Adaptarse a las dinámicas del mercado laboral actual es un proceso continuo para la educación técnica, tecnológica y profesional en Colombia. Aspectos como la actualización de pensum orientados en áreas emergentes, la reducción de la duración de los programas y el ajuste de la oferta evitando el exceso de profesionales en ciertos sectores, hacen parte de la tarea constante. Sin embargo, los egresados de las instituciones de educación superior se encuentran con un mercado laboral incapaz de absorber la mano de obra cualificada, bajos salarios, una escasa rentabilidad de la inversión educativa, altos índices de desempleo e informalidad y amplias brechas. Esta situación converge en un desafío constante y un trabajo en conjunto para la industria, la academia y el Estado, según académicos.

Aunque las demandas del mercado laboral se movilizan a un ritmo diferente que la educación superior, uno de los factores que más promueve la actividad económica en el país es la formación, explica Cristian Sánchez Salazar, profesor de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín.
“En términos generales, esto se conoce como acumulación de capital humano. Entre más años de educación y más calidad, tendremos mejores trabajadores, más productivos, que toman mejores decisiones. Esto se traduce en retornos económicos del tiempo invertido en un pregrado o posgrado. Dicho de otra manera, la relación que tiene el capital humano y el mercado laboral está determinada por una mejor asignación salarial. Adicionalmente, las actividades económicas normalmente tienen unos cambios repentinos permanentes, estos cambios pueden demandar talento humano con mejores capacidades y mayores habilidades, es por eso que hablamos en educación de pertinencia educativa”, señala Sánchez, magíster en Ciencia Política y Economía Aplicada.
El docente enfatiza que las universidades y los institutos tecnológicos y técnicos deben estar alineados con el mercado laboral en el sentido de formar a sus estudiantes con las habilidades pertinentes para que eso se traduzca en más capacidades y un mejor desempeño tanto del sector como del personal.
Panorama: formación vs. oportunidades
En el país hay un número creciente de profesionales, al igual que está en aumento la formación en el nivel posgradual, según el Ministerio de Educación Nacional. Anualmente hay entre 450.000 y 500.000 graduados de las instituciones de educación superior en los distintos niveles de formación en el país. Cerca del 50% está en el nivel universitario, mientras que la técnica y la tecnológica en el 25% respectivamente.
“En los últimos años, las instituciones de educación superior crearon facultades y programas en áreas del conocimiento como las ingenierías y las administraciones que se fortalecieron por tendencias globales (...). Para el caso de la formación universitaria, la administración de empresas y el derecho son las áreas con mayor número de egresados (40%), seguidas de las ingenierías y la industria de la construcción (18%) y en un menor número las ciencias sociales, las ciencias exactas, naturales y matemáticas, además de las ciencias agropecuarias (como la silvicultura, la pesca) y las artes, expone el viceministro de Educación Superior, Ricardo Moreno Patiño.
De acuerdo con cifras del Observatorio Laboral para la Educación, siete de cada diez graduados de la educación superior se vinculan laboralmente. Aproximadamente, el 73% de los recién egresados de pregrado y el 91% de posgrado se conectan con el mercado y realizan cotización en el Sistema General de Seguridad Social en Salud, señala el funcionario del Ministerio de Educación.
“Estos datos hay que revisarlos con mayor detalle, lo que podemos notar en este momento es que, a mayor nivel de formación, mayor vínculo laboral. Es importante entender si esas personas que están hoy dentro del mercado laboral están ejerciendo la profesión en la cual se formaron. Áreas como la salud o la ingeniería tienen una mayor participación y otras como las humanidades tienen otros mercados laborales de absorción, es decir, no necesariamente todos los abogados terminan trabajando en el sector judicial, sino que ejercen otro tipo de trabajos relacionados con la docencia, por ejemplo”, recalca el viceministro Ricardo Moreno.
El mercado laboral colombiano tiene unas características particulares como tasas elevadas de desempleo, un alto grado de informalidad, segregación poblacional debido a las amplias brechas de ocupación y salariales entre hombres, mujeres y jóvenes, indica el economista y profesor de la UNAL Medellín Cristian Sánchez.
“Normalmente, nuestra actividad económica está muy concentrada en un sector primario que es exportador: el agrícola, asociado al banano, al café, a la extracción de minerales y metales y a la explotación de petróleo. Una industria que está renaciendo con miras a las exportaciones, pero con baja tecnificación y tecnología, a este sector normalmente se vinculan personas con baja cualificación, pese a la formación que tenemos en carreras como la ingeniería agrónoma y similares. También hay actividades que están jalonando la economía en sectores como el financiero y de seguros, de la salud y la educación”, complementa Sánchez Salazar.
