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“En el año 2010 cuando Catar fue designado sede del Mundial, competía contra EEUU, que un año después reveló a través de la CIA y el FBI irregularidades en la FIFA, lo que pudo ser una razón para elegir al país asiático en lugar del americano”, Mauricio Montoya. Foto: tomada de: shorturl.at/evwLN.

La realización de la edición número 22 del mundial de fútbol de la FIFA en Catar ha tenido un foco especial de la prensa mundial, pues además del interés deportivo, las condiciones sociales y de derechos humanos antes y durante el evento, conllevan diversas opiniones y posturas. Expertos analizan la situación.

Las normas y prohibiciones estrictas que tiene este país asiático sobre ciertas conductas y grupos poblacionales han sido polémicas en el marco de un evento que no solo se caracteriza por ser un intercambio deportivo sino también cultural, social y económico, sin embargo, es importante conocer el contexto legislativo de Catar, que se rige bajo una monarquía.

“Tenemos que diferenciar indiscutiblemente entre un modelo democrático occidental y un modelo que obedece más a reglas tradicionales islámicas en el mundo oriental, donde no se encuentran tribunales o mecanismos de protección de los derechos fundamentales como ocurre en otros continentes con la Corte Europea de Derechos Humanos, la Carta Africana y la Corte Interamericana en Derechos Humanos. Catar es una monarquía hereditaria y absoluta donde se va a configurar una posición supremamente religiosa de exclusión frente a unos grupos muy vulnerables como las mujeres, los migrantes y la población LGBTI, y eso que es uno de los países islámicos más abiertos en sus modelos sociales, en comparación a otros estados”, explica Gerardo Durango Álvarez, abogado, doctor en Derecho y docente de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín.

Bajo este contexto surge la pregunta ¿por qué se eligió a este país que además no tiene una tradición futbolística que lo respalde?, según Mauricio Albeiro Montoya Vázquez, filósofo, historiador y docente de la Universidad Eafit:

“Inicialmente los países sede del Mundial eran escogidos por su tradición en este deporte, además de su compromiso y capacidad de adecuar sus escenarios, sin embargo, desde hace unos años la FIFA ha buscado que el fútbol sea una estrategia económica para disparar el mercado de algunos países, como ocurrió en Estados Unidos 1994, que después del torneo logró posicionar su liga profesional. También países como Sudáfrica, Brasil, Rusia e India han sido sedes del Mundial tanto masculino como femenino, y son economías emergentes que han aprovechado la oportunidad para proyectar aún más sus mercados, lo mismo ocurrió con Catar, donde hay una gran cantidad de empresarios dueños de equipos muy importantes”, dice Montoya Vásquez.

Para cumplir con las exigencias físicas que pide la FIFA para la realización del mundial, Catar invirtió cerca de 220 mil millones de dólares en la construcción de ocho nuevos estadios, además de hoteles, ferrocarriles y carreteras, siendo este uno de los puntos más polémicos del Mundial pues, según cifras de la Organización Internacional del Trabajo, tan solo en el 2020 murieron 50 trabajadores durante las obras, sin embargo el número podría ser mucho mayor pues aún se desconocen datos médicos oficiales sobre esta problemática, que afecta mayormente a inmigrantes, que son la mano de obra más común en este país.

“Este no es el único Mundial donde se han vulnerado los derechos humanos, en México 1970 y 1986, y en Argentina 1978 existían condiciones poco favorables como dictaduras y masacres, sin embargo, el evento se realizó con normalidad, por lo que no es nuevo que la FIFA desconozca los contextos de los países sede, que se esperaría fueran asignaciones más consensuadas por grupos de estudio que lean la idiosincrasia, la economía, la cultura. En todo este tema hay un error de carácter ético que desdibuja el sentido principal de un Mundial que es conjuntar a las naciones para compartir deporte, música, comida y cultura porque en última es un espectáculo, pero es uno que no se puede amañar hasta el punto de pensar que se trata más bien de una prohibición”, asegura Juan Carlos Rodas Montoya, docente de la Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades de la Universidad Pontificia Bolivariana.


¿A quién le corresponde tener conciencia social?

Estos ejemplos, según las posturas de los expertos, ponen en entredicho los intereses de la FIFA, por eso la realización de este Mundial se ha visto cuestionada desde diferentes posturas que promueven el respeto por la dignidad humana, sin embargo, para muchos fanáticos, deportistas y federaciones no es el deporte mismo quién debe reflexionar sobre el tema, sino las organizaciones que lo promueven.

