quienes estuvieron en contra. Un ejemplo más reciente al que hace referencia es el del supremacismo blanco en Estados Unidos. También hay uno para Colombia: la polarización política, lo cual califica de “eufemismo”. Afirma que “es una manera de referirse a que para los colombianos es más fácil que estemos en desacuerdos que en acuerdos básicos”.

En contexto de desconfianza, asegura el profesor Parales Quenza, las personas asumen posturas extremas en los grupos a los que pertenecen. “Se da un fenómeno que se llama clivaje, que es la división de la sociedad, por ejemplo, entre uribistas y antiuribistas. Ahí se habla de disociación. Cuando eso sucede la gente se vuelve menos tolerante”, expone.

Adicionalmente afirma que las condiciones de incertidumbre y miedo como las que se viven actualmente por la pandemia disminuyen la tolerancia, lo que se refleja, por ejemplo, en cómo actúan algunas personas contra profesionales de la salud, como el hecho que se registró a inicios de febrero de 2021 cuando un hombre agredió a un auxiliar de enfermería en el Hospital La María en Medellín.

Otro aspecto sobre el que llama la atención es el individualismo extremo que conlleva al deterioro del tejido social. Para el docente García, además, en Colombia se han perdido marcos referenciales como el respeto a la justicia, el acatamiento de las decisiones judiciales exigiendo el debido proceso y el respeto por los derechos o el derecho a la protesta, por lo que señala la importancia del Acuerdo de Paz. Ahora bien, dice que mientras los individuos tomen supuestas medidas de justicia por “mano propia es muy difícil que una sociedad pueda construir mínimos de convivencia”.

Para ser tolerante, es claro según el profesor Parales Quenza, que la base es la empatía. Esto es, explica, la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona, para lo que se necesitan capacidades neurocognitivas que se llaman de metarepresentación. En educación, finaliza, se ha venido trabajando con los niños, lo cual destaca como positivo también para el reconocimiento de emociones y sentimientos en otras personas.

(FIN/KGG)


22 de febrero de 2021