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El positivismo tóxico hace referencia al peso invisible que recae sobre las personas, especialmente en las mujeres, silenciándolas, bajo la premisa de una “fortaleza inquebrantable” y el ser “'agradecidas” y “optimistas”, incluso, en situaciones de dolor, adversidad e injusticia. Este fenómeno, que cruza la línea del ser positivo, llevándolo al extremo, se manifiesta en ámbitos como la familia, las relaciones, el trabajo las redes sociales, entre otros, con un trasfondo estructural económico y social que no solo afecta la salud mental y el bienestar de las mujeres, sino que, además, contribuye a perpetuar los roles de género tradicionales y dificulta la lucha por la igualdad.

 

La positividad tóxica puede generar trastornos como depresión y ansiedad, también tiene implicaciones en los procesos de memoria y aprendizaje. Foto de Pixabay.

 

Aunque la expresión positivismo tóxico no es reconocida en alguna teoría psicológica o psiquiátrica, esta es una manera de socializar o hacer referencia a este tema, señala Stephanía Monroy Osorio, profesional de apoyo de la Secretaría Técnica del Observatorio de Asuntos de Género de la Universidad Nacional de Colombia.

“La positividad es un proceso cognitivo que en algunos enfoques psicológicos y psiquiátricos se considera como una distorsión cognitiva, pero esta distorsión cognitiva no siempre es mala, la positividad nos ayuda a generar procesos de motivación, procesos de cambio, también a tener esperanza, nos permite proyectar el futuro. Gracias a esa positividad podemos generar estrategias a corto, mediano y largo plazo. Sin embargo, cuando esa distorsión cognitiva ya no es adaptativa ni cumple funciones como las de darnos una imagen del futuro y esperanza, y está generando otras conductas que nos llevan a no cuidar el cuerpo, a poner nuestra energía en otro, o trazarnos unas metas que no son alcanzables, hablamos de positividad tóxica”, explica la psicóloga Stephanía Monroy. 

El síndrome de la mujer agotada 

Para la profesional del Observatorio de Género de la UNAL existen varios factores que contribuyen a que las mujeres estén más expuestas socialmente a esta positividad tóxica, como la feminización de las emociones, los procesos de “empoderamiento” que las han llevado a ocultar sus sentimientos y su desarrollo personal, para encajar como mujeres empoderadas. A esto se suma la visión tradicional en los procesos de socialización donde se inculca que la mujer debe estar pendiente de otro y su cuidado, convirtiéndose en una barrera para acceder a derechos, servicios y oportunidades.

“El síndrome de la mujer agotada expone cómo, para encajar en ese estereotipo del empoderamiento, la mujer tiene que ser trabajadora, buena amiga, excelente mamá, etc. Esas conductas nos impulsan a estar en todos los lugares, siendo esto muy costoso para nuestra salud mental, genera desgaste cognitivo y corporal. Adicional a esto, estamos viviendo una crisis del cuidado, que al final resulta ser un trabajo porque requiere esfuerzo, tiempo, unos saberes, además de que sostiene el mundo y la economía. También existe la feminización del cuidado debido a que la mayoría de personas que se encargan de esa actividad son mujeres, esto evidencia la importancia de generar estrategias de redistribución del conocimiento y disminución de la carga por esta actividad que también imposibilita que las mujeres nos desarrollemos en otros lugares”, destaca la psicóloga Stephanía Monroy.

 

El positivismo tóxico puede generar trastornos como depresión y ansiedad. Al involucrarse en muchas actividades o estar tan centradas en otras personas, las mujeres se olvidan de las necesidades propias y el autocuidado, esta sobrecarga cognitiva también tiene implicaciones en los procesos de memoria y aprendizaje. Existen investigaciones que indagan cómo enfermedades, por ejemplo, la fibromialgia, el dolor muscular y la fatiga, tienen relación con esa necesidad de estar en todos lados y ocupadas para encajar, de acuerdo con la profesional.

 

¿Sociedad tóxica?

A finales del siglo XX, se promovieron en la Sociedad de Psicología Americana (APA, por sus siglas en inglés) un conjunto de trabajos sobre la positividad que fueron polémicos y cuestionados pero que tuvieron influencia y recogen una trayectoria anterior de estudios relacionados con el coaching y los libros de autoayuda. Esa tradición Norteamericana pone énfasis en el esfuerzo individual y señala que la psicología positiva es la idea de que una buena actitud frente a las circunstancias de la vida te van a ayudar a superar los obstáculos y a tener más éxito, señala la doctora en Historia y coordinadora del Laboratorio Fuentes Históricas de la UNAL Medellín, Ruth López Oseira. 

La Historiadora enfatiza que si bien es más común en ellas, no es un fenómeno que afecte exclusivamente a las mujeres, este tiene que ver con la sociedad poscapitalista, donde las ideas acerca de la estabilidad del empleo, la familia, los afectos, son transformadas por la globalización económica y el capitalismo globalizado donde la responsabilidad de tener un trabajo para toda la vida o ser un empresario exitoso recae sobre sí mismo, quejarse o hablar de injusticias legales o laborales es tener una actitud negativa. 

