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¿Cuántas veces has mirado el cielo hoy? Esta es una de las preguntas recurrentes de la Oficina del Tiempo a sus visitantes, una muestra inmersiva que hace parte de siete intervenciones artísticas que cuestionan los patrones del uso del tiempo y su normalización como una mercancía que se intercambia por otros bienes. Con Aparatos para perder el tiempo, una estudiante de Artes Plásticas y Visuales de la UNAL Medellín, indaga “¿qué tanto se puede hacer nada?”, a través de un espacio y experiencias donde las personas regalan su tiempo en función de perderlo por placer.

 

El afiche es una de las siete piezas de la intervención artística que invita a crear su propio tiempo y perderlo a gusto. Foto cortesía de Natalia Ramírez Gutiérrez.

 

¿Qué está pasando con ese tiempo que parece ser nuestro pero que vendemos siempre?, ¿qué ocurre con ese recurso innato del ser humano que se trata como mercancía y se intercambia por bienes y recursos?, son los cuestionamientos constantes de Natalia Ramírez Gutiérrez, al vivir con una workaholic (trabajadora obsesiva) y que, según ella, aparecieron en un pensamiento artístico de los cuales no busca solucionar, sino seguir preguntando más para hallar múltiples respuestas en la sociedad.

“Está muy instaurada la idea de que tenemos que ser productivos, pero cómo reivindicamos el asombro, la curiosidad, el absurdo, la pereza, la lentitud. Cómo salir de esa suerte de piloto automático que nos permita construir tiempo propio, donde hay búsquedas de vitalidad que nos atraviesan a cada persona de manera diferente, una vitalidad que no se vea cruzada por el intercambio económico”, argumenta Natalia Ramírez.

 

Existen muchos aparatos para perder el tiempo cotidianos: el detenimiento; la necesidad de respirar tranquilamente; la vitalidad que se encuentra mirando un árbol u observando la luz que golpea una hoja y revive su color y contemplar el cielo, son algunos de los mecanismos que utiliza la artista desde el performance.

 

“Qué tanto se puede hacer nada”

Los investigadores trataron de llevar esta pregunta hasta lo más lejos posible, “casi a lo absurdo para hacer absolutamente nada”, un pensamiento transgresor que es distinto a indagar o preguntarse sobre artes.

La tesis Aparatos para perder el tiempo cuestionamientos al tiempo entendido como mercancía, aborda una diversidad de teóricos desde Marx y Pablo de Asís, además de elementos y lugares que tuvieran presente esa dualidad del proyecto donde está lo productivo, pero también el ocio. Los investigadores se valieron de textos, novelas, memes y “un montón de posibilidades de navegación y autores”, según la artista.

“Hay algo que fue muy interesante y es que nos valíamos de todo, hay un anexo de la tesis que fue hecho solo de memes que hablaban de productividad. Uno de los referentes que más me atraviesa es un cartel mal pegado en el techo que decía: “sé la persona perezosa que siempre soñaste”, fue como empezar a encontrar en la vivencia esa posibilidad de referentes que también le dan un peso interesante a este trabajo”, señala la investigadora.

Los aparatos para perder el tiempo también se encuentran en aquellos lugares donde no se necesita un intercambio económico para habitar y construir sociedad como las bibliotecas públicas y parques, esos espacios cada vez menos habitados. “Estamos yendo cada vez más a centros comerciales para construir sociedad que a los lugares donde no tenemos que ser productivos para habitarlos, por eso estos están desapareciendo”, comenta Natalia, quien también es diseñadora de modas.

 

La indagación artística fue construida a partir de siete piezas que se dividen en tres categorías: tiempo de ocio, tiempo productivo y normalización crónica. El tiempo productivo alberga una de las piezas más grandes de la muestra artística, la Oficina del Tiempo.

 

Se certifican ociosos


“Una oficina que aparece en el mundo desde la búsqueda para que el otro pierda el tiempo, donde se generaron contratos y baterías de indicadores para que las personas me regalen su tiempo en función de perderlo. Hice averiguaciones muy simples de cuánto vale un minuto de salario mínimo en Colombia y de acuerdo con la cantidad de minutos que estuvieron en el espacio se les pago ese tiempo, lo que más llegué a pagar fue entre $ 3.500 y $ 4.000 pesos colombianos y hubo personas que se quedaron media hora y cuarenta minutos esperando, de allí surgió la tesis de mi trabajo”, explica la artista plástica y visual de la UNAL Medellín.

Esta Sala de Espera creada por la Oficina del Tiempo es una construcción de ficciones alrededor de estos aparatos para perder el tiempo, donde las personas se ponen en función de otras cosas, “que ese tiempo entendido como mercancía no sea solo desde lo laboral, sino que es un tiempo que necesito para vivir, incluso cuando estamos en los espacios laborales estamos viviendo, repito, es necesario salir un poco de este piloto automático es una de las grandes búsquedas de la Oficina del Tiempo”, complementa Ramírez Gutiérrez.

