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Han pasado 73 años desde que Carlos Alfredo Carmona Bustamante se convirtió en ingeniero agrónomo de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín. Ahora, a sus 103 años, no solo es el egresado vivo más longevo de la Facultad, también es un ejemplo de la persistencia de una pasión. Jubilado de las vastas extensiones del campo colombiano, su conexión con la tierra sigue inquebrantable, ahora en una pequeña huerta en el patio de su casa en la ciudad. En ese rincón verde, cada brote es un eco de su vida dedicada al agro, un recordatorio de que algunas vocaciones, como la suya, siguen floreciendo aún con el paso de los años.

 

La pasión por la agronomía florece en distintos espacios de su vida. Foto Daniela Cadavid.

 

Con voz suave, pausada y jovial, don Carlos rememora su época universitaria en la casa del saber que lo acogió como hijo hace más de 70 años. Con la ayuda de su nieta, Daniela, mantiene el hilo de la historia y cuenta cómo en ese entonces el futuro se veía incierto y su sueño de obtener un título universitario parecía desvanecerse. “Después del primer año en la Facultad, me retiré para trabajar porque tenía dificultades económicas. Volví a ingresar al año siguiente, pero como no tenía transporte, me tocaba caminar desde Robledo hasta la Universidad”.

Y así, tras años de aprendizajes, necesidades, sacrificios y largas caminatas, terminó sus materias en 1952 y, en 1954, recibió su diploma en Ingeniería Agronómica. “Inevitablemente la Universidad Nacional es la base de mi progreso, puesto que allí logré avanzar en mis estudios y graduarme. Me siento muy orgulloso de pertenecer a ella, de los compañeros y de los colegas que tuve con quienes compartí a través de mis estudios y, posteriormente, en mi trabajo”.

Además de la oportunidad de estudiar y convertirse en profesional, fue la misma Sede Medellín, gracias a un convenio con el Ministerio de Agricultura y la Fundación Rockefeller, la que le abrió las puertas a su primer empleo, ese que lo llevaría a lo que él llama el gran amor de su profesión: la entomología.

“Era un convenio en investigación agrícola que hacía poco tiempo había empezado. Se inició con un programa de maíz, luego continuó con uno de ‘frisol’ y como tercer programa empezó el de entomología, que fue donde yo ingresé a trabajar. Varios años después, la Fundación Rockefeller se constituyó como el ICA (Instituto Colombiano de Agricultura) y allí continué mi trabajo”, relata Carlos Alfredo Carmona.

Con lucidez, rememora al “muy distinguido profesor Francisco Luis Gallego, de la Facultad de Ciencias Agrarias, y al doctor Robert Rupel, de la Fundación Rockefeller. El trabajo principal en el programa de entomología era la experimentación en biología y control de plagas en los cultivos que se tenían a cargo. En ese entonces se hicieron estudios más que todo sobre control de plagas desde el aspecto económico, porque en ese tiempo no había investigaciones al respecto y era indispensable tener bases para adelantar acciones en los cultivos”.

 

Santo Domingo, Antioquia, fue el pueblo que lo vio nacer en 1922. Allí, desde niño, gracias a su herencia campesina, entregó su vida con devoción al campo, esa que no termina, aunque pasen los años en medio del caos citadino. Ahora, lejos de los cultivos y bosques que alguna vez recorrió, es en el pequeño y meticuloso santuario de su huerta doméstica en el patio de su casa en el sector Cola del Zorro en Medellín, donde su espíritu agrónomo sigue sembrando como un legado inquebrantable de una pasión que el tiempo no ha podido marchitar.

 

Cilantro, perejil, pepino, cebolla de rama, tomate cherry, hierbabuena, lavanda y albahaca, son algunos de los productos que brotan de la huerta casera de Carlos Alfredo, a la cual cuida con la misma atención y esmero con la que años atrás cuidó los campos colombianos.

