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“Lo que más destaco de trabajar en la Escuela es la pasión y entrega de todo el equipo para realizar la labor, es una escuela para la vida, para ser felices, esto se refleja en toda la comunidad educativa, especialmente en la sonrisa diaria de los niños”, Rosa María Burgos.

 

Por los pasillos de la Escuela de la UNAL Medellín caminan quienes posiblemente llenarán las aulas de la Universidad en un futuro. Allí, 117 niños y niñas reciben una educación incluyente y humanista, conscientes de que ellos también le aportan a la meta de la Institución de ser un proyecto cultural, científico y colectivo de la nación.

Ubicada en Robledo Palenque, “La Escuelita” como la llaman cariñosamente quienes la habitan, nació hace 41 años bajo una acción sindical de los empleados oficiales de la Universidad, que solicitaron tener un espacio de aprendizaje para sus hijos. Así empezaron las guarderías y la básica primaria, consiguiendo que los niños y niñas recibieran una calidad educativa igual que los estudiantes de pregrado y posgrado. Actualmente, esta dependencia hace parte de los programas de Bienestar Universitario de la Sede.

La Escuela trabaja bajo un proyecto educativo institucional que se divide en tres componentes: uno directivo-administrativo que va en función del presupuesto y la contratación. Otro pedagógico-académico que se centra en el plan de estudios, asignaturas, metodologías y en el sistema de evaluación. Y finalmente un aspecto que se conoce como proyección a la comunidad, en el que se piensa cómo se vincula a la sociedad, qué le aporta desde la inclusión, la investigación y el desarrollo comunitario.

Metodología, inclusión y medio ambiente

Con los años, la Escuela amplió su servicio y atienden no solo hijos de empleados administrativos, sino que también a los de docentes, estudiantes de pregrado, posgrado y jubilados, siendo un espacio propicio para vincular a los niños desde temprana edad con las fibras de la UNAL Medellín.

Entre sus elementos estructurales pedagógicos la Escuela le apuesta a la inclusión, pues recibe a todos los niños independiente de su condición física, mental y emocional, haciendo adecuaciones curriculares para aquellos que las necesitan, garantizando un acceso a la educación libre de prejuicios. Sin importar si se es un hijo de un alto cargo de la Universidad o de un estudiante, allí todos son tratados como iguales.

La institución cuenta con una psicóloga y una educadora de apoyo que acompañan a los niños con necesidades educativas especiales, además de realizar junto a los demás docentes, las adaptaciones necesarias en las asignaturas, según sea el caso particular.

En su metodología la Escuela cree firmemente que el conocimiento está vivo, que está en constante movimiento y no solo se encuentra en un libro o en la cátedra del docente. Por esto, las salidas pedagógicas se convierten en escenarios reales de aprendizaje, y en cada asignatura está contemplada la visita a lugares de ciudad, acorde a las temáticas curriculares propuestas.

Otro aspecto metodológico fundamental es el componente ambiental. Con la creación de la huerta escolar como escenario de aprendizaje para todas las materias, no solo se enseña el amor y cuidado del medio ambiente sino que es la excusa perfecta para gestionar otros conocimientos.

“Con la huerta no solo les enseñamos a los niños sobre alimentación sana, sino que permite reforzar todo lo que son las competencias ciudadanas, la sensibilización frente al medio ambiente, además de ser un espacio terapéutico que nos sirve como pretexto cada vez que los niños llegan emocionalmente afectados, poder gestionar las emociones allí, movilizarlas, entender por qué las sienten y canalizarlas de manera positiva”, asegura Soreyi Barrera Castañeda, directora delegada de la Escuela de la UNAL Medellín.

La Escuelita también se vive desde casa

El reto de la educación virtual fue la oportunidad para encontrar otras maneras de educar en el ser, encontrando habilidades para la vida desde casa. Para garantizar el acceso, la Escuela realizó el préstamo de equipos de cómputo a quienes lo necesitaban, apoyando también en la conectividad.