“Esta psicología fue muy bienvenida para hacer transformaciones en la economía global en la última década del siglo XXI, pues era mucho mejor tener trabajadores sonrientes cuando los ibas a despedir en lugar de tener sindicatos. Se instauró en otras instituciones, como en las iglesias donde te enseñaban que atraes cosas con el pensamiento, como una especie de pensamiento mágico, y en todas las circunstancias de la vida, como en las familiares, las laborales, las emocionales, hasta en la violencia con el ‘no le des importancia’”, relata la profesora del Departamento de Historia, de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Sede Medellín. 

Por su parte, Sara Yaneth Fernández Moreno, trabajadora social y doctora en Ciencias en Salud Colectiva expresa que esta positividad tóxica ha recaído con mucha fuerza después de la pandemia en grupos particularmente más sensibles debido a responsabilidades cotidianas de cuidado en las familiares, donde las mujeres están ubicadas, además, en diferentes sectores económicos cuya labor es de apoyo, soporte, cuidado y acompañamiento como una obligación social, a la que se suma la premisa de siempre estar bien y ser optimista, nunca quejarse y mantener una buena fachada a través de una buena actitud. 

“Este tema es cuestionado por la psicología positiva, por la psicología de masas, pero además muy cuestionado por los imperativos éticos de estar siempre feliz como si no pasara nada y obviando verdaderas problemáticas complejas de la salud mental y humana y, sobre todo, de la complejidad que vivimos en el mundo contemporáneo. Para mí es un sofisma de distracción el tener que estar simulando que todo está bien, esto tiene un peso enorme en la gestión de nuestro equipaje interior y del reconocimiento de los problemas, tensiones, alarmas que podamos tener”, complementa Sara Fernández, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. 

El principio de realidad y las emociones incómodas

Es importante tener en cuenta que la salud mental siempre va a estar en diálogo con el sistema económico y social. La psicóloga Stephanía Monroy indica que se debe partir del principio de realidad, “ser conscientes de que estamos inmersos en una realidad que muchas veces es dolorosa y que no todo lo podemos a través de la voluntad, que hay unos procesos históricos, sociales, cognitivos que también tenemos que atravesar para avanzar”. 

Sugiere practicar el ejercicio de la digna rabia, el cual parte de que las emociones también tienen la función de comunicar lo que está pasando con el interior y proyectar esa rabia desde una gestión emocional como un ejercicio de la voz para reconocer que se tienen necesidades, límites, derecho a descansar, a estar triste. 

“Reconocer los espacios de ocio sin sentirse egoísta es necesario, una manera de hacerlo es a lo que llamo una huelga mental, permitirnos estar con amigas, permitirnos muchas veces (y lo digo también desde el activismo y los asuntos de género) saber que habrá momentos en donde definitivamente no podemos salvar el mundo y necesitamos descansar. Es importante generar herramientas para acompañar nuestras propias emociones y las del otro. La positividad tóxica también se genera porque como sociedad no hemos aprendido que las emociones que no son positivas también hacen parte de las vivencias y no necesariamente son malas, tenemos que aprender a darles espacio a esas emociones incómodas debido a que son información valiosa para transformarnos y cuidarnos, por lo que requieren ser expresadas de manera más libre. A veces nos tratamos de manera muy dictatorial, debemos ser más compasivas con nosotras mismas. Hay una frase que veo mucho en Instagram: ‘Amiga, puedes con todo, pero no todo a la vez’”, añade Monroy, especialista en desarrollo humano.

Estereotipos en todos los ámbitos

Mónica María Uribe Gómez, doctora en ciencias sociales con especialidad en sociología y políticas públicas, manifiesta que existen unos factores diferenciadores que podrían implementarse como sociedad para combatir esa positividad tóxica. En materia de políticas, estas siempre deben estar atravesadas por procesos pedagógicos, educativos, de concientización y debates que generalmente pasan a un segundo plano ante asuntos como la seguridad, entre otros. 

“El reconocimiento de temas básicos como el cuidado, de niños, adultos mayores y enfermos, por ejemplo, que, generalmente, siempre ha estado a cargo de las mujeres, ha requerido de políticas diferenciadas que traten de reconocer esas labores que ejercen las mujeres y son vistas como una cosa que les toca a ellas, que se da por sentado que es un asunto femenino. Lo que buscan estas políticas es reconocer esto como un trabajo que tiene desgaste, inversión de tiempo, una remuneración básica, pero eso va para todos los sectores, en los académicos, en los empresariales. Aunque se hable de ampliar las licencias de maternidad, eso es muy básico porque las mujeres mientras son madres con sus bebés pequeños tienen las mismas exigencias de productividad”, complementa la profesora del Departamento de Ciencias Políticas, de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín. 

La docente Uribe recalca que vale la pena traer este debate a la academia pues no es ajeno, “todavía hay una idea de que muchos de los cargos administrativos deben ser ejecutados por mujeres, como la dirección de los departamentos con expresiones como: ‘ustedes son más organizadas, saben hablar mejor’, estos estereotipos no están fuera de ningún ámbito, estamos hablando de profesores universitarios quienes tenemos las mismas capacidades”. 

Para mantenerse al margen de la positividad tóxica también en necesario enfatizar en la  inmediatez en la que la sociedad está inmersa debido a las herramientas y los medios tecnológicos que llevan a una comunicación de forma inmediata, es necesario reflexionar que muchas de estas cosas no son urgentes ni inmediatas y generar pautas de autocuidado en el uso de redes sociales, como WhatsApp, para disminuir el desgaste mental que esto genera en el día a día.

(FIN/JRDP)

3 de marzo de 2024