“Sí considero que el fútbol tiene una responsabilidad ante la sociedad y sobre todo cuando vende sueños tan grandes a personas en el mundo como los niños y jóvenes, pero precisamente no es a los jugadores a quienes se les debe exigir, pues ellos están cumpliendo sus sueños representando a sus naciones. El reclamo frente al tema debe hacerse a las instituciones que, así como piden condiciones mínimas de infraestructura, deberían hacer lo mismo en derechos humanos”, comenta Mauricio Albeiro Montoya Vázquez.

En esa línea, Juan Carlos Rodas Montoya también asegura que el deporte no es el que debería ser juzgado como culpable, pues la injusticia se vive mayoritariamente fuera de los escenarios deportivos, pero al final del día estos terminan siendo un reflejo de la cultura, “ahí es donde nos damos cuenta que la sociedad está un tanto enferma, y va contagiando hasta el punto de también hablar de una especie de pandemia en el deporte, que toma bases del capitalismo salvaje y muestra en lo que nos hemos convertido cuando estamos atravesados por intereses como el dinero, perdiendo toda noción de dignidad humana”.

Si bien la responsabilidad social trasciende la individualidad de los deportistas, este encuentro deportivo si podría servir para que en los futuros se realicen exigencias mínimas en materia de derechos humanos al estado anfitrión, como lo asegura Gerardo Durango Álvarez:

“Puede ser la oportunidad de abrir espacios democráticos, pues los países sedes del Mundial son analizados fuertemente desde sus costumbres hasta su grado de desarrollo tecnológico, más en la época mediática en la que vivimos, y es ahí donde se plantea en qué se pudo hacer mejor, pero no dentro de los parámetros de imposición de occidente sobre otra cultura, sino desde el punto de vista de recomendaciones y consensos que puedan llegarse a dar, sin desconocer que quien está en el poder no va a permitir perder dinero o status por esas concesiones”, explica Durango.


La doble moral de occidente

El palestino Edward W. Said acuñó el término orientalismo, que habla de cómo se lee al mundo oriental con las categorías de occidente, malinterpretando muchas de sus costumbres y tradiciones. Este concepto ha sido usado para desvirtuar que Catar fuera sede de este torneo orbital, y si bien el Mundial no es el espacio para cuestionar asuntos de índole religioso, si pone sobre la mesa temas como el trabajo digno y la vida humana que, según los docentes, debe ser respetada independientemente de la región desde donde se mire.

Ante estas faltas a las condiciones humanas básicas, diversas selecciones participantes del Mundial han hecho actos simbólicos para sentar su postura, como por ejemplo los futbolistas de Irán que no cantaron su himno en señal de protesta por la situación de represión que se vive en el país; los jugadores de Alemania se taparon la boca como símbolo en contra de las diversas vulneraciones de los derechos humanos al igual que el capitán de la selección de Inglaterra que pese a las sanciones usó el brazalete de “no discriminación”.

“Los seres humanos tenemos una dimensión simbólica que tal vez sea más importante o más relevante que eso que llamamos la realidad misma. Los gestos de algunos deportistas han dado cuenta de su forma de pensar frente a este gobierno, ahí hay unos referentes que seguro se van a quedar en la historia de Catar, que para bien o para mal está exponiendo sus formas de concebir la vida ante el mundo, y eso más la simbología en forma de protesta serán imágenes para la posteridad”, comenta Juan Carlos Rodas Montoya.

Entre tanto Mauricio Montoya Vásquez, afirma que de nada sirve que la gente se disguste si no hay una transformación desde las instituciones que lideran este evento” “ya hablamos que el Mundial perdió su causa del deporte por el deporte y ahora es un gran negocio, y en estos no existe espacio para la reflexión y el bienestar del otro, solo importa el dinero. Lo que puede quedar es un aprendizaje sobre las políticas mundiales y ciertos fenómenos que le competen”.

Finalmente, el docente Gerardo Durango invita a una reflexión sobre la doble moral de la mayoría de occidentales espectadores del Mundial, que exigen el cumplimiento de derechos humanos como el trabajo digno, la igualdad de la mujer y el respeto por las diversidades sexuales, cuando en nuestros territorios no hay garantías de empleabilidad, las mujeres en el mundo del fútbol y fuera de él no son tratadas con igualdad y las cifras de violencias a personas LGBTI que siguen creciendo a diario:

“Occidente tampoco está en condición de dar el discurso de soy el gran protector de los derechos humanos porque tampoco es así, aquí aún falta muchísimo trabajo para dar garantías mínimas, nuestros modelos democráticos funcionan según donde estés ubicado, hay ciudadanías de primera, segunda y tercera clase, y se nota en la accesibilidad a la educación, la salud y la migración, por ejemplo Colombia no está muy bien en el índice democrático y todos sabemos que frente a la protección de los derechos humanos existen grandes violaciones y grandes sanciones de los organismos internacionales, somos expertos en predicar, pero no aplicar”, concluye Durango.

(FIN/DQH)

28 de noviembre de 2022