Más allá de ser simples organismos, las plantas y los hongos son considerados como los arquitectos de la vida en el planeta. Desde el bocado de un fruto hasta la construcción de una ciudad, nuestra historia está entrelazada con ellos por la regulación del clima, la purificación del aire y el suministro de medicinas. De las más de 30.000 especies de plantas registradas en Colombia, alrededor de 7.000 se han reportado para usos humanos y 3.806, como alimentos. Sin embargo, a pesar de la alta disponibilidad de recursos naturales, el país afronta inseguridad alimentaria, pobreza y otras necesidades que podrían tener salida a través de su investigación y aprovechamiento. ¿Qué hacer al respecto?
Contribuyen con la producción de oxígeno, del ciclo del agua, de alimentos, de medicinas, de combustibles, de insecticidas, de perfumes, de cosméticos y de ropa. Se usan para la construcción de viviendas, la fabricación de papel y otros materiales para la escritura, ayudan con el control de la erosión, ofrecen confort térmico con su sombra, poseen valores estéticos que aportan al mejoramiento de la salud mental, al entretenimiento, a celebraciones culturales-sociales y a rituales espirituales. Por estas razones, las plantas y los hongos son considerados como la base de la civilización humana.
El Catálogo de Plantas Útiles de Colombia (2022), entrega conocimiento botánico de gran valor para la conservación y el desarrollo sostenible del país. El texto menciona la existencia de alrededor de 30.000 especies de plantas en el territorio, 7.000 de estas reportadas para usos humanos de las cuales 3.806 utilizadas para la alimentación. “Esto es importantísimo a nivel de no solo de conservación, sino también para conocer lo que tenemos, debemos enfocarnos en iniciar con el estudio de todas esas especies que en su mayoría son nativas, algunas de ellas endémicas, porque en realidad desconocemos mucho lo que poseemos”, señala Tatiana Lobo Echeverri, coordinadora del Laboratorio de productos naturales de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín.
En este inventario se documentan, entre otras, un total de 3.005 plantas medicinales, varias de ellas en riesgo de extinción. 1.719 nativas, (incluidas 204 endémicas), 558 exóticas y 728 especies con una distribución geográfica incierta. Solo tres especies tienen los conocimientos tradicionales y científicos clasificados como aceptables. Diez cuentan con pruebas de conocimientos tradicionales catalogados como aceptables y pruebas de conocimientos científicos regulares. Esas 13 especies presentan varios usos para diferentes patologías con alto impacto en Colombia, de acuerdo con la investigación realizada por el Instituto Humboldt y el Jardín Botánico de Kew.
Así no sean de aprovechamiento humano y aunque algunas de ellas no tengan uso palpable, “todas las plantas son útiles. Uno de los recursos más importantes que tenemos son las palmas. Otro gran grupo de diversidad es el de la familia de la papa, hay aproximadamente entre 2000 o 3000 especies. A eso se suma el arsenal químico que poseemos producto de esa biodiversidad, además de las flores”, indica Felipe Alfonso Cardona Naranjo, Jefe de la sección herbario de la Universidad de Antioquia.
Como una canasta alimentaria oculta, cataloga el libro las 3.806 plantas alimenticias de las que se tiene registro en el país. Este señala la existencia de una increíble riqueza biocultural de las plantas comestibles cuyas acciones de conservación son inadecuadas. También, destaca las bioregiones de los Andes y Páramos como puntos críticos para las plantas comestibles, enfatizando la urgente necesidad de su preservación. Muchas forman parte del patrimonio gastronómico tradicional de las poblaciones y tienen el potencial de apoyar la seguridad alimentaria y el desarrollo de la agricultura sostenible en el mundo. Sin embargo, de estas, solo diez especies contribuyen en la ingesta calórica humana en la actualidad.
Este poco conocimiento de las plantas lo evidencia una investigación que adelanta el grupo de investigación de Productos Naturales de la UNAL Medellín en los Andes colombianos.
“De todas las 100 especies que hemos colectado y que hasta el momento hemos identificado, más o menos del 80% no tienen ninguna investigación o no cuentan con información acerca de, por ejemplo, sus posibles usos, sus aplicaciones, su bioactividad, sus metabolitos o componentes activos. Esto muestra todo lo que hay pendiente y lo que podríamos hacer con un poco de inversión en los proyectos de investigación. Además es una oportunidad para rescatar algunas especies que son nativas y que nos podrían proveer de alimentos y otras de metabolitos enfocados a la parte farmacéutica”, enfatiza Tatiana Lobo, doctora en farmacognosia (ciencia que estudia las drogas y los principios activos de origen vegetal, microbiano como hongos y bacterias, animal y mineral).
