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La jornada laboral en Colombia está distribuida en seis días. Foto: Pixabay.com

 

Académicos coinciden en que la iniciativa, ahora pendiente de sanción presidencial, trae beneficios a los trabajadores y que preocupaciones que tienen empresarios sobre el incremento de costos en las contrataciones, por ejemplo, pueden resolverse si se le apunta a la productividad, y para cuantificarla de manera óptima, se deben crear indicadores.

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Recientemente el Congreso de la República aprobó el proyecto de ley que reduce la jornada laboral de 48 a 42 horas en Colombia. La implementación se haría de manera gradual hasta el 2026. Al cumplirse dos años se disminuiría a 47, luego de tres a 46 y el cuarto se llegaría al umbral de las 42. La modificación está pendiente de sanción presidencial.

Al respecto políticos como el representante a la Cámara por el Centro Democrático, Edward Rodríguez, han expresado sus posturas. Él publicó en Twitter que la reducción de la jornada laboral significará “más productividad para las empresas, mejor calidad de vida para los trabajadores” y aclaró que se hará sin bajar el sueldo.

Por su parte, representantes de agremiaciones también han expresado su opinión. Por ejemplo, Jaime Alberto Cabal, presidente de la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco) afirmó que la iniciativa “estimula la informalidad, eleva los costos laborales de contratación y genera cargas excesivas a las nóminas de las empresas, lo que seguramente desincentivará la generación de empleo, sobretodo en momentos en el que el mundo está en proceso de reactivación económica a largo plazo”.

Con esa posición coincidió Bruce Mac Master, presidente de la Asociación Nacional de Industriales (Andi), quien manifestó que “es lamentable que el Congreso de la República no haya comprendido que este es el momento de crear empleo, construir oportunidades para los jóvenes y disminuir los índices de desocupación. Esta ha debido ser una ley de creación de trabajo y de superación de la informalidad; pero la desconexión con la realidad del país hizo que se convirtiera en una ley que hace todo lo contrario”.

Capacidad de producir debe ser el eje

Las preocupaciones de los gremios quedarían resueltas si se enfocan los esfuerzos al mejoramiento de la productividad en las empresas, según Laura Carla Moisá, profesora de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín, quien explica que “si la gente trabaja más descansada y está mucho más feliz, seguramente la producción va a ser mejor e incluso se podrán aumentar las utilidades, como lo han hecho países de la OCDE que tienen jornadas mucho menores, de unas 36 horas”.

Y si bien Colombia no hace parte de las naciones con jornadas largas, están relacionadas con agotamiento por estrés laboral e incluso con suicidios o muertes causadas por ese motivo, una situación que, por ejemplo, se está estudiando en Japón, donde hay además una cultura y disciplina del trabajo muy distinta, según la docente.

Para Alejandro Barrera Escobar, profesor del programa de Economía de la Universidad de Manizales, en el contexto colombiano hay empresas que pueden “ver complicada” la medida porque si, por ejemplo, tienen 50 operarios y realmente los necesitan las 48 horas, “van reemplazar el tiempo perdido que se requiere para la producción por medio de horas extras a los trabajadores actuales o con contratación adicional”.

El académico considera que la reducción de las horas dedicadas al trabajo, “en general en el mundo y desde el inicio del siglo XX ha estado asociada al mejoramiento de las condiciones laborales de las personas, pues en últimas buscan ser un incentivo para que tengan más tiempo para sus ratos libres, sus actividades, su vida”.

Como Moisá él cree que el asunto es de productividad. Expone que desde la Revolución Industrial, en la medida en que se empezó a poner tecnología a disposición de procesos y como ayuda para el empleado, los países comenzaron a hacer lo mismo con menos horas: a ser más productivos. Lo importante, plantea, no es pagar el tiempo sino los beneficios que se generan.

Teniendo en cuenta lo anterior, considera que en Colombia se deben hacer reflexiones más profundas tanto de orden antropológico, sociológico, filosófico y de economía política, como acerca de lo que es el concepto de trabajo y lo que este implica.

Lo explica con más detalle: “si las empresas y los trabajadores no le apuestan a generar lo mismo o más con menor tiempo, obviamente habrá sobrecostos y eso posiblemente sea un desincentivo para la creación de empleo y la formalidad laboral. Sin embargo, si las organizaciones y los sectores económicos se mueven hacia la productividad y a concebir el trabajo no solo desde la compra del tiempo sino en el pago del valor agregado, se va a permitir superar la discusión”.

En esa medida, expone el ideal sería que la reducción de la jornada laboral se debiera a un avance que se dé en la productividad en la sociedad, y no por un decreto presidencial: “Esa es la utopía y, en buena parte, lo que responde a lo que fue el desarrollo industrial de las grandes economías en el siglo XIX. Estamos en la misma discusión a pesar de que ha pasado el tiempo”.

