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“En desarrollo del Estado de Emergencia aplicaremos un aislamiento preventivo obligatorio para todos los colombianos desde el próximo 24 de marzo (de 2020)”. Así lo anunció, cuatro días antes, el presidente Iván Duque Márquez. La noticia inquietó a Colombia y dos meses después el trabajo en casa ha sido fundamental para evitar la propagación del virus. Sin embargo, en el campo las actividades no pueden parar. La UNAL Medellín tiene estaciones agrarias, aprisco y vivero por cuyo cuidado procuran personas que disfrutan su labor y que hoy aportan su tiempo y sus capacidades a contribuir, entre otras cosas, a la producción de alimentos.

La pandemia se vive de forma distinta en el campo. Por lo menos así lo percibe Otoniel Ciro Cano, quien aún se levanta todos los días a la misma hora y sigue la misma rutina. Antes de iniciarla son dos 'rituales’ los que realiza: una oración primero y después, a las 6:15 a.m., dar alimento a pájaros en libertad.

A las 6:30 a.m. inicia su jornada laboral en la vereda El Tablacito de Rionegro como coordinador de la Estación Agraria San Pablo de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín, donde empezó a trabajar hace 28 años, aunque para él “parece que hubiera sido ayer”. En el campo no siente casi la zozobra que sí se percibe en las ciudades por la pandemia de COVID-19, dice y además se siente orgulloso de habitarlo: “vivimos y trabajamos aquí, queremos lo que hacemos. Van dos meses (de aislamiento social obligatorio preventivo) y no los hemos sentido”.

Mientras en el mundo las personas se adaptan a lavar los alimentos después de comprarlos o de higienizarse las manos constantemente y a cargar entre sus objetos personales gel antibacterial o alcohol, en la Estación San Pablo los protocolos de bioseguridad no esperaron a que se diera una pandemia para implementarlos. Desde hace unos 15 años “nos les habíamos adelantado, porque todo carro que llega lo debemos registrar y desinfectar. Y lo mismo se hace con las personas, porque debemos cumplir una norma del ICA (Instituto Colombiano Agropecuario); ahora lo que estamos adicionando es la toma de la temperatura”, cuenta.

Con tapabocas puesto, lavado de manos frecuente y uso de desinfectantes, Otoniel desarrolla e inicia actividades. Las de avicultura incluyen repartir, en promedio, 24 bultos de alimentos para unas 9.600 aves. También la recolección diaria de alrededor de 7.500 huevos en cinco ocasiones.

Lo que ha cambiado y positivamente, destaca, es la percepción general sobre el campo. Ahora, según Otoniel, se valora más. Por eso para él “es un privilegio levantarse, ver el verde, sentir el olor del pasto y saber que a partir de lo que uno hace en el día se generará una cadena muy interesante”.

Su trabajo es cuidar los animales, y aunque tiene contacto con ellos todos los días, no hay un día, dice, en que no lo sorprendan: “hay variedad de pájaros y son muy inteligentes. Yo tengo fotos de cinco o seis guacharacas peleándose el sobrado”. Y así pasa sus días, admirando no solo lo que le rodea, sino también el oficio al que se dedica.

Un poquito de naturaleza en el balcón

Con “mucha prensa, mucho comunicado y alertas” se anunció la confirmación de los primeros casos de COVID-19 en Colombia y en Antioquia, dice Neftalí Ortiz Herrera, asistente administrativo, desde hace 38 años, de la Estación Agraria Paysandú, ubicada en el corregimiento de Santa Elena de Medellín. Frente a tanta información su actitud, sin embargo, ha sido positiva y, afirma, “el contacto con la naturaleza” ha sido la cura para la ansiedad o la incertidumbre ante esta situación. Eso lo agradece.

El trabajo, según él, se sigue desarrollando con normalidad; lo que ha sido un poco diferente es que tres de sus compañeros no han podido estar en la Estación, pues por sus edades, hacen parte de la población en mayor riesgo de ser contagiada de COVID-19. A ellos los extraña y también a los estudiantes.

Zootecnia es el programa de la Sede que más prácticas realiza allí, aunque Paysandú también recibía visita de instituciones de educación superior como la Universidad de Antioquia. En la estación agraria se ordeñan, aproximadamente, 110 vacas que producen unos 2.800 litros de leche diarios. También hay ganado blanco orejinegro (Bon) y Angus para la obtención de carne.

La producción de alimentos ha sido un aspecto que le ha dado relevancia al campo durante la pandemia y Neftalí así lo cree. “Los campesinos han sido siempre como los últimos a los que la gente mira, pero es un trabajo muy duro, de jornadas extensas y ahora se están dando cuenta de la importancia que ellos tienen y del medio ambiente. Pueden llegar cosas muy positivas y, si se miran desde donde es, la gente y el planeta van a ganar”, asegura.

Él se siente orgulloso de haber elegido el campo no solo para vivir, sino también para laborar. Tiene su recompensa, dice, cuando observa los amaneceres y atardeceres “tan bonitos” de cada día.

Lo que le ha gustado de esta situación es que ha notado que las personas se han interesado en cultivar en sus casas y en los balcones. “Uno los ve sembrando sus lechugas y sus hortalizas. En cualquier cosita van haciendo una huertecita. Eso es bueno porque aprenden a valorar esas cosas de las que antes no tenían ni idea o no les paraban bolas”, dice y con optimismo agrega que “algo bueno tiene que quedar de esto”, al referirse a la pandemia.

Disfrutar el trabajo, la fortuna de ellos

Por su belleza, las orquídeas son las plantas favoritas de Álvaro Antonio Arredondo Arredondo. Él trabaja desde hace 31 años en la Sede y en el vivero desde hace 13. Comenzó sin saber mucho, lo aprendió paso a paso y para cuidar a sus flores predilectas, dice, la mejor manera es hacerlo “con cariño y esmero, como con las demás plantas”.

Él es de Abejorral y de familia campesina, pero ahora no está en un entorno rural como Otoniel o Neftalí, sino en una zona urbana. Labora en el Campus El Volador de la UNAL Medellín y es común verlo entre palmas organizando contenedores de plantas, podándolas, trasplantándolas y transportando tierra en una carreta o atendiendo público. Por lo general, lo que más se vendían eran árboles maderables y plantas ornamentales, pero actualmente no se presta este servicio.

Extraña el contacto con las personas. “No es lo mismo estar en esta soledad que cuando la Universidad está funcionando normalmente; siempre hay una diferencia”, afirma. En la Sede, ahora vacía, escucha pájaros cantar o uno que otro carro pasar mientras realiza sus labores.

Quizás lo mismo escuche Rubén Ruiz Soto, operario del Aprisco que desarrolla un programa caprino y ovino. Él junto con un compañero velan por el bienestar de 135 animales. En eso pasa sus días. Aunque la normalidad se ha alterado, no lo ha “sentido tanto por estar ocupado”, dice. “Lo que hacemos nos gusta, estar con los animales nos distrae y así ni nos acordamos de que hay pandemia”.

Eso ocurre mientras trabaja, pero igual debe usar tapabocas y lavarse las manos constantemente, como los demás funcionarios de las estaciones agrarias y del vivero a quienes la Sede dotó de elementos de bioseguridad y deben seguir protocolos diseñados por la Sección de Seguridad y Salud en el Trabajo de la UNAL Medellín.

Cuando Rubén termina su jornada, hacia las 4:00 p.m., se ducha para regresar a su casa y prepararse para un nuevo día dispuesto a comenzar de nuevo su rol de cuidador, una función que no permite parar, porque como dice Otoniel, “los animales tampoco descansan”.

8 de junio de 2020