 

La Oficina se desarrolla en función de una situación que propone la artista y los demás pasan el tiempo. Una invitación a “jugar” a la oficina o la notaría, donde desde su papel como “funcionaria inútil”, ésta puede ver la reacción e interacción de las personas respondiendo a preguntas creativas como ¿cuántas veces has mirado al cielo hoy? Los asistentes, además, pueden certificarse como Ociosos expertos en algo que hagan frecuentemente y tienen la posibilidad de renunciar al tiempo como mercancía a través de una carta.

 

“Las otras seis muestras aparecen de este enfoque muy notarial. Hay un cartel parecido a los de afiliadores a EPS que pegan en los postes y dice: “¿Sin tiempo para mirar el cielo? Le ayudamos, sin trámites ni papeleos”, detalla Natalia Ramírez.

Aunque el objetivo de este estudio era dejar de ver el tiempo como una mercancía que se intercambia por otros bienes, bajo una dinámica lineal que está estrechamente relacionada con el trabajo y sus horarios y hacer una crítica sobre la normalización de uso; irónicamente, durante su estadía en la Oficina del Tiempo, la artista fue lo más productiva posible. “Aparatos para perder el tiempo es mi etapa más productiva, y en esa ficción estoy tan productiva en una oficina muy rigurosa, atenta a todo, con la intención de que los otros pierdan el tiempo”.

“Voces subversivas”

Una de las razones de ser del pensamiento artístico es encontrar la relación de la inspiración con la sociedad y cómo tiene que ver con la cultura y con las preguntas que nos hacemos como humanos, explica el profesor y coordinador de la tesis, Juan Guillermo Caicedo Díaz del Castillo.

“Las voces de los artistas son subversivas en algunas cosas y una de ellas qué pasa con la vida, qué pasa con el ser humano. Esta pregunta en el momento en el que estamos es relevante, hasta dónde nos ha llevado la abstracción del tiempo y el valor del dinero, hay un montón de clichés que están ahí, como la idea de que el tiempo es dinero, clichés en los que Natalia ha navegado de forma muy hábil, es una inspiración que pudo haber caído en lugares comunes muy fácil. Plantear estos aparatos como dispositivos de pensamiento artísticos que nos hacen pensar en lo que está bien de otra forma”, agrega Juan Guillermo Caicedo, coordinador del Laboratorio de Escultura de la UNAL Sede Medellín.

El docente agrega que, actualmente, el capitalismo global sigue expandiéndose de formas en que las personas venden su tiempo en todo momento, por ejemplo, cuando presencian los comerciales de un juego en línea.
“Es cada vez más imposible ser improductivo, como todo el tiempo estamos siendo productivos, hay un castigo social por no serlo; para permitir lo contrario, experimentarlo, requiere de un andamiaje social para permitirlo. La lógica productiva envuelve todo (sin estar en contra de la productividad), pero si ese es el fin de todo, es el último y absoluto fin, implica que nada de lo demás se mantiene: hemos tenido una pérdida de patrimonio, de historia y hasta de vidas por simplemente ser productivos, creo que la productividad necesita ser revisada críticamente y una de esas dimensiones es esta, no todas tienen que ser iguales”, enfatiza Caicedo Díaz del Castillo.

El conocimiento y el pensamiento artísticos tienen sus propias formas de validarse, discusión que se da habitualmente en la academia. “Los artistas se hacen preguntas muy artísticas que son muy intransigentes en el mejor sentido, esto expande las formas de medición, de preguntarse qué es conocimiento, expande las maneras de pensar la vida. “Uno piensa cómo el arte llega a la cultura y son un montón de capas. Natalia está dentro de un linaje de artistas que han hecho proyectos como tratados sobre la pereza, o que a una persona le paguen por no hacer nada en el metro de Estocolmo, ella se pregunta cómo el trabajo es la única medida humana”, comenta el profesor Juan Guillermo.

Pese al desarrollo de este abordaje académico y artístico, Natalia continúa con su preocupación: “lo plana que se ha vuelto la vida”.

“Pareciera que el tiempo se volvió plano, ocho horas de trabajo, cuatro horas yendo y viviendo del trabajo a la casa y lo que te queda en la noche para hacer la coca del día siguiente y dormir. Eso me parece lo más deprimente del mundo y complejo, la invitación es a que juguemos, a que no nos tomemos la vida tan en serio. El tiempo tiene una gran cantidad de metáforas que tienen que ver con dinero como ‘hay que ganarse la vida’, nuestra mamá nos tuvo nueve meses en su panza y aun así no nos la hemos ganado, eso me parece demasiado complejo. Mi proyecto no es una búsqueda por tumbar el capitalismo o que nadie trabaje, nunca he pensado eso, pero tenemos que jugar más y si lo que sirve para jugar seriamente, o para jugar más es el arte, ser una notaria por dos horas en la Oficina del Tiempo me llega al corazón”, reflexiona la expositora Natalia Ramírez.

 

La indagación artística inmersiva Aparatos para perder el tiempo cuestionamientos al tiempo entendido como mercancía, estará en exhibición en el mes de junio de 2024 en la Cámara de Comercio de Medellín.

 

(FIN/JRDP)

6 de mayo de 2024