A través de la plataforma de Ciudad Educativa se realiza el envío de actividades a los estudiantes, además de permitir espacios de encuentro y opinión como chats y foros con los padres de familia. Allí también se cargan videos, evaluaciones en línea y talleres, fundamentales para el contexto educativo del momento.

Otra de las maneras de hacer un seguimiento a los niños y niñas es por los llamados encuentros sincrónicos, en los que a través de Meet semanalmente docentes y estudiantes comparten un espacio de socialización y aprendizaje, profundizando los temas que se envían por Ciudad Educativa y dándoles un lugar para compartir a los niños, aunque sea a la distancia.

“Yo soy una maestra de muchos años entonces la virtualidad ha sido dura, pero he aprendido bastante de los sistemas que no conocía. Además, los niños académicamente responden muy bien, como en la presencialidad, sin embargo, para mí el contacto físico es demasiado importante, mirarlos a los ojos me permite leer en ellos su alma, sus alegrías y tristezas. Extraño sus abrazos, sus risas, sus juegos que son como el alimento diario en mi vida”, afirma Rosa María Burgos, maestra de la Escuela desde el 2015.

Estos encuentros garantizan un acompañamiento más directo en ciertas actividades, además de la posibilidad de evaluarlos en algunos temas. Pero les da la independencia de estudiar en casa, bajo las condiciones de cada hogar y siendo conscientes que la información debe ser regulada, acordando los tiempos de conexión, pues hay que seguir fomentando en los niños y niñas espacios de dispersión y juego.

“Esta pandemia nos ha invitado a actualizarnos, a ponernos en línea con la tecnología, siendo un reto grandísimo para algunos docentes, pero de alguna manera lo hemos disfrutado, porque aprendemos cantidades en el proceso, afortunadamente nuestros niños son altamente capacitados para estos asuntos, lo que nos ha facilitado llegar a ellos”, comenta Soreyi Barrera.

“Estudiar desde la virtualidad me ha parecido muy chévere, la comodidad de estar en la casa con mis padres, sin tantos afanes del día a día. Pero extraño todo de la escuela, sobretodo a mis compañeros y profesores, hasta montar en el bus y el saludo de don Hernando cuando entramos”, cuenta María Ángel Uribe Guisao, estudiante del grado quinto de la Escuela.

La Escuela desde el principio de la pandemia ha generado unas líneas de flexibilidad entendiendo las dinámicas y contextos de los estudiantes, condicionando el trabajo no al tiempo sino a la calidad de las entregas, por lo que se espera que este año escolar sea de aprendizaje, no de pérdida.

“Yo soy egresado de la Escuela y quería que mi hija también disfrutara de ese espacio tan bonito que tiene la Universidad, tiene una educación personalizada que busca una experiencia vivencial, y aunque la virtualidad al inicio fue complicada, nos hemos ido acoplando. La metodología de encuentros sincrónicos ha mejorado mucho y los niños están dispuestos a aprender, pero si se requiere mucho apoyo de los padres”, dice Joaquin Uribe, empleado de la Sección de Presupuesto de la Sede y padre de María Ángel Uribe.

Actualmente la Escuela se encuentra realizando un protocolo de regreso bajo la modalidad de alternancia, con directrices del Ministerio de Educación y el líder de Gestión de Riesgo de la Sede, además de un trabajo de concientización con los estudiantes y sus familias sobre la importancia de seguirse cuidando una vez llegue la presencialidad.

“La Escuela es patrimonio a nivel de ciudad porque somos la única institución de educación superior que cuenta con una Escuela para atender a los hijos de la comunidad universitaria, vinculándolos a una educación no tradicional, enfocada a las artes y al medio ambiente, garantizando además su transporte y alimentación”, concluye Sergio Restrepo, director de Bienestar Universitario de la Sede.

(FIN/DQH)

24 de agosto de 2020