La transición actual que requiere el país de una economía agrícola a una economía más industrial y de servicios demanda, especialmente, una mayor mano de obra cualificada. Sin embargo, esta transformación ha sido bastante lenta, razón por la que el mercado laboral no logra absorber toda la mano de obra cualificada.
La situación del agro es la demostración más palpable de ese divorcio histórico entre la realidad de los mercados laborales y las necesidades del país y la débil conexión entre el mercado y la educación superior, comenta el doctor en Dirección de Empresas, Ramón Javier Mesa Callejas.
“En la agricultura tenemos hasta escasez de campesinos para que siembren la tierra. Parece ser que a los jóvenes nos les interesa heredar esos trabajos, incluso con las posibilidades que hoy tienen de acceder a muchos programas de formación en temas agrícolas y ligados a un sector tan estratégico para el crecimiento y desarrollo del país. Esto tiene una estructura de fondo y es que históricamente la concentración del capital se ha dado en sectores con altas tasas de rentabilidad con beneficios muy altos a los empresarios, como la explotación de recursos naturales y el petróleo, donde se ha visto la mayor acumulación de riqueza, lo que ha generado también un desequilibrio con otros sectores agrícolas que pueden ser importantes”, destaca Mesa Callejas, profesor y jefe del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Antioquia.
En uno de los elementos donde se evidencia cierta desconexión entre el mercado laboral y la educación superior es en el aumento no planificado de la cobertura educativa, manifiesta la doctora en economía e investigadora en temas de la economía de la educación, Elcira Solano Benavides.
“Algunos gobiernos han aumentado la cobertura sin un sustento financiero que garantice la calidad, eso ha generado que tengamos ciertos programas académicos con un exceso de egresados que la demanda laboral no alcanza a absorber y, si lo hace, es con unos salarios de enganche (o iniciales) cercanos al salario mínimo, lo que ocurre con programas como administración, contaduría y licenciaturas en educación. El segundo elemento tiene que ver con los salarios de enganche y esa relación negativa comparada con el crecimiento de actividad económica, esto indica que muchos egresados no logran participar en los sectores de alta productividad en donde se generan mejores ingresos, por lo tanto, algunos no recuperan esas tasas de retorno que les debería garantizar la educación superior”, plantea la profesora de la Universidad del Atlántico.
A esto se suma la falta de congruencia entre los programas académicos y los nuevos contextos laborales que demanda el mercado, con pregrados cuyo pensum no ha sido modificado en años, según Alcira Solano. “El Ministerio, desde los mismos procesos de acreditación tiene elementos para garantizar que los programas universitarios nos alineemos con las nuevas necesidades como la inteligencia artificial”.
De otro lado, hay una tendencia mundial a la reducción del tiempo de permanencia de los estudiantes matriculados en las universidades: entre cuatro y hasta tres años, “mientras aquí tenemos programas de cinco años, lo que indica una desarticulación. Otro factor tiene que ver con las brechas salariales entre los egresados y los recién egresados, hay algo importante y es que las brechas de género se han ido disminuyendo, pero están aumentando las brechas salariales a nivel regional. A muchos recién egresados les toca desplazarse a mercados laborales más eficientes que les brinden mayores ingresos y mejores oportunidades laborales”, indica la profesora Solano.
El mercado laboral y la educación superior no sólo están conectados por los procesos de formación, también existe una relación espacial ligada a las dinámicas y condiciones de los territorios y las capacidades que estos tienen en las distintas áreas del conocimiento. Lo anterior, se ve reflejado, además, en los ingresos, enganches y brechas salariales.
La absorción de profesionales también tiene que ver con las capacidades de los departamentos y los municipios, las brechas salariales cambian y se relacionan de manera directa con las condiciones del territorio.
“En Bogotá hay un mayor nivel de vinculación de profesionales dentro del mercado laboral, (la tasa de cotización a la seguridad social está por encima del 84%), mientras que en otros territorios, como en la Orinoquía, la Amazonía o el Pacífico, es menor. En ese sentido, en Bogotá, la mediana del índice de base de cotización a la seguridad social está más o menos en 2.5 salarios mínimos y en la Orinoquía, la Amazonía y el Caribe entre 1 y 1.5 salarios mínimos”, aclara el viceministro Moreno.
¿Áreas rezagadas?
En Colombia existen 394 programas de formación relacionados con nuevas áreas y tecnologías como la inteligencia artificial, la ciencia de datos, la ingeniería y la computación, las matemáticas aplicadas, de acuerdo con MinEducación.
