Escudo de la República de Colombia
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La ley islámica conocida como sharía pone en riesgo los derechos de las mujeres. Foto: tomada de bit.ly/2WaPxsi

 

Luego de que Estados Unidos retirara sus tropas de Afganistán, el grupo insurgente tomó el poder tras derrotar al ejército afgano. La situación ha generado preocupación en el mundo, sobre todo por la violación de derechos humanos a niños, niñas y mujeres, principalmente, acerca de lo que se ha hecho un llamado internacional de protección. ¿Qué tan viable es garantizarla? y ¿qué enseñanzas puede dejar este caso de conflicto de varios años? Analistas lo explican.

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Después de 20 años, los talibanes volvieron a tener control del gobierno de Afganistán luego de que se tomaran la capital Kabul y el presidente Ashraf Ghani huyera del país. ¿Cómo llegaron al poder? Implementaron varias estrategias con anticipación, según Carlos Alberto Patiño Villa, adscrito al Instituto de Estudios Urbanos y vinculado al Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la UNAL Bogotá.

Afirma que desde febrero se reunieron con ancianos y diversas tribus para pedirles que hablaran con los dirigentes de cada poblado y que se rindieran porque de lo contrario serían asesinados. Además, presionaron, a través de la inteligencia paquistaní, al ejército de Afganistán.

Parte de la respuesta al porqué vuelven a triunfar, expresa el docente, es porque hay un sector de la sociedad afgana que es profundamente conservador y “enemigo de las libertades modernas, de la concesión de derechos”.

No obstante, para Sebastián Bitar, profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Los Andes, el grupo talibán no desapareció en todos estos años sino que se replegó hacia las montañas y aunque no alcanzaron un control fijo en el territorio, sí tuvieron la posibilidad de retraerse y atacar. Los talibanes, dice, tuvieron acuerdos con líderes locales y autonomía sobre esos gobiernos, por lo que eran algo así como “una autoridad indirecta en las regiones más apartadas”.

Para el docente Patiño Villa el origen del retorno de los talibanes tiene que ver con un hecho ocurrido en 2001, refiere, pues en ese momento, de alguna manera, aceptaron la derrota militar frente a Estados Unidos. Fue entonces cuando Mohammad Omar (Mulá Omar), jefe de los talibanes de Afganistán y emir (máxima autoridad del islam) hasta ese año, huyó, y desde 2003 se comenzó a reorganizar la insurgencia para derrotar a la república que se había comenzado a construir.
La república que menciona es una nueva postura que tomó Estados Unidos hace unos 20 años cuando invadió Afganistán para perseguir a Osama bin Ladem, líder de Al Qaeda y a quien se le atribuyó la responsabilidad del ataque a las Torres Gemelas. El objetivo declarado de la intervención era “liberar a los afganos de la opresión talibana, recuperarlos de ese mundo oscuro y medieval; un discurso neocolonialista no exento de racismo con respecto al islam, que iba a ocupar la nueva figura del enemigo de Occidente”, según el profesor Gabriel Méndez Hincapié, docente de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Manizales y de la Maestría en Estudios Políticos de la Universidad de Caldas.

El propósito, añade, resultó en “una gran farsa. Estados Unidos y su coalición iban a construir una nación e incluso un estado democrático y trataron de implantar ese modelo icónico. Inundaron al país de dinero y tropas, lo que se tradujo en una colosal cleptocracia, pero la promesa original realmente nunca se cumplió. Sembraron viento y ahora recogen una tormenta”.

Otro aspecto importante y de contexto es que, en 2019 los talibanes recibieron, a través de los paquistaníes, un importante apoyo de la república Popular China, que les dio, “de alguna manera, la posibilidad de un reconocimiento”, comenta Patiño Villa, pero quizás uno de los mayores impulsos, expone, fue cuando Donald Trump, en 2018, anunció la salida de las tropas norteamericanas de Afganistán.

El acuerdo de paz firmado entre Trump y los Talibanes fue asumido, según los académicos, como una derrota anticipada que ahora, durante el mandato del presidente estadounidense Joe Biden se ratificó.

Pese a que la manera de actuar del actual presidente de Estados Unidos ha sido cuestionada, el profesor Patiño Villa considera que tiene varios matices y, por tanto, no es tan fácil decir si es responsable o no. Para el docente, lo que se supondría que debió hacer el país norteamericano, que cuenta con gran logística civil y militar, fue haber organizado una retirada más ordenada y dejar controles básicos para que el gobierno de la república se mantuviera en pie sin ser alterado por los talibanes que restablecieron el Emirato islámico.

Antecedentes remotos

Afganistán ha sido denominado como el cementerio de los imperios, cuenta Méndez Hincapié, quien explica que en el siglo XIX los británicos y la Rusia zarista (un estado soberano existente entre 1721 y 1917) fracasaron en sus intentos de colonizar el territorio y, de manera arbitraria, trazaron una línea divisoria que separó a los pueblos de lo que hoy es Pakistán y Afganistán; algo así, ejemplifica, como cuando Estados Unidos dividió Colombia y Panamá para quedarse con la zona del canal.