La profesora de la UNAL Medellín agrega que, es necesario tener en cuenta que en el pasado se tenía información acerca de algunas especies, sin embargo, muchas de ellas han caído en desuso por esa “erosión” del conocimiento tradicional.
Además, el Catálogo de Plantas Útiles relaciona 632 especies que se utilizan como insecticidas, 408 nativas de Colombia, estas se clasificaron en siete grupos de acuerdo con su origen geográfico, incluyendo 11 especies endémicas. En cuanto a las especies endémicas, ocho (72,7%) presentan una amplia distribución geográfica en el país, y tres (27,3%) tienen una distribución geográfica restringida principalmente a los departamentos de Boyacá, Cundinamarca y Caldas. De ninguna de las especies endémicas colombianas se halló evidencia suficiente de conocimiento científico y solo una tiene evidencia suficiente de conocimiento tradicional sobre su acción insecticida.
Riqueza invaluable e infravalorada
Pese a esta información, que podría ser desalentadora, durante los últimos años “las universidades a través de la investigación básica, están creando conciencia y entregando aportes importantes de bioprospección (búsqueda de componentes naturales y organismos con el fin de otorgarles un valor comercial para el desarrollo de productos), a esta tarea incluso se ha sumado la empresa privada”, manifiesta Felipe Cardona, magíster en Sistematización vegetal.
¿Qué hacer para aprovechar la alta disponibilidad de recursos naturales procurando su conservación?
Para la bióloga Tatiana Lobo, al país se le está olvidando que no es solamente generar áreas protegidas, sino también invertir y propiciar la investigación.
“Debemos conocer lo que tenemos para poder desarrollarlo o llevarlo al siguiente nivel y darle un valor agregado. Aunque hay voluntad de hacer investigación, los gobiernos tienden solo a pensar en conservar o en aplicar cosas que ya conocemos, lo que se está haciendo en otros países. Falta invertir más en la educación y la investigación básica. Pero, además, hay un punto que siempre nos causa problemas a los investigadores y son los procesos y permisos que debemos tramitar para tener acceso a la biodiversidad. Estos siempre han sido complicados y aunque hoy en día se trabaja con permisos un poco más expeditos, hay muchas especies que las vetan para su estudio y son justamente esas especies que están en peligro o amenazadas las que principalmente deberíamos de investigar, partir desde allí”, comenta Lobo Echeverri.
Colombia es un país que atraviesa inseguridad alimentaria, aún teniendo una de las despensas naturales más importantes del mundo. Entre 2021 y 2023, la prevalencia de inseguridad alimentaria fue catalogada de moderada a grave afectando a 16,3 millones de habitantes del país, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ONUAA, más conocida como FAO.
Compartir el conocimiento académico con la sociedad y las comunidades, teniendo en cuenta, además, los saberes ancestrales de indígenas y campesinos, acompañados de proyectos y programas políticos, es una salida viable a tal situación, de acuerdo con los analistas.
“Se necesita el apoyo gubernamental para llegar a las comunidades y generar procesos como cultivos y viveros que permitan que estos conocimientos se recuperen. Garantizar que el recurso alimenticio esté a la mano sin requerir de mucho dinero y que estos saberes sean también de fácil acceso. Pese a que contamos con una riqueza grandísima, estamos centrados en un grupo de alrededor de 100 plantas alimenticias que son las tradicionales y de las que ya sabemos mucho”, comenta el biólogo Cardona Naranjo.
En ese sentido, es necesario, además de una voluntad política para la inversión en investigación y la transferencia de conocimiento a las comunidades, aprovechar insumos como el Catálogo de Plantas Útiles; los registros de Álvaro Mutis, Alexander von Humboldt, Enrique Pérez Arbeláez y la información disponible de plantas del Trópico, (América Central y Suramérica) que contienen información valiosa del potencial de las plantas nativas colombianas, conocimiento que según los entrevistados actualmente está muy sesgado y reposa subutilizado en los anaqueles de librerías y universidades del país.
(FIN/JRDP)
28 de octubre de 2024