“Estamos promoviendo de la mano del Sistema de Educación Superior la creación de áreas del conocimiento estratégicas relacionadas con la transición energética, sabemos que existe una crisis global en la producción de energía que tiene una correlación directa con el calentamiento global y el equilibrio ambiental del planeta, por lo cual es necesario el desarrollo de tecnologías relacionadas con la producción de energías renovables. Pero también hay unas necesidades como país en la salud y el medio ambiente y los desafíos que tenemos como especie, necesidad de investigadores que puedan generar conocimientos sobre los estudios oceánicos, costeros, amazónicos y todas esas áreas que se van a seguir desarrollando dada la realidad de nuestro contexto”, revela el viceministro de Educación Superior Ricardo Moreno.
En cuanto a la formación en los niveles técnicos y tecnológicos, el país tiene un déficit. Según el profesor de la Universidad Nacional, Cristian Sánchez, se requieren más instituciones y más estudiantes que quieran adquirir habilidades específicas técnicas y tecnológicas. Esto se traduciría en una participación laboral de trabajadores más capacitados y una mayor pertinencia respecto a las actividades educativas y económicas que se desarrollan en el país.
“Aún en términos internacionales estamos con un nivel bajo tanto de profesionales universitarios, mucho menor en posgrados, maestrías y doctorados, y un nivel también relativamente bajo de formación técnica y tecnológica. El esfuerzo para impulsar la educación no debe escatimarse en ninguno de los niveles de formación”, recalca Sánchez.
Rentabilidad económica y social
Existe un debate amplio hacia dónde va la educación superior debido a las necesidades de los territorios y los países, las realidades de los mercados laborales y el desarrollo de los sectores productivos.
Hay una tendencia muy marcada a los oficios, las habilidades y las competencias, existe una serie de conflictos entre lo que es la formación tradicional en cinco años y el deseo de los jóvenes de programas cortos que hagan énfasis en los datos, la inteligencia artificial, las redes sociales, la creación de contenidos y otras áreas populares producto de las realidades de los mercados.
Ante esa ‘exigencia’ de un menor tiempo en la formación, el viceministro Ricardo Moreno recuerda que las instituciones de educación superior no están para formar mano de obra, sino sujetos sociales que contribuyan al desarrollo del país. Por esta razón, la idea de una formación más corta para una carrera profesional debe revisarse con mucho cuidado, debido a que durante este tiempo no solamente se brinda el conocimiento necesario, sino que se adquieren otro tipo de capacidades como la formación sociohumanística y la capacidad de análisis crítico. “Si bien la certificación tiene una bondad para ciertos enganches laborales, no te permite en el largo plazo adquirir otro tipo de condiciones de desarrollo profesional”, añade el funcionario.
A propósito, en Colombia no hay una política educativa integral que conecte las necesidades sociales y sectoriales con la formación de profesionales, comenta el doctor en Dirección de Empresas, Ramón Mesa, quien agrega que el futuro de la formación está contrastando con las realidades demográficas, las necesidades de generación de recursos de los jóvenes y con las expectativas que trae el desarrollo tecnológico.
“Esto se refleja, por ejemplo, en el modelo de educación actual cuyo 50% es privado. La educación superior privada se ha concentrado en las grandes ciudades, básicamente por el interés que tiene de autosostenimiento, además hay un criterio de rentabilidad económica muy distinto al criterio de rentabilidad social que ha buscado la educación pública. La mayoría de las universidades públicas colombianas llegan a distintas regiones del país y ofrecen programas académicos que no son precisamente los de mayor demanda o que tienen que ver con realidades de mercado, sino que atienden realidades de los territorios como una alternativa educativa que brinda oportunidades a los jóvenes en lugares complejos y difíciles”, comenta Mesa Callejas.
En ese sentido, las universidades públicas tienen una condición especial como movilizadoras sociales que transforman la vida, no solamente de los estudiantes sino de sus familias y de la sociedad. El magíster en Ciencia Política y Economía Aplicada, Cristian Sánchez, enfatiza que los retornos son muy amplios cuando un estudiante ingresa a la educación superior pública en condiciones económicas y de calidad de vida débiles, que cambian una vez egresa y se incorpora al mercado laboral, lo que se traduce en un mejor bienestar y calidad de vida.
En conclusión, el mercado laboral requiere un diálogo permanente entre los sectores productivos y las instituciones de educación superior, para entender la formación más allá de un escenario instrumental de mano de obra, sino como la enseñanza a profesionales que contribuyan con la transformación del país. Lo anterior, entendiendo las debilidades, las áreas donde hay mayores retos y aprovechando las capacidades y potencialidades estratégicas en el país, como las artes y la cultura, áreas con poca oferta y demanda.
Entre tanto, la discusión sobre cuáles son las profesiones y oficios que en los próximos años serán determinantes y cuáles no, continúa. Lo que lleva a la educación superior a la pregunta: ¿qué formar y para qué formar?
(FIN/JRDP)
28 de abril de 2025