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El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el mundo fue el informe presentado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), que recientemente advirtió sobre el panorama internacional de hambre, malnutrición y limitaciones a la sana alimentación. Uno de los puntos que resalta como causa es la inflación, que en Colombia se suma a otros desafíos como la apertura económica a las importaciones y los tratados de libre comercio.

 

Una dieta saludable, según la OMS, incluye cereales integrales, verduras, frutas, legumbres y nueces, entre otros. Foto tomada de Pixabay.com.

 

Una dieta saludable es rica en cereales integrales, verduras, frutas, legumbres y nueces, baja en sal, azúcares libres y grasas trans y saturadas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que destaca que una alimentación sana inicia con la lactancia materna y contribuye a protegernos de la malnutrición, las enfermedades no transmisibles como la diabetes o las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer.

En Colombia, durante el primer trimestre de 2024, las principales causas de muerte fueron las enfermedades isquémicas del corazón y las cerebrovasculares, según el informe Estadísticas Vitales del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).

El incremento de la producción de alimentos procesados, la urbanización y el cambio en los estilos de vida han transformado los hábitos alimenticios que, en la actualidad, se relacionan con el consumo de alimentos hipercalóricos, grasas, azúcares libres y sal, además de que muchas personas no consumen suficiente cantidad de frutas y verduras, de acuerdo con el organismo de las Naciones Unidas.

A los aspectos anteriores se suman las dificultades de países de ingresos medianos y bajos para acceder a dietas saludables y las altas tasas de inseguridad alimentaria, con lo que se facilita la malnutrición, cuyo panorama sigue siendo desigual. En 2024, 2.300 millones de personas sufrieron inseguridad alimentaria moderada o grave, la obesidad en adultos aumentó del 12,1% en 2012 al 15,8% en 2022, solo un tercio de niños entre 6 y 23 meses y dos tercios de mujeres entre 15 y 49 años cumplen criterios mínimos de diversidad alimentaria, como indica el reciente informe anual El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el mundo, publicado por cinco agencias de Naciones Unidas.

En general, 2.600 millones de personas no pudieron permitirse una dieta saludable en 2024 y, en Colombia, según el Informe, el porcentaje de personas que no logran acceder a una dieta balanceada ha pasado del 31,7% al 36,1% entre 2017 y 2024. Adicionalmente, el 28,7% de la población enfrentó inseguridad alimentaria moderada en 2024. Como causas, el documento llama la atención sobre la inflación de los precios de los alimentos, que ha aumentado desde 2020.

María Isabel Buitrago, madre de un adolescente, dice que trata de incluir una dieta sana en su hogar, pese al costo de los alimentos, por lo que, en ocasiones, se ha abstenido de comprar algunos alimentos: “Uno va al supermercado y cada vez alcanza para menos. He notado que hemos dejado de consumir frutas, porque los precios son elevados, y la calidad de las que se consiguen, a veces no es la mejor”.

El acceso a una dieta saludable es fundamental en tanto que tiene repercusiones en la carga de enfermedad, “la que hace que los servicios de salud sean mucho más costosos y, desde la economía de la salud, siempre va a resultar costo-efectivo cualquier intervención primaria; es decir, cualquier actividad de promoción de la salud”, explica la profesora Johana Vásquez Velásquez, del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas (FCHE) de la UNAL Medellín.

Pensar el problema más allá de la inflación

Actualmente, las personas mayores de 60 años en Colombia representan el 15% de la población total del país y la cifra crece rápidamente, como lo comenta la docente Vásquez Velásquez, quien menciona que la transición demográfica incrementa la presión sobre los sistemas alimentarios y sanitarios. Es decir, que los mayores de 60 años pueden enfrentar problemas de multimorbilidad, además de los relacionados con autonomía económica y social que pueden dificultar el consumo de algunos alimentos o el acceso a una alimentación saludable.

Explica, también, que hay determinantes sociales y comerciales, como pocos ingresos, bajo nivel educativo, precariedad laboral, territorios en conflicto o cambio climático, “porque tenemos climas adversos y una alta brecha urbano-rural que condicionan la disponibilidad de los alimentos”. Los determinantes comerciales tienen que ver con la industria de alimentos y de bebidas, que moldean las preferencias del consumo alimentario de las personas, por ejemplo, con precios bajos, publicidad y mercadeo, sobre todo, de productos no perecederos y ultraprocesados.

