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Bahía Solano y Nuquí, en Chocó, y Bahía Málaga y la Isla Gorgona, en Valle del Cauca, son sitios clave para el apareamiento de ballenas yubartas, o jorobadas, y la cría de ballenatos entre julio y octubre de cada año. El creciente interés por vivir la experiencia de observar a los cetáceos impone retos y medidas que se deben acatar para hacer el turismo más sostenible. Académicos exponen sus perspectivas y dan recomendaciones.

 

Los mamíferos acuáticos son indicadores de la calidad de los ecosistemas que habitan. Foto de minambiente.gov.co.

 

En el océano hay muchos vínculos, el principal son las ondas y el agua que viaja entre el Atlántico y el Pacífico. “¿Quiénes conocen mejor esas conexiones que las ballenas?, pregunta Andrés Osorio Arias, profesor del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas y director del Centro de Excelencia en Ciencias del Mar (Cemarin), del cual hace parte la UNAL Medellín*.

La experiencia de avistar ballenas llama la atención, por ejemplo, a la bióloga y magíster en Bosques y Conservación de la Sede, Marina Piquer, a quien le pareció que verlas es sentir una “fascinación por los mamíferos marinos, que viven en un medio muy diferente al nuestro, pero con los que nos podemos reconocer en muchas cosas, precisamente porque también somos mamíferos; por el cuidado que le dan a sus crías, por lo sociables, porque se comunican, porque las ballenas cantan, y eso es muy bonito”.

Las ballenas son mamíferos, “supremamente avanzados, con unas características que ya nosotros (los seres humanos) quisiéramos tener”, dice Arturo Acero Pizarro, docente del Instituto de Estudios en Ciencias del Mar (Cecimar) de la UNAL Caribe. Se refiere, por ejemplo, a la ecolocalización, capacidad de orientarse o de identificar formas, tamaño o ubicación de objetos a través del sonido. Son, además, los mamíferos que mejor han conquistado el medio marino por su autonomía y porque no tienen rival, los mayores depredadores son, como ellas, cetáceos.

Los cetáceos, explica el docente, han existido en el planeta Tierra desde hace unos 50 millones de años y son parientes, según estudios evolutivos, “de rumiantes terrestres enormes que, en un momento dado, se aventuraron al mar”.

En Colombia, según la Fundación Omacha, hay 30 especies de cetáceos. De todas, la más carismática es la ballena jorobada o yubarta (Megaptera novaeangliae), como destaca Santiago Pinilla Vélez, biólogo de la Universidad de Antioquia y cofundador de Madre Agua, un proyecto de turismo científico que estudia a estos animales en el sureste del Pacífico.

En el mundo hay alrededor de 15 poblaciones de ballenas jorobadas. Las que hacen su tránsito por el océano pacífico entre junio y octubre, también en aguas de Costa Rica, Ecuador, Panamá y Perú, son parte de la población denominada Stock G, que normalmente habita el estrecho de Magallanes y la Península Antártica. Esta población es la que arriba a Colombia para reproducirse y criar a sus ballenatos después de recorrer aproximadamente unos 8.000 km.

Los avistamientos de ballenas no son garantizados, pero cuando se dan, lo que se espera, normalmente, es observar la respiración, el dorso o la cola cuando se sumergen. El salto es uno de los momentos más emocionantes y “un comportamiento que es muy valioso porque las ballenas, cuando vienen a Colombia, están a dieta, por lo cual su reservorio de energía es limitado y solamente un salto les cuesta más de 2.000 kilocalorías, entonces, ver uno es un golpe de suerte bastante grande”, comenta el biólogo.

Los salto de las ballenas, explica, los realizan por varios motivos: para limpiarse ectoparásitos que se les van pegando a la piel, como estrategia de cortejo para mostrarse saludable e, incluso, por territorialidad o, en el caso de los ballenatos, por juego.

Hay otros motivos, además de su tamaño y su salto, que las hacen majestuosas, como expone Pinilla Vélez: “tienen el superpoder de regular el clima. Al ser animales tan grandes, viven como repositorios de dióxido de carbono, por lo que, cuando una ballena muere, terminan siendo casi 30 o 40 toneladas secuestradas de este gas que es llevado al fondo de los océanos”.

Experiencias que son lecciones para un avistamiento responsable

A mediados de julio de este año se registró en Atacames, ciudad de la provincia de Esmeraldas, en Ecuador, que una ballena jorobada fue golpeada por una embarcación y, a mediados de ese mes, en la ciudad de Salinas, de Santa Helena, el impacto del salto de un cetáceo generó el volcamiento de un bote con turistas que no sufrieron lesiones.

En Ecuador, la Armada y el Ministerio de Ambiente regulan el avistamiento de ballenas con autorizaciones y permisos para embarcaciones. Sin embargo, según algunos medios de comunicación ecuatorianos, varias experiencias operan sin licencia y son empleadas para realizar recorridos turísticos que ponen en riesgo a los usuarios y a la fauna marina.

De acuerdo con el informe “Protegiendo los corredores azules” del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), las colisiones con barcos son una de las principales amenazas que enfrentan las ballenas en sus migraciones en todos los océanos, junto con la acumulación de los impactos de la pesca, la contaminación, la pérdida de hábitat y el cambio climático.