Un avance que debería tener mejores características

La reducción de la jornada laboral es una tendencia que se está dando en el mundo, según La profesora Moisá, y es una iniciativa que celebra pese a que la considera aún “muy marginal”.

Fabio Arias, fiscal de la Central de Trabajadores (CUT), en entrevista con Caracol Radio lamentó que “solamente hasta dentro de seis años podamos hacer uso de ese derecho consagrado y si de verdad fuera sincera la rebaja en la jornada laboral, tendría que haber sido para este momento, porque esta sí es una salida para generar empleo”.

La tardanza en la progresividad es una bemol, de acuerdo con la docente, pero también lo es la eliminación de dos previsiones para empleados. Una es el Día de la familia, el cual se otorga dos veces al año y el otro beneficio erradicado es el de permitir dos horas de la jornada para capacitación, en el caso de empleados de empresas con más de 50 trabajadores. Se trataba de logros alcanzados en 2017 y 1990, respectivamente.

Si bien la profesora Moisá celebra la medida, plantea que esta “debería ser mucho más profunda. Podríamos trabajar menos repartiendo las labores entre la cantidad de gente que se necesita para que todos tengan un ingreso”, argumenta.

En la exposición de motivos el texto del proyecto de ley aprobado por el Congreso para reducir la jornada laboral, y presentada en 2019 por el entonces senador Álvaro Uribe Vélez, se remite a la Encuesta de Uso del Tiempo del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) para mostrar que, en promedio, los colombianos trabajan 8 horas y 25 minutos al día. Sin embargo, indica que la productividad laboral no ha aumentado de manera significativa en los últimos años. Cita que en 2016 fue de 0.6%, en 2017 0.44% y en 2018 fue de 1.67%.

“Si organizáramos la sociedad primero habría trabajo para todos, porque Colombia tiene niveles de desempleo creciente, sumado a niveles de informalidad muy altos, entonces podríamos dividir las horas laborales, aumentar la productividad y crear casi la misma riqueza”, asegura la profesora Moisá, además, porque la actual “revolución tecnológica” así lo permite.

Según el profesor Barrera Escobar no se puede “profetizar” lo que va a pasar, pero no cree que se deba caer en un discurso pesimista y catastrófico porque “Colombia no va a ser el primer país con jornada laboral de 42 horas y va a seguir habiendo naciones con mayores y menores niveles de horas. La riqueza, la generación de empleo y todo lo que trae con respecto a reducción de pobreza y desarrollo no se explica si trabaja más o menos sino con qué tan productivo es”.

La reducción de jornada laboral y los asuntos jurídicos

A diferencia de otros países de Asia, por ejemplo, Colombia tiene límite de jornada de trabajo, según la docente, pero hay gran parte de la población que no está regulada laboralmente como quienes ejercen bajo prestación de servicios, que se considera un contrato civil, y quienes no son cobijados por la flexibilización aprobada por el Congreso, como tampoco empleados de empresas públicas. “Estamos en un país muy complejo y la reducción de la jornada laboral va a impactar a muy poca gente de la población, pero se celebra que se discuta la idea”, afirma.

Daniel Arcila Posada, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Medellín, explica que la medida aprobada lo que hace es modificar el artículo 161 del Código Sustantivo de Trabajo, que sostenía la jornada laboral de 48 horas desde 1920, cuando Colombia entró a hacer parte de la conformación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

El artículo en mención establecía que sobre esa jornada se pagará el salario, las prestaciones sociales como cesantías o prima de servicios, las horas extras o vacaciones. Con la modificación no varían esos beneficios, según el docente, quien explica que el sueldo tampoco será objeto de reducción y tampoco cambiará los contratos vigentes.

“Adicionalmente, hay cambios sobre los que no se ha hablado tanto como la jornada laboral de adolescentes de 15 a 17 años. Eso no es tan evidente para el común, pero antes de la reforma se establecía que podían trabajar hasta 36 horas a la semana. Hoy con la aprobación, pueden hacerlo solo hasta 30 horas”, cuenta.

Para el profesor Arcila Posada el gremio empresarial del país está en un momento complejo para aplicar los cambios debido a que está en un proceso de reactivación, sin embargo, “la reducción de la jornada laboral, como se ha visto en otros países, aumenta el comercio, el consumo y el esparcimiento de las personas y eso activa la industria y toda una economía”, por lo que cree que la reforma es positiva.

El reto está en construir indicadores para medir o controlar la efectividad de los empleados, lo que sería el ideal y con lo que incluso se podría reducir la jornada aún más. A eso le debería apuntar el país en un largo plazo, puesto que además se requiere de una transformación de la cultura organizacional.

(FIN/KGG)

28 de junio de 2021