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La premisa es el aprovechamiento. Este objetivo ha llevado a la Sede a implementar estrategias que le han otorgado el reconocimiento como “universidad sostenible” y han permitido reducir la tasa de aseo en un 33% desde 2017.

 

En cada campus de la UNAL Medellín hay acopio de residuos donde se hace la separación. Foto de Unimedios.

 

En 2023, cerca de 25 toneladas de residuos orgánicos generados en la UNAL Medellín fueron aprovechados y compostados en los campus y las estaciones agrarias. Los inorgánicos, durante ese mismo periodo, fueron más de 48 toneladas.

Para dimensionar las cifras, Marisol Suárez Roldán, profesional de apoyo a la gestión de residuos peligrosos, no peligrosos y control de plagas en la Unidad de Gestión Ambiental de la UNAL Medellín, pone como ejemplo a un elefante africano macho, cuyo peso es de alrededor de seis toneladas. Entonces, los residuos orgánicos que se producen en la sede equivalen a unos cuatro elefantes, aproximadamente, y los aprovechables reciclables, a unos ocho.

¿Cómo se gestiona esa cantidad de residuos en la UNAL Medellín? de una forma muy similar a los de un municipio, en tanto que se producen aquellos que son y no son peligrosos.

La gestión es distinta para cada tipo de residuos

Los hospitalarios e industriales son residuos peligrosos y en la Sede resultan de prácticas en laboratorios cuando se usan sustancias químicas, de talleres mecánicos, de los servicios de salud y de estaciones agrarias y forestales.

Otros son los residuos especiales. Pueden contaminar el agua, el suelo y el aire por su descomposición o exposición al ambiente, como llantas, escombros, aceites usados, baterías, aparatos eléctricos y electrónicos y medicamentos. En las universidades también hacen parte de ese grupo los escritorios o el mobiliario en desuso. Se trata de elementos que, por su volumen, no pueden ir en la ruta regular de recolección ni ser dispuestos en los rellenos sanitarios, estos van a sitios especializados, según Suarez Roldán.

Una característica que tienen varios de los residuos especiales es que son posconsumo; es decir, los proveedores de esos productos deben recogerlos y tratarlos de forma adecuada.

Por el contrario, los residuos no peligrosos son los conocidos como reciclables, orgánicos o no aprovechables que requieren de una gestión a cargo de un prestador de servicio con licenciamiento ambiental para la recolección, el almacenamiento, el tratamiento y la disposición final. En este manejo también se involucra la Coordinación de Aseo de la Sede.

Para la disposición de los reciclables, la UNAL Medellín también cuenta con una empresa operadora que realiza la ruta de recolección, por los edificios y las zonas comunes, y los lleva al acopio donde se hace la separación y la selección del material aprovechable, según Laura Johana Giraldo Santacoloma, profesional especializada de la Unidad de Gestión Ambiental de la UNAL Medellín.

El manejo de los residuos orgánicos se hace en plantas de compostaje ubicadas en los acopios de los campus El Río, Robledo y El Volador. Allí se aprovechan los residuos de alimentos de cafeterías y cafetines. Los residuos orgánicos son mezclados con materiales absorbentes para evitar que los lixiviados lleguen al suelo o a cuerpos de agua. El compost generado se utiliza como abono para las zonas verdes de los campus. Para el mismo fin también se usa la hojarasca.

La iniciativa del aprovechamiento constituye “una forma de disminuir el volumen que se entrega al relleno sanitario”, destaca Giraldo Santacoloma, y las acciones que se han tomado en la UNAL Medellín, desde la Unidad de Gestión Ambiental y la Unidad de Aseo y Mantenimiento, han logrado reducir la tasa de aseo en un 33% desde 2017.

La necesidad de incorporar la responsabilidad individual de reducir, reutilizar y reciclar

Más allá de apoyar la tarea de gestionar los residuos, la Unidad de Gestión Ambiental también quiere que la comunidad universitaria se cuestione. “Hay que entender que la generación de residuos depende mucho de comportamientos de consumo. La gestión integral de residuos sólidos, la disposición en los recipientes y su traslado al acopio son los pasos intermedios y la disposición final es el último. El primero es la reflexión: hacer consciencia de cómo reducirlos”, llama la atención Suárez Roldán.

La responsabilidad de cada uno, comenta, no termina cuando, por ejemplo, se pone la botella de agua en la bolsa indicada, sino cuando este producto es aprovechado. En ese sentido, la invitación es a implementar las reglas de las tres erres: reducir, reutilizar y reciclar.

En esa vía, en la Sede se han tomado medidas como retirar las papeleras individuales de los puestos de trabajo y, en cambio, destinar unas comunes en los edificios, además de incluir criterios de compras sostenibles entre los lineamientos de los procesos de contratación. Por ejemplo, las resmas de papel adquiridas deben provenir de plantaciones arbóreas autorizadas que no usen cloro ni sustancias químicas para el blanqueamiento, no está permitido el uso de poliestireno expandido (icopor) y a las cafeterías se les ha exigido eliminar la utilización de plásticos de un solo uso.

La manera cómo se ha trabajado en la UNAL Medellín y se le ha apostado por la sostenibilidad con múltiples iniciativas y acciones, entre ellas la de gestión de residuos, le ha significado reconocimientos como el Sello Ecouniversidad en categoría AAA, que le ha otorgado la Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia (Corantioquia) durante tres años consecutivos. También ha participado en ránquines como GreenMetric. Giraldo Santacoloma enfatiza: “Hemos hecho cosas muy bien y lo que buscamos continuamente es mejorar”.

(FIN/KGG)

18 de marzo de 2024