Ese último aspecto es determinante. Según la docente Lizzette Irene Quan Young, de la Facultad de Ciencias Agrarias y Naturales de la Universidad CES, en la medida que afecte tanto a escala local como global, se puede afectar la cantidad de alimento disponible en el océano Atlántico, el kril (término que se refiere a los crustáceos que habitan en océanos abiertos), y se puede alterar su recorrido.

¿Cómo está Colombia y cómo se ha preparado?

Colombia está adherida a convenios como la Comisión Ballenera Internacional, el Convenio sobre Diversidad Biológica y la Comisión Permanente del Pacífico Sur, de acuerdo con un comunicado de la Presidencia de la República.

En 2017, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (Minambiente) y la Fundación Omacha publicaron la Guía de avistamiento responsable de mamíferos acuáticos en Colombia, que presenta regulaciones y recomendaciones para el avistamiento responsable de ballenas, tanto para proteger a los cetáceos como para promover prácticas seguras y sostenibles de turismo.

En ese sentido, el avistamiento de ballenas, una actividad turística creciente en los últimos años, implica gobernanza, en tanto que también representa identidad cultural y memoria viva en los territorios, de acuerdo con Diana Mejía Durango, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín e investigadora en el componente de gobernanza en el proyecto Comunidad y avistamiento sostenible de ballenas en el golfo de Tribugá de Cemarin*.

A su criterio, para que el avistamiento de ballenas sea seguro y sostenible requiere de la articulación entre quienes organizan los recorridos, las autoridades regulatorias, las ONG, comunidades y científicos, con el fin de colaborar en la definición de reglas y compartir responsabilidades: “La gobernanza en el avistamiento de ballenas se construye entre lo formal y lo cotidiano y es importante reconocerlo para aunar esfuerzos”.

Esa sinergia es una apuesta que cada vez toma más fuerza en los territorios donde se hace avistamiento de ballenas, de acuerdo con la profesora Quan Young, quien destaca que actualmente hay fundaciones que se unen con consejos comunitarios y científicos que toman datos que se están publicando y que han aportado al conocimiento del comportamiento de ballenas a nivel internacional, así como a un turismo más responsable.

Lo que se debe tener en cuenta durante los avistamientos de ballenas

Algunas de las medidas que indica la Guía de avistamiento responsable de mamíferos acuáticos en Colombia son: las embarcaciones deben reportarse al momento de zarpar y de arribar con la autoridad portuaria y con el personal de Parques Nacionales Naturales en el caso de las áreas protegidas. Se permiten hasta tres botes en una zona de avistamiento y si hay más de uno, su permanencia en el sitio debe ser de 15 minutos. Estos deben ubicarse a una distancia mínima de 200 metros de las ballenas, en ángulo de 45°, teniendo en cuenta la mitad posterior de los animales, no hacerlo ni por detrás ni de frente. Adicionalmente, no interponerse en el recorrido natural de los animales y la velocidad debe ser baja y constante. Minambiente sugiere que las jornadas diarias de avistamiento se realicen en condiciones de luz natural y que sean dos como máximo, con recesos de tres horas para reducir la presión sobre las ballenas.

Otras recomendaciones tienen que ver con no hacer acercamientos directos ni permitir el contacto físico con las ballenas, no seguirlas ni cuando están solas o con sus ballenatos, no arrojarles residuos o alimento, mantener el silencio durante el avistamiento y, para quienes se encargan de la actividad, no prometer avistamientos garantizados y retirarse de la zona ante cualquier signo de estrés de los cetáceos.

Algunos retos

Los desafíos existentes van en dos vías, de acuerdo con el biólogo Vélez Pinilla. El primero tiene que ver con la capacitación para que operadores de los recorridos de avistamiento de ballenas, que incluyen a lancheros y capitanes de embarcaciones, implementen buenas prácticas e informen a los turistas, quienes también deben tener la potestad de exigir que la actividad se realice de manera responsable.

Como bióloga y a partir de la experiencia de avistar ballenas, Piquer llama la atención sobre los roles que se deben asumir como seres humanos y turistas ante especies distintas: “Si uno va con las personas adecuadas, comprende muchos sobre ellas y que se debe tener el máximo respeto por lo que ellas decidan hacer o no, sin la obligación de verlas. Por eso el turismo debe incluir divulgación y charlas científicas para que la actividad sea más enriquecedora”.

En ese sentido, el biólogo considera que es importante que las personas se eduquen sobre el tema y que “dejen de lado las expectativas con las que nos bombardean en redes sociales sobre los acercamientos, los saltos o sobre nadar con ballenas. Que se reconcilien con la idea de que, justamente, es un privilegio poder acceder a este tipo de actividad en nuestro país y, por eso mismo, es importante corresponder con respeto a los animales en su ciclo natural”.

Otro desafío es seguir impulsando la investigación científica, de acuerdo con la profesora Quan Young, quien además señala la importancia de promover la comunicación entre países por los que atraviesan las ballenas jorobadas o yubartas, para que el esfuerzo por su conservación y protección sea suficiente.

*Las reflexiones de Arias Osorio y de Mejía Durango que aquí se exponen fueron dichas por ellos durante el evento académico “Maratón de gigantes oceánicos”, realizado por el Parque Explora.

(FIN/KGG)

19 de agosto de 2025