Así pues, culminado el proceso de descolonización del Indostán, India quedó separada en una parte hindú y otra musulmana (las actuales Pakistán y Afganistán). En éstas viven los pastunes, que son la minoría más grande que habita en ese último país.

Después, en el contexto de la guerra fría, en 1978, la Unión Soviética invadió Afganistán para apoyar a las fuerzas comunistas, laicas y republicanas. Estados Unidos, a través de sus aliados saudíes y pakistaníes, vieron esa invasión como una oportunidad para crearle a la Rusia soviética “su propio Vietnam” y comenzó a armar a los muyahidines, guerreros islámicos afganos y pakistaníes que enfrentaban a los rusos. No obstante, con el lanzamiento de la “perestroika” el líder soviético Mijaíl Gorbachov retiró las tropas en 1992 y los muyahidines (ahora talibanes) tomaron el poder gracias a las armas estadounidenses y el dinero saudí.

Osama Bin Laden ayudó a los muyahidines afganos (y de otras latitudes del mundo islámico) en su “guerra santa", dice el profesor, contra los comunistas. Pero una vez que los soviéticos se retiraron derrotados, los guerreros de Bin Laden usaron a los talibanes para atacar a su nuevo enemigo: Occidente. Estados Unidos comenzó a ser atacado en todo el mundo islámico e incluso en “su propio suelo” con el ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001.

Preocupación internacional y lo que puede hacer la comunidad internacional

El regreso de los talibanes al poder ha preocupado a la comunidad internacional por la implementación de la Sharía o Ley islámica, interpretada por la mayoría musulmana como la palabra revelada por Dios y que limita aspectos de la vida pública y privada. En los medios y las redes sociales, por ejemplo, se han mostrado imágenes de mujeres que vestían faldas y ahora burkas, pero también se ha reportado la inquietud porque sean intimidadas y violentadas, como han comenzado a serlo, o que se les eliminen los derechos que habían alcanzado como el de la participación política.

“Hay un problema real, urgente y contundente”, llama la atención el profesor Patiño Villa. ¿Qué se puede hacer? El meollo está en el sistema, cree el profesor Méndez Hincapié, pues afirma que la misoginia y el patriarcado son típicas de las religiones monoteístas como la de los talibanes.

“El apoyo más grande que se podía dar, que era construir un estado diferente que ofreciera derechos, igualdad y posibilidades de progreso económico y religioso, que tenía el apoyo de las Naciones Unidas, fracasó vergonzosamente”, lamenta el docente Bitar. Por lo menos lo único que queda en el corto plazo, dice, es indagar por los intereses talibanes y cómo se les pueden ofrecer cosas que, eventualmente, lleven a que tengan una moderación.

“Lo poco de la economía de Afganistán que se había podido recuperar seguramente colapsará. La moneda, la posibilidad de pedir préstamos, contribución humanitaria o para el desarrollo, para construcción de hospitales o para solucionar el problema del covid-19 son ayudas internacionales que podrían ser tan necesitadas que terminen moderando algo. Sin embargo, no hay ninguna razón para esperar que eso va a ser así; el grupo talibán podría aislarse del mundo o rechazar el apoyo y convertir al país en uno retrasado, con hambruna y pobreza”, expone. El camino, es entonces, exigir que no haya impunidad.

Por otra parte, y con respecto a la petición que ha hecho por ejemplo Malala de que otros países abran sus puertas a los afganos, el profesor Méndez Hincapie, cuestiona que “Estados Unidos atenderá unos miles, Europa otros miles, pero cuando se habla de millones ¿quiénes los van a recibir?”.

Una realidad lejana, pero no demasiado: lecciones de la situación en Afganistán

“Es claro que la seguridad no puede ser subestimada ni perdida en políticas ideológicas, clave en Colombia, donde algunos sí lo creen, y mucho menos cuando están relacionadas con economías ilícitas. Obviamente, gran parte del triunfo de los talibanes está asociado al opio. El segundo punto tiene que ver con reconocer la importancia de las instituciones en la libertad democrática por imperfectas que sean o los problemas que puedan tener”, expresa el profesor Patiño Villa al referirse a los posibles aprendizajes que se puedan tomar.

Para el académico Méndez Hicapie, uno de los aprendizajes que deja la situación actual de ese país es que el modelo de democracia liberal está en una profunda crisis y no se puede exportar, “ni implantar así como así. Que hacerlo a la fuerza cultiva corrupción; y tal vez de ahí se pueda extraer alguna lección en el contexto de Venezuela o de Cuba, por ejemplo”.

Finalmente, Bitar cree que hay que estar pendiente de un tema “que nos acerca bastante”: la forma como se tramitan los conflictos internos, y el resultado del de Afganistán “también va a ser muy importante para la construcción de paz”.

(FIN/KGG)

23 de agosto de 2021