“Ya con mi avanzada edad son pocas las capacidades que tengo y no es muy intenso el trabajo que hago en la huerta, adicional no trabajo en nada concreto actualmente, porque después de tanto tiempo de haber terminado la carrera y de no haber estado trabajando, realizo algunos estudios con cultivos, más bien, más que estudios, son prácticas”.

En la casa siempre hay cosechita de alguna cosa, siempre hay algo para hacer de almuerzo con la huerta, cuenta orgullosa de su abuelo, Daniela Cadavid. “Él se encarga de cuidar las matas, abonarlas, regarlas, cosechar, controlar las plaguitas. Él mismo compra sus semillas y es el que nos mantiene verduras en la casa. Trasplanta las plantas, cuida un bonsái, tiene un montón de orquídeas… es como si hubiera seguido con su carrera, lo que muestra de verdad que fue la pasión de toda su vida y en este momento todavía se dedica a eso”.

Tal vez Daniela heredó esa “inquietud” de su abuelo, cualidad que él mismo describe en ella debido a las distintas actividades que realiza y que don Carlos acompaña y participa. Velas de cera y parafina, pintar, moldear figuras en yeso, armar cajas, “a todo le dice que sí”, enfatiza Daniela quien pasa las tardes con él en su casa en Medellín.

 

En marzo de 2025, en el marco de la celebración de los 111 años de fundación de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Sede Medellín, Carlos Alfredo Carmona Bustamante fue uno de los protagonistas de la celebración, además de otros egresados. Durante el evento, Carmona Bustamante, acompañado de su familia, recibió un reconocimiento donde se destacó “su trayectoria profesional que lo llevó a la Fundación Rockefeller y al ICA, donde dejó huella en la entomología y la fisiología vegetal. Hoy, como el egresado vivo más longevo de nuestra Facultad, su vida es testimonio de resistencia y pasión por el conocimiento”.

 

Cuando se le pregunta a Daniela por el paso de su abuelo por la UNAL, por los homenajes que ha recibido y lo que representa para la familia esta Institución, se desborda en palabras de agradecimiento y admiración y amor por él.

“Infinitas gracias a la Universidad Nacional por ser la casa y el alma mater del abuelo, todos a través de él la sentimos como nuestra casa cada que vamos con él, así no seamos egresados de la Universidad. Como familia nos llena de orgullo, el papá, el abuelo, el esposo, el ser que es él. Tener una niñez con tantas dificultades y los obstáculos que tuvo que pasar para obtener su título profesional y para trabajar incluso muchos años lejos de su familia, lo hacen un ser humano hermoso. Nuevamente, estamos infinitamente agradecidos con la Universidad Nacional por el profesional que formó y por el hombre que es en todos los aspectos”, enfatiza Daniela Cadavid, a quien se le percibe una voz temblorosa producto del orgullo y la felicidad.

“Tengo que dar unos agradecimientos muy sentidos no solo a la Universidad, sino, también, a la Facultad por la atención que me han puesto en estos tiempos, con las invitaciones en las que hemos estado muy amenas y por las narraciones de años ya pasados de hace bastante tiempo. Le digo que le tengo un gran aprecio, ahora me da una gran satisfacción estar en esas condiciones y poder compartir esto con mis amigos y familia después de haber llegado a una edad tan avanzada”, expresa Carlos Carmona.

Así, don Carlos, con la sabiduría que solo los años pueden otorgar y la vitalidad que irradia su espíritu joven, continúa su camino rodeado del cariño incondicional de su nieta, su hija (con quien vive actualmente) y los demás miembros de su familia. Su inspiradora historia recuerda que la sed de conocimiento y la vocación es un motor que impulsa vidas plenas y significativas en cada etapa de la vida y la huella que la educación deja en la sociedad. La huerta casera y las manualidades que tanto disfruta, son ahora el lienzo donde plasma la riqueza de sus experiencias y sus nuevas formas de florecer pese al paso de los años.

(FIN/JRDP)

03 de junio de 2025