Otro asunto importante en el abordaje del análisis sobre las dificultades de acceso a la dieta saludable es la vulneración de las poblaciones urbanas, que son mayoritarias. Lo son en la medida que, si hay dificultades con los ingresos, puede ser más complicado acceder a alimentos, mientras que en las poblaciones rurales se pueden llevar a cabo procesos de autosuficiencia alimentaria, por lo menos, de acuerdo con el profesor del Departamento de Economía de la FCHE, Alexánder Bastidas Marulanda.

De acuerdo con el docente, se debe tener en cuenta, adicionalmente, que, en las urbes, los sistemas de distribución de alimentos están cada vez más manejados y controlados por las grandes superficies, lo que puede tener repercusiones en la seguridad alimentaria e influencia en el estado nutricional de las poblaciones, porque este tipo de compañías, básicamente, están orientadas a una distribución de alimentos más procesados.

Otros desafíos

La docente Vásquez Velásquez refiere que, tanto la Organización Panamericana de la Salud (OPS) como la OMS, han advertido acerca del incremento de la ingesta de azúcar, grasa y sodio por las dinámicas comerciales. Un avance que se ha dado en Colombia para contrarrestar el riesgo es el etiquetado frontal de advertencia, sin embargo, la considera como una iniciativa que los consumidores normalizaron y a la que, en la mayoría de ocasiones, hacen caso omiso.

Otras iniciativas son los impuestos saludables y destaca que, en el país, el Plan de Desarrollo 2022 - 2026 es el único plan vigente que incorporó el acceso a alimentación saludable, de modo transversal, como herramienta para reducir las enfermedades no transmisibles, desde el enfoque intersectorial, territorial y de derechos. “Es posible que podamos articular muchos más instrumentos para propiciar la alimentación saludable, como, por ejemplo, la renta ciudadana, con vales para alimentación”, expresa.

A criterio de la docente, hay desafíos. Algunos de ellos son: no hay combinaciones adecuadas de políticas fiscales y tributarias, hay zonas donde con desnutrición crónica y no existen subsidios focalizados y no hay divulgación ni pedagogía eficaz en torno a lo que es una dieta saludable o a las propiedades de los alimentos, como, por ejemplo, no entender qué es un carbohidrato o cuál puede ser una fuente de proteína animal o vegetal.

Acerca de iniciativas como las de los mercados campesinos, el docente Bastidas Marulanda expone que se trata de programas inciertos en la proyección de los ingresos en el caso de que una persona se dedique solamente a la agricultura. “Nosotros tenemos unos mercados bastante informales, con reglas de juego que también lo son. Pongo un ejemplo: hay muchas líneas de cultivos en el país de las que no existe una reglamentación que determine los criterios de calidad”.

Además, señala que Colombia, desde la década del 90, tiene su economía expuesta al mercado internacional, dado que eliminó, en gran medida, las restricciones de aranceles para las exportaciones de gran variedad de productos, sumado a un tratado de libre comercio que se ha suscrito en el tiempo. Con ello se ha convertido, sobre todo, en un país importador, “aunque quisiera ser gran exportador, y otra cosa es que sea efectivo, con más de 30 años de apertura económica, la agricultura de exportación se ha basado en café, banano y flores”.

En el informe anual El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el mundo, las cinco agencias de Naciones Unidas recomiendan abordar los desafíos que se traducen en la dificultad al acceso a una dieta saludable a partir de una combinación de políticas efectivas, inversiones en sistemas alimentarios locales y un enfoque de asequibilidad en las calidades de las dietas; a su vez, recomiendan, fomentar la cooperación internacional y el financiamiento para garantizar acceso universal a una alimentación nutritiva.

“En un contexto de perturbaciones mundiales, el proteccionismo o las políticas orientadas a aspectos internos son contraproducentes. Lo que necesitamos es una acción coordinada basada en la responsabilidad compartida, la solidaridad y los datos objetivos y sólidos”, mencionó, durante el lanzamiento del Informe, el director de la FAO.

Aunque cree que es una posibilidad utópica, el docente Bastidas Marulanda considera que una salida, por lo menos inicial, debería ser la vinculación de la agricultura al ordenamiento territorial, lo cual tendría beneficios, incluso en la protección de la biodiversidad, “de tal manera que haya espacios geográficos donde no se construya y se den tierras para el desarrollo de la agricultura. De esta manera podría darse una proximidad con los consumidores e instituciones que puedan generar conocimiento y propiciar un mercado de ciclo corto para garantizar productos frescos con menos intermediarios”.

(FIN/KGG)

1 